Un Millonario error

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Astrid se despierta como cualquier otro día normal, es miércoles, a veces le encantaría no ir a su trabajo pero tiene que hacerlo más hoy, tiene que contratar a su nuevo asistente.

 Su mejor amiga Chloe es la que está trabajando con ella, bueno si eso se puede decir trabajo, en realidad lo unico que hace es hacer los informes y tambien ser el soporte emocional de ella pero ahora su mejor amiga se va a casar y tiene que viajar a Mónaco para terminar de organizar su boda aunque aún faltan unos cuantos meses.

La luz la encandila por cualquier lado a veces odia su apartamento, aveces tener grandes ventanales puede traer bastantes desventajas. Se levanta poco a poco, lo primero que mira es la mesa de noche de color blanca que está a la par de su cama. 

Encima de la mesa hay un reloj con una faja de cuero, lo agarra acariciando el cristal, lo mira detenidamente pasando el dedo por el grabado que tiene H&A, quita la mirada del reloj dejandolo otra vez sobre la mesa, levantandose.

Su cuarto es bastante grande toda una pared es un gran ventanal que da hacia la ciudad de Londres, otra pared tiene tres ventanas que van desde el techo hasta el suelo, las paredes del resto del cuarto son de color gris.

Camina hacia su armario, bueno el cuarto que tiene de armario en realidad ahí podria dormir una persona sin problema alguno, todo está ordenado y listo para solo agarrarlo y ponerselo. 

Escoge lo que se va a poner este día. Un pantalón de rayas grises, una camisa blanca con un saco color blanco y unos tacones. Camina hacia el baño, entrando a este se lava los dientes, se lava la cara, se da una ducha, se viste y termina de maquillarse.

Al salir de su habitación, Beatriz, una de las señoras que limpian el apartamento, la saluda, puede tener unos 50 años, el color de su pelo está mezclado entre gris y negro, en su cara se pueden notar varias arrugas de los años.

—Buenos días señorita Astrid. — Se sienta en el comedor, sacando su teléfono, tiene cientos de correos y mensajes de la empresa pero aún así no deja de darle los buenos días a una de sus mucamas.

—Buenos días Beatriz. —Beatriz sonríe, ella sabe que Astrid tiene bastante trabajo por eso no le gusta interrumpirla mucho, le coloca la comida, es un huevo frito, unas tostadas y un jugo de naranja.

Astrid termina de revisar todo y de terminar de desayunar, saliendo de su apartamento, aunque es más un penthouse en uno de los edificios residenciales más lujosos de Londres, tiene hasta su propio ascensor privado, que la lleva a su garage, cada residente tiene un garaje solo para él o ella pero en el caso de Astrid es un garaje de dos pisos, ama los coches algo que heredó de su abuelo.

Decide realmente agarra la primera llave que tenga, odia los miércoles, no está de muy buen humor, presiona el botón de alarma que está en la llave, Astrid ve que se prenden las luces del Mercedes AMG gris, se montó al auto y lo encendió.

—Solo quiero que sea un buen día. — Piensa en voz alta cerrando la puerta de su carro, pasando su mano por un momento alrededor de su cabello castaño, saliendo hacia su trabajo.

En el camino pasa a por un café para llevarlo al trabajo, la están esperando sabe que va tarde pero realmente no le importa, por más que intente llegar temprano no lo va a lograr. 

Parquea el carro al frente de la tienda, mira hacia adentro encontrandose con uno de sus amigos y decenas de personas esperando ser atendidos o esperando sus encargos.

Peter, es un hombre de la misma edad que Astrid, es pelirrojo, alto, de ojos verdes envidiable, ella siempre le ha dicho que desearía poder tener esos ojos verdes. 

Se baja del carro entrando a la tienda, lo primero que hace al entrar es saludar a su amigo. —¿Cómo estás? —Dándole un beso en la mejilla.

—Bien, Astrid. — Agrega el hombre, sonriendo. —Cansado de ser el perro faldero de mi padre y tambien el mensajero.—

—Pero mira el lado bueno, no te pasan regañando como a mi en cada decisión que tomó. — Responde ella, quitandose los lentes de sol.

—Bueno eso es cierto. — Ya es el turno de Astrid, ya sabe que va a pedir.

—Me das un café con leche por favor.— Peter mira de reojo a su amiga.

—Por favor dime que no traes encima whisky o vodka para ponerle al café. —Astrid lo vuelve a ver sorprendida. —¿Quién le echa whisky a un café? —

Peter se encoge los hombros. —A mí me gusta. —

Astrid se ríe un poco del comentario de su amigo aunque, bueno sabe que no es su risa auténtica desde hace mucho tiempo no ríe de verdad y tampoco sonrie por felicidad. —Bueno aún así no llevo whisky encima. — 

Llaman a Peter entregándole el café, todavía falta el sandwich que pidió. —Que buenos momentos en la universidad cuando metiamos licor a la clases. — Habla él trayendo recuerdos a los dos de su tiempo en la universidad. 

Astrid hace su tono de voz un poco más grave imitando la voz de un hombre. —Los del fondo por favor dejen de comer y tomar, lo que sea que estén tomando. —

Peter se ríe. —Te aseguro algo si yo hubiera podido llevar hasta la cocina para hacerme comida lo hubiera hecho. — Agrega. —Extraño tanto al señor Hummels. —

—Yo extraño tanto como era todo antes, antes de la responsabilidad, antes que todos nos fuéramos por distintos caminos. — La sonrisa fingida de Astrid comienza a desaparecer, no podía seguir fingiendo.

—Si, yo también lo extraño pero ahora míranos estamos apuntó de pasar de ser los niños ricos a ser los empresarios. —

Astrid le da un pequeño golpe a Peter. —Yo ya lo soy, ¿vas a ir Monaco? —

Peter toma un sorbo de su café. —Claro cómo me voy a perder la boda de Chloe, consiguió el amor de su vida primero que todos nosotros. — Astrid lo afirma, realmente su mejor amiga consiguió la lotería con su futuro esposo.

El café de Astrid ya está listo, hasta ya la llamaron, le encantaría quedarse a hablar con Peter pero no puede, tiene que irse.



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En el texto hay: amor, europa, millonarios romance

Editado: 06.06.2020

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