Podía oler la tierra húmeda, era una de las cosas que disfrutaba del mundo. Cuando llovía, el olor me envolvía por completo, trayendo paz a mí alma. ¿Alma?¿Tendré alma?
La vi salir de casa, como cada mañana. Era una chica atractiva, siempre la veía desde mi ventana. Por alguna razón, ella me atraía, como la abeja al panal. A veces permitía que el deseo me controlara, cuando eso pasaba me metía en problemas.
La vi con su tapabocas y guantes, parecía una de esas investigadores de laboratorio. Un carro pasó a buscarla, seguramente para llevarla al trabajo.
Se fue y una desazón se apoderó de mí. ¿Cuanto hacia que no se daba gusto? Más de ciento veinte dias, ¡Bendito Covid-19!
Mi vida era de gustos simples. Desde muy joven, noté no ser igual a los demás. No me interesan los juegos o deportes, cuando a mi edad era lo normal. En mi adolescencia, no me interesaba las citas o chicas como a los otros. Bueno, eso no era del todo cierto. Las chicas, mejor dicho su cuerpo, sí me interesaba.
A los trece descubrí que si tenía emociones, jugando en el monte ví un pequeño gato herido. Lloraba por el dolor, me fui acercando embelesado por la escena.
Solo recuerdo como podía sentir su cuerpo palpitar entre mis manos y en un instante ya no. Supe de inmediato, que tenía que volver hacerlo. Sentir el poder de dar y quitar vida. De eso ya han pasado casi dos décadas.
Del intrépido adolescente queda ya muy poco. Ahora soy un hombre adulto, quien había desarrollado sus aptitudes en el fino arte de estimular mis sentidos.
Este encierro, la monotonía me está matando. Estoy como un adicto en desintoxicación, me preocupa porque mi esposa podría conocer la realidad. Sería una lástima, porque he sabido llevar una vida "normal" sin que ella sospeche lo que realmente disfruto.
Mi pequeña juega a mi lado, un deseo malsano intenta controlar mi mente.¡No puedo! Debo salir y darle a mi oscuridad un poco de calma.
- ¿Amor? - llama mis esposa desde la cocina -¿Podrías salir a comprar café?
Una sonrisa ladina reluce en mis labios. La oportunidad se ha presentado, no la puedo dejar escapar.
Salgo de casa, la adrenalina recorre mi cuerpo. Voy caminando, planificando mi próximo paso, lo único que lamento es que no tengo mucho tiempo. Debo hacerlo rápido.
- Hola, Raúl- escucho la voz de mi querida vecina. ¿Será el destino?- qué bueno que te encontré, así puedo volver contigo a casa.
Le miró triunfante, después de todo puede que sí me pueda dar un gusto. Nos sumergirnos en una vanal conversación sobre esta pandemia. Le pido que me acompañe en mi carro a una última diligencia, para después partir a casa.
Ella inocentemente acepta, estoy tan excitado que intento disimularlo. Desde hace unos años tengo un lugar donde hacer estos menesteres. Una pequeña granja que cuido. Es de un amigo, salió de país y me pidió que estuviera pendiente, para que no le invadieran.
Llegamos al lugar, ella se baja del coche. Esta sonrosada, sospecho que ella tiene una mala idea del porque estamos aquí. La guío por la zona, ella va por delante, mi corazón se acelera. Mis manos tiemblan, solo escucho un pitido en mis oídos. Ha llegado la hora. Le tomo por el cuello, ella se asusta y forcejea. Eso me excita más, la lucha le da placer a mi cacería.
Necesito ver sus ojos, la volteo sin soltarle el cuello. Esto le da un pequeño respiro para gritar. ¡Sí, grita! Digo para mis adentros.
Sus ojos van perdiendo el brillo de la vida, me mira con asombro y decepción. Había deseado hacer esto desde el día que le conocí. Hace diez años. Tengo por regla no hacerlo cerca de casa. Pero hoy tuve que hacer una excepción.¡Bendita pandemia!
Puedo sentir su pulso a través de mis manos. Primero acelerado y poco a poco más despacio hasta detenerse. Sus ojos se van volviendo opacos. Es asombroso como algo tan sencillo como quitar la respiración, puede quitar la belleza que genera la vida.
En un instante todo acaba, me siento tranquilo, en paz. He logrado mi objetivo. La miro sin vida en el suelo, lo siento, susurro.
Hago lo que siempre, tomo un pendiente como recuerdo de este grato momento. La arrastró hasta mi escondite. Unas horas más tarde, mi pequeña niña salta sobre mis rodillas, llena de vida. Solo que ahora no tengo esos pensamientos, vamos a ver hasta cuándo....
Editado: 04.08.2020