Me mantuve en completo silencio, tratando de escuchar la conversación de mi madre junto a mi mal padre. Tal vez mi progenitora le estaba dando un sermón por el simple hecho de no haberme llevado consigo en vacaciones, y que ahora debía hacerlo.
Y es que claro, suele hacerlo todos los fines de semana por el simple hecho de que esos días no trabaja y no soporta la idea de tenerme en casa. Por ello, se hace "la súper mamá", simulando estar preocupada porque tengo un mal padre que no pasa tiempo con su hija y prefiere pasar tiempo con la hija de su actual pareja.
Me encuentro de pie frente a la puerta de la oficina de mi progenitor cuando de la nada ésta se abrió, sorprendiéndome. Quien apareció frente a mí fue un hombre alto, fornido, de ojos azul eléctrico y cabello negro carbón.
— Irás a tu casa a empacar, te vendrás conmigo a la casa de verano. — se apartó, dejando salir a mi madre quien tenía una sonrisa. Nunca sonríe. "¿Porqué será?".
Y así hice, regresé a casa y empaqué lo necesario, sonriente y animada al saber que regresaría a mi lugar especial, a pasar horas y horas escribiendo sin tener que recibir regaños de parte de mi madre al igual que comentarios frívolos que en muchas ocasiones me deprimían por completo.
— Pórtate bien, no quiero recibir quejas. La mujer de tu padre es muy quejona y tú muy molesta. — informó ayudándome a empacar.
— ¿Te importa lo que crea esa mujer?. Wuao, mamá. Me sorprendes. No sabía que fueras tan... caritativa. — dejé dentro de mi maleta un corto vestido floreado ya perfectamente doblado. Ella soltó un bufido, sin decir nada ante mi declaración. — ¿Cuándo volveré?.
— no lo sé, cuando acabe este verano, así que podrás pasar tiempo con tu padre. Tanto como siempre quisiste. — dijo irónica.
— Sí, claro... — murmuré. Seguimos empacando hasta que culminamos. Luego mi padre me pasó buscando, me despedí del novio de mamá, de ella y subí al auto para luego ir con papá a nuestro destino. — ¿Cuánto tardaremos?.
— Una hora aproximadamente. — respondió. Traía puesto una camisa blanca junto a un pantalón negro y unos lentes de sol sobre su cabeza. La verdad, mi padre es bastante guapo y agradezco haber sacado un noventa y nueve punto nueve porciento de parentesco a él y a su familia. Familia que no conozco, solo a mi abuelo y no me han permitido hablar con él.
Mi abuelo, Mackensie Graham. Un hombre de cincuenta años.
Lo sé, bastante joven.
Él es un hombre dulce, cariñoso, que de verdad me quiere y consciente. Él venía a verme constantemente, o fue así hasta que mi madre le prohibió verme, fue así desde que terminó con mi padre. Mack, mi abuelo, luchó por encontrarse conmigo y saber de mi vida, no obstante.... no fue posible. Se le presentó un viaje de negocios y se fue muy lejos, eso además de que el internet mi progenitora, de nombre Liss, me lo arrebató.
Y cómo lo extraño.
Él es la única persona que me importa en este mundo, la única persona a la que le importo, que me ama, que lucha por estar conmigo, que haría lo que fuera porque yo estuviese bajo su custodia. El día en que supe no podría verlo sentí que me habían robado lo último que me quedaba. Lo único que tenía y que apreciaba con todas mis fuerzas.....
Se había ido...
— Papá, ¿Cómo has estado?. Me he enterado que has abierto un nuevo hotel y que es súper. — él asintió sin mirarme ni sonreír.
— Pues he estado de maravilla y sí, Hera, abrí un nuevo hotel. — Respondió con indiferencia.
—¿Y cómo está tu prometida?. — pregunté sacando de mi mochila mis audífonos.
— Ella está bien. — y eso fue todo.
No hubo más conversación entre ambos. Ni siquiera me preguntó el cómo me iba en clases o si mi vida era tan miserable como lo aparentaba. Pero claro, ¿Qué le iba estar importando a él?.
No es nuevo y aún me sorprende, y cuando digo que me sorprende, me refiero a que, a pesar de que sé la situación en la que estamos... sigue doliendo igual que la primera vez que recibí su indiferencia y su rechazo.
Y es que estoy tan cansada.
¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?. Me siento tan perdida....
— Papá... ¿Has visto al abuelo?. Hace mucho tiempo que no sé nada de él.
— Está bien. Está ahora en Francia, se le presentaron varios trabajos allá. — suelto un sonido de afirmación.
— No he podido comunicarme con él. Mamá no me lo permite y lo extraño mucho... ¿Él te a preguntado por mí?. — me acerqué y me coloqué entre los asientos delanteros, mirando su perfil y la amarga sonrisa que se dibujó en su rostro.
— Como no tienes idea. Siempre que me llama es para preguntarme por ti. — sonreí ampliamente.
— ¿¡En serio!?. — comenté entusiasmada. — ¿Él irá a la cabaña?, ¿Pasará el verano con nosotros?.
— No.
— ¿Porqué no?.
— Ya te dije, tiene mucho trabajo. — asentí. Mi corazón se encontraba acelerado y las lágrimas amenazaban con deslizarse por mi mejilla. Por ello me recosté contra el asiento, me coloqué mis auriculares los que conecté a mi pequeño reproductor de música bastante antiguo y coloqué música para mirar por la ventana, dejando que una lágrima de alegría se deslizara por mi mejilla.
Aún se acuerda de mí. Eso es suficiente.
***
Abrí la puerta y me bajé. Mi padre me entregó mi maleta y la recibí agradecida. Y es que en verdad estar en su compañía es mucho mejor que estar con Liss. Al menos mi padre me soporta y disimula sus molestias. Al menos... se preocupa por no hacerme sentir mal y despreciada.
Observé mis alrededores encantada. Todo parecía estar mejor que antes. Habían terminado de construir la cabaña y se veía preciosa. Eso además de que sus alrededores.... la flora avanzó rápido y de una forma extremadamente perfecta.
— Vaya, papá. Esto es fantástico. — El mencionado solo asintió. Caminamos hasta la entrada de la cabaña, que terminó transformándose en una preciosa y enorme casa, y allí vimos salir de la "mansión" a la prometida de mi padre. Una mujer joven y hermosa, puedo decir que perfecta para mi progenitor.
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Editado: 17.05.2022