Un Mismo Horizonte

Capítulo 1 - Cambiarlo todo.

Las redes sociales. Una de las mayores amenazas juveniles actualmente. Puedes contactar con personas de todo el mundo, sin límites. Tienes acceso a diferentes contenidos y ahí están ambos problemas. Cualquier persona puede dar contigo, saber toda tu información por medio de internet. Puede ser un acosador según palabras de mi madre.

Hoy en día los jóvenes estamos acostumbrados a compartir todo sobre nuestra vida en plataformas sociales e interactivas. Hoy en día, incluso ocurren situaciones como peleas o discusiones por medio de publicaciones. 

Pero, el punto es, que no venimos a hablar de los riesgos ni es un documental para los adolescentes. Acá, vengo a contar la historia de cómo me enamoré a través de una pantalla. 

Todo empezó hace tres años cuando yo tenía apenas Diecisiete años. Seguía siendo una cría en ese entonces, lo soy, aún. 

Mi madre es una mujer muy estricta y conoce los riesgos del mundo, por lo que yo tenía muy poco acceso a internet, no tenía acceso a fiestas y luego de clases tenía que ir directo a casa. Pocas veces salía de mi hogar y supongo que es por el hecho de mi madre que, en vez de llamarla sobreprotectora debo decir que es más para... ¿Hacerme la vida imposible?. Ah,  y mi padre que, cuando mamá no está, se toma el tiempo de hacer mi vida un infierno haciendo completamente nada, y ese es el problema. 

A veces suelo escaparme, pero pocas veces paso desapercibida. 

Por ello, estoy encerrada, en mi cuarto, sin nada más qué hacer que escribir, leer o dibujar en una libreta que mi madre siempre me da cuando estoy castigada. 

— Si tuviera la opción de ir a cualquier lugar en el mundo, ¿a dónde iría?. — me pregunté a mí misma en un murmuro mientras en tal libreta dibujaba la torre Eiffel. — Luxemburgo es una perfecta opción. — me respondí. 

Seguí dibujando en mi libreta hasta que la puerta de mi cuarto fue abierta, llamando mi atención. Allí estaba mi padrastro a quien jamás llamé como tal, y, además, no podría llamarlo papá. Porque no actúa como  uno.

— Tengo hambre. — expuso el hombre de cincuenta años, bebiendo de su lata de cerveza. — Prepárame algo. — luego de decir eso se marchó, dejando la puerta abierta.

— ¿¡No te han dicho que eres un parásito!?. — grité con molestia. — Solo porque él lo dice. — mofé y  me coloqué de pie dejando la libreta sobre mi cama. Caminé hacia las afueras de mi cuarto, yendo directo a la cocina. 

¿Cómo describiría mi vida?. No lo sé. Las palabras no son suficientes para decir lo desgraciada que es. No obstante, aún así, trato de mantenerme positiva ante todo.... claro, a veces fallo en tales intentos y termino regándola por completo. 

El simple hecho de tratar siempre de hacer las cosas de forma correcta es lo que lo hace ser tan, pero tan molesto. 

Y Claro que me gustaría ser hija de un millonario, al menos.... Dios, ya me desvié del tema. 

— Joshua, no hay huevo. ¿Qué tal si te comes solo unas tostadas sin nada más?. — él soltó un bufido y me ordenó ir a la tienda. Tomé el dinero de emergencia que yace sobre la encimera de la cocina, dentro de una vieja tasa de cerámica. Me coloqué mi abrigo y luego salí de casa con una bolsa negra en manos. 

Y e aquí la pregunta del siglo. 

Si pudieses cambiar algo de tu vida. ¿Lo harías?.

Entonces.

¿Qué cambiarías?.....

Yo lo cambiaría todo. 

Fui a la tienda y además de comprar los huevos compré otras cosas más de comer, eso  incluyendo un café instantáneo. Luego de eso salí a la calle y me tomé el tiempo de caminar por la plaza que estaba decorada con luces y muchos adornos preciosos. 

Observar a las familias felices y sonrientes son estacas en mi pecho que parecen arrasar con todo de una forma incomparable. Destruía todo dentro de mí como un huracán acechando en un pequeño pueblo de muy bajos recursos, un pueblo que tiene todas sus defensas bajas. 

Y entonces toda mi vida se ve tan insignificante entre rostros sonrientes. 

Quiero deshacerme de ella, lanzar todo de mí al retrete porque es solo basura. 

Dejar de existir, es una de las cosas que.... a veces.... puede ser.... ¿La única salida?. 

— Niña, ¡Tengo muy buenas ofertas!- -— exclamó una señora de cabellos color chocolate y mejillas sonrojadas . En su mano tenía una esfera de nieve que me extendió. Observé sus esferas de nieve que estaban sobre una larga mesa. No escuché sus palabras. De hecho, solo observé los objetos en venta. — ¿Deseas uno?.  

— Sí... — murmuré. — En realidad, quiero dos. 

Al final terminé comprando dos esferas de nieve. En una de ellas, dentro, estaba el personaje de un oso polar que parecía ser abrazado por la nieve. Y, en la otra esfera, había otro oso polar, solo que éste estaba de pie. Pero... diferente a todas las esferas que había visto antes en toda mi vida. Este oso polar estaba lleno de heridas y tenía flechas clavadas en su espalda. 

Regresé a casa y le preparé la comida a mi verdadero castigo. Dejé las esferas de nieve en mi cuarto, sobre una estantería. 

Al culminar de hacer algunos deberes me dejé caer sobre la cama, esta vez con mi libreta negra en manos, en donde escribo todo lo que siento en algún punto de mi triste existencia. 

Nada te cuesta sanar. ¿Porqué no sanas?.

Esperando sentada sobre mi cama que llegue el momento de que todo salga bien.

Esperando el momento en el que por fin el laberinto tome el rumbo correcto.

Que la historia que no tiene final, tenga un final.

Que el felices por siempre se haga real. 

Todas las heridas que hay en mi corazón, ¿Porqué no sanan?. Trato de vendar las cicatrices, de coser las que están abiertas, de evitar que se infecten. Pero aún así no cicatrizan. 

Nada te cuesta sanar, corazón. ¿Porqué no sanas?. '

 




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