Un Millon Como Tú

Capítulo 4

 

Es un día lluvioso, el primer aguacero de mayo empapa las calles, Cata ve por el ventanal de la cocina como se cubren las rosas de agua con las gotas de lluvia y le dan vida al pequeño rosal de su abuela. Hace mucho que no la veía y está contenta de poder pasar el fin de semana con ella, le encanta estar en su casa ya que es la única persona de su familia que no olvida su existencia, que la hace sentir importante. Perder momentos con su abuela Marín, es lo que más le afecta de vivir en un internado; quisiera que su padre dejase que ambas se hicieran compañía, las dos son olvidadas y no entiende porque sus padres prefieren que Marín viva en soledad.

Con su delantal rosa cubre su ropa de los restos de harina que se dispersan al espolvorear la masa. Su nieta escucha con atención como le explica la manera de elaborar pan. Con sus manos suaves y fuertes estira la masa con el rodillo para darle forma a las porciones; Catarina ralla el queso y lo mezcla con ajo picado, al terminar colocaron el pan en una bandeja, regaron sobre este el ajo con el queso y esperaron un par de minutos a que la masa creciera.

─Abuela, ¿Cómo convenciste a papá de dejarme salir del internado? sabes que no le gusta que salga sin él hallarse en el país ─ su abuela le mostró su mejor sonrisa y puso el pan en el horno que ya estaba a temperatura adecuada.

─Porque soy su madre. ─un largo silencio las inundó.

Catarina se dispuso a preparar café con leche, quince minutos más tarde la casa se impregnó del olor a pan caliente, Marín amaba hornear y aprovecha las visitas de su nieta para consentirla.

─ ¿Entonces porque no me deja vivir contigo, ¿puedes convencerlo? ─ Indagó al recibir tan escueta respuesta.

─Aston, es testarudo como lo era tu abuelo, si él cree que lo mejor para ti es vivir en un internado ─suspiró con tristeza ─ no habrá poder humano que le haga cambiar de opinión. ─Marín sabía que su nieta pedía a gritos que sus padres le prestaran atención, que dejaran de hacerla sentir sin importancia, como si ella fuese peor que un objeto sin valor. Pese a sus esfuerzos porque su hijo reaccione, lo único que logra es alejarlo de ella también.

Catarina no replicó a sus palabras.

A veces intenta entender las actitudes de sus padres, repitiéndose que ninguno tiene un manual para ayudarlos a evitarles ser un desastre y que ambos hacían cuanto podían, solo que al recordar que sus hermanos mayores Luciano y Grace, jamás han tenido que vivir en un internado, le desbarata cualquier capacidad de comprensión.

─Cata, Luciano es la mano derecha de tu padre en los negocios, él le ayuda a manejar el personal de trabajo y es su contador de cabecera, tu hermana Grace es la mejor en márquetin. ─alegó como si adivinara sus pensamientos, ─pronto serás mayor de edad y tendrás la capacidad de tomar decisiones por ti misma.

─También soy su hija─ dijo con resentimiento ─mis hermanos no nacieron con una carrera brillante bajo su brazo, ellos fueron niños alguna vez y no experimentaron ser criados por religiosas a las cuales no puedes preguntarles sobre el sexo opuesto, ─espetó exasperada.

Su abuela la miró atónita, Cata sintió que fue imprudente al expresarle su inquietud respecto a las relaciones.

─Puedes preguntarme cuanto quieras, nadie sabe mejor que tu abuela.

Catarina se ruborizo.

─¿Lo ves? Ni siquiera puedo pronunciar "sexo" sin sentir vergüenza. ─las dos rieron.

Sin duda le es gratificante confiar en alguien de su familia, su abuela es la única que le ha mostrado amor durante su corta vida, eso hace que se pregunte constantemente, ¿Por qué Aston su papá es tan frío con ella? Su abuelo quizá no fue un hombre fácil pero jamás hizo que su padre creyera que no lo amaba, sino lo contrario, alguna vez oyó de sus propios labios lo agradecido que estaba con la vida por haberle dado unos amorosos y maravillosos padres.

El fin de semana había pasado muy rápido, pronto regresaría a su colegio y lo único bueno de eso, era poder ver de nuevo a Mía, le hacía feliz saber que, al cumplir sus dieciocho años, tomarían sus maletas y volarían a un lugar en el cual pudieran sentirse libres, lejos de las restricciones de sus padres. El colegio Notre Dame ofrecía la gran oportunidad de ganar una de las becas al exterior y juntas sean preparado para realizar el examen de admisión con la esperanza de conseguir su sueño.

─Diecisiete ─musita ─ya falta poco ─se dijo. Un número no significó tanto en su vida, un paso hacía los dieciocho y a la libertad.

Se preguntaba cuál sería la reacción de sus padres al enterarse que no seguiría los pasos de sus hermanos, que sus ideales no tenían raíces en este país, al que amaba inmensamente sin embargo debía dejarlo para poder cumplir su sueño de estudiar medicina en una de las mejores universidades de Estados Unidos. Cada vez que pensaba en ello su corazón se desbocaba de alegría y otras veces los miedos se asomaban y se volvían su peor pesadilla.

─ ¡Catarina apresúrate, llegaremos tarde a la iglesia! ─gritó la abuela desde la cocina.

Marín le había pedido a Catarina acompañarla a la iglesia, ella no tuvo otra opción sino aceptar, a cambio la abuela intercedería con su padre para dejarla regresar dentro de tres semanas, ya que estaría de cumpleaños, y seguramente el señor Aston Monterrey no se negaría a la petición.

─Voy enseguida ─respondió al grito.

Había pasado cientos de veces frente a la iglesia, escuchaba el sonido del campanario todos los días y nunca se atrevió a pisarla, pese a que se encontraba a escasos metros del internado.

Al llegar se dio cuenta de la poca peculiaridad que tenía el templo, su abuela recibía la misa, ella prefirió echarle un vistazo a lugar, si bien la belleza de la basílica le dejó impresionada, le parecía innecesario volverse una devota, así que echó andar sus pies por el lugar para conocerlo mejor.



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En el texto hay: avaricia dinero y poder

Editado: 30.05.2023

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