Prefacio

Imagínate acostado en tu cama, cerrando los ojos fuertemente e intentando que las sábanas sean un escudo que te protejan. Imagínate con un terror atroz, con la respiración superficial y los labios apretados. Imagínate que un monstruo está a punto de deslizarse junto a ti y de devorarte. E imagina que la voz se te irá, que el miedo te paralizará y que nadie, en esa oscuridad infernal, de ti se apiadará.

Y entonces el monstruo te comerá, te consumirá el alma hasta que seas solo un cascarón vacío o un juguete inerte… hasta que ya no seas tú o lo que ibas a ser.

Imagínate que ese demonio, al levantarse el sol, se transforma en un ser diferente. En un ángel. En un salvador. E imagínate a ti, riendo con él, jugando con él.

Imagínate fingiendo, pretendiendo ser feliz, mientras el terror crudo te corroe las venas, te enfría el cuerpo, sabiendo que al caer la luz, el infierno se desatará.

Una y otra y otra y otra vez.

Ahora te diré un secreto.

Lo que tú te has imaginado, es mi realidad...

… desde que tengo memoria.