La clase terminó en un abrir y cerrar de ojos. Apenas había prestado atención al maestro, pero sabía que el tema tenía algo que ver con los tereny. Mientras guardaba mis cosas, una chica a la que nunca había visto se acercó a mí con un papel en la mano.
Al abrirlo, leí: Nos encontraremos en los jardines traseros de la academia cuando sea tarde. Ven sola.
Una sensación de alarma se encendió dentro de mí. Algo andaba mal. Al salir del aula, mis amigos Lisa, Ariana y Lucas se acercaron para preguntarme cómo me había ido. Nos sentamos juntos a descansar, y coloqué a Ciel, mi pequeño dragón, sobre mis muslos para que se relajara.
Poco después, Cedríc apareció, tan alegre como siempre. Se sentó a mi lado y me envolvió en un abrazo cálido. Conversamos por un rato, y entre risas, planeamos un día para salir juntos los cinco.
El ambiente era tranquilo, así que decidí hablarles de la nota. Sus reacciones fueron inmediatas.
—No vayas sola, podría ser peligroso —dijo Lisa, preocupada.
—No se preocupen, estaré bien. Esto no me tomará mucho tiempo —les aseguré con una sonrisa.
A pesar de mis palabras, ninguno parecía convencido. Les pedí que regresaran a sus habitaciones a descansar. Las agotadoras clases nos habían dejado exhaustos a todos. Después de despedir a Lisa, Ariana y Lucas, solo Cedríc se quedó conmigo.
—Déjame acompañarte. No me gusta esto —dijo con un tono serio.
—Cedríc, soy fuerte. Estaré bien. Por favor, cuida a Ciel mientras voy.
Aunque no estaba de acuerdo, finalmente aceptó. Me despedí de él, aunque su rostro dejaba claro que mis palabras no le tranquilizaban.
Cuando llegué al punto de encuentro, vi a Alexia. Su mirada furiosa me atravesó como un cuchillo.
—¡Semejante zorra! ¿Cómo te atreves a robarme la atención del príncipe Cedríc? —exclamó, acercándose a grandes pasos.
—Lo siento, pero no entiendo de qué hablas —respondí con sinceridad.
—¡No te hagas la inocente! Sé que lo sedujiste solo porque es el heredero del imperio más grande —dijo con enojo.
Me quedé perpleja. ¿Qué estaba diciendo? Ella lo tenía todo: belleza, prestigio y hasta la atención de Adrián, la persona que más admiraba en secreto. Mientras me perdía en esos pensamientos, Alexia siguió atacando.
—¡Cedríc no ve a nadie más que a ti! Yo soy la persona más hermosa de esta academia. Todos deberían adorarme, pero él no cae bajo mi encanto.
—Todo lo que dices acerca de Cedríc es falso —le respondí con calma, intentando calmar la situación.
—¡Cínica! —gritó, antes de golpearme en el rostro con la fuerza de un látigo.
Tropecé hacia atrás, pero antes de que pudiera recuperarme, volvió a atacarme. Sentí el sabor metálico de la sangre llenándome la boca. La rabia en sus ojos era salvaje. Me lanzó al suelo de un empujón y no dejó de golpearme, como si su odio la hubiera poseído por completo.
—¡Eres insignificante! ¡No mereces nada de lo que tienes! —gritó, su voz casi desgarrada por la furia.
El mundo empezó a girar, y entonces vi a Adrián corriendo hacia nosotras. Pero su llegada no fue mi salvación. Sus manos se cerraron alrededor de mi cuello, levantándome del suelo con facilidad inhumana.
—¿Cómo te atreves a tocar lo que más valoro? —gruñó. Su voz era un rugido, y sus ojos destilaban una ira tan pura que el miedo paralizó mi cuerpo.
Intenté patear, rasguñar, cualquier cosa, pero era inútil. El peso de mi cuerpo pendía de su agarre, y el aire me abandonaba a cada segundo. Mi visión comenzó a oscurecerse, hasta que una fuerza brutal apartó a Adrián de mí.
Cedríc había llegado como un vendaval, lanzándose contra Adrián con una furia que nunca antes había visto en él. Ambos cayeron al suelo, y Cedríc comenzó a golpearlo sin piedad.
—¡Cómo te atreves a tocarla! —gritó Cedríc, cada palabra acompañada de un golpe que resonaba como un trueno.
Intenté moverme, pero el dolor en mi cuerpo me tenía paralizada.
—P—por favor… detente —suplicó mi voz débil.
De repente, un rugido ensordecedor llenó el aire. Ciel, en su forma verdadera, se lanzó desde las sombras, envuelto en llamas. Sus ojos brillaban con furia mientras abría las fauces para atacar a Adrián.
Una llamarada de fuego surgió de su boca, pero con un último esfuerzo levanté la mano y conjuré un hechizo para disiparla.
— ¡Ciel, alto! —grité, mi voz rota pero firme.
El dragón se detuvo, retrocediendo con una mirada triste mientras volvía a su tamaño pequeño. Cedríc, sin embargo, no había terminado. Se levantó, su figura dominante y su mirada encendida.
—Escúchame bien, Adrián. Si vuelves a tocar a Kerent, yo mismo te arrancaré la cabeza y se la daré a mi tereny. ¿Entendido?
Adrián apenas podía mantenerse en pie. Me lanzó una última mirada cargada de desprecio antes de retirarse, Alexia siguiéndolo como una sombra temblorosa.
Cedríc se volvió hacia mí. Su expresión era una mezcla de preocupación y rabia contenida. Sin decir una palabra, me cargó en brazos. El mundo se volvió borroso mientras me llevaba a mi habitación, con Ciel volando a nuestro alrededor y su tereny vigilando cerca.