Va caminando a recoger las cartas al buzón, aún sigue en pijama y luce tan radiante, ni la más mínima prenda podría quitarle la belleza que muestra por fuera, sus ojos son claros y hermosos, la luz de aquel amanecer se reflejan en sus ojos dejando ver algo indescriptible, tiene el cabello negro y rizado, es abundante como un bosque en plena temporada de lluvia, frondoso, radiante, hermoso, su piel tan clara y muy delicada, es delgada, apenas tiene 20 años, su sonrisa podría opacar al mismo sol y a la luna llena en la noche más hermosa y clara de que pueda haber, siempre mantiene esa sonrisa implacable, sincera, y que puede cambiar de humor a quien se cruce en su camino.
- ¡Buenos días Angie! - le dice su vecino al otro lado de la barda sonriente, al parecer la estima mucho tanto como si ella fuera su propia nieta. - ¿Cómo has amanecido el día de hoy hija?.
- ¡Buenos días! Muy bien señor Santiago, gracias por preocuparse por mí – le contesta mientras sonríe de la manera que solo ella lo sabe hacer.
- ¡Por favor hija! Puedes llamarme Santiago solamente.
- Aun no me acostumbro, usted es como mi abuelo – la mira fijamente y deja ver en su rostro una pequeña curva bajo su nariz, está feliz de escuchar esa palabra “abuelo”.
Angie entre nuevamente a casa con todos los correos que encontró en el buzón, después de regresar de vacaciones familiares junto a su madre, no esperaba otra cosa más que encontrar esa caja metálica frente a su puerta llena de recibos y una que otra carta de algún miembro de la familia que se encuentra lejos; encuentra un sobre en particular con su nombre: Angie Cortés y los datos de procedencia., juega un poco con el sobre y lo coloca sobre la mesa, sube a la recamara de su madre a entregarle los demás, regresa lo más rápido posible por el que dejó, sonríe un poco, es posible que haya llegado lo que ella tanto esperaba, decide abrirlo por la parte de al lado, de momento tiene la hoja sobre las manos, lo desdobla para poder leer su contenido, y sí, efectivamente es lo que ella tanto estaba esperando, se queda callada por un momento, sonríe y cambia su expresión, se mira alegre de haber recibido tal sobre y comienza a gritar por toda la casa llena de tal gratitud, sube hasta la habitación de su madre a contárselo, claro, su madre ya se ha dado cuenta con tan estremecedor grito y alboroto que se escuchaba hasta el último rincón de la casa.
- ¡Madre! Por fin, aquí está – dice Angie. Su madre disimula que no se ha dado cuenta de lo que ha pasado, por dentro está feliz, el hecho de que su hija haya recibido tal noticia le hace sentir bien, continúa leyendo y revisando el correo. - ¡Mira! Mira…
- ¿Qué es hija? ¿Por qué tan feliz? – pregunta Mirna, su madre.
- Lo que tanto espere, no dejé de pensar en esto durante las vacaciones – se nota la felicidad en ella, sus ojos se tornan más luminosos que antes, esto es importante para ella.
- Déjame ver – dice Mirna mientras le pide la carta a su hija, Angie le da el sobre y su madre revisa el documento. - ¡Felicidades mi niña! – le dice Mirna y la abraza. Angie le corresponde abrazándola también.
Pero de pronto un cambio viene sobre ella, la invade un poco de tristeza, no es capaz de esconder ese sentimiento, nada podría opacar la felicidad que ella sentía, excepto, ese detalle.
- Tranquila…estoy seguro que él estaría igual de contento y orgulloso de ti – le dice si madre.
- ¡Lo se! Es solo que no puedo evitarlo, extraño mucho a papá, quisiera compartir este momento también con él – y una pequeña lagrima recorre su mejilla.