He estado cuidando de Lisa desde el día en que me confió su más doloroso secreto. La vulnerabilidad en su mirada me partió el alma, y desde entonces no he dejado que esté sola. Sin embargo, no puedo evitar sentir miedo de que, consumida por su dolor, haga algo impulsivo. Por eso, cada día utilizo mi magia para calmar su mente y apaciguar sus emociones. Poco a poco, su estado ha mejorado, pero sé que las heridas de su alma tardarán más en sanar.
Lisa me suplicó que guardara su secreto, que no se lo contara a nadie, ni siquiera a Ariana y Lucas. Tomó mis manos entre las suyas, temblorosas, y me miró con ojos suplicantes.
—Por favor, Kerent… no quiero que nadie más lo sepa.
Le respondí con un tono firme, aunque lleno de ternura:
—No tienes que preocuparte, Lisa. Mis labios están sellados.
Por otro lado, el incidente con ese detestable príncipe, Eduard, provocó un revuelo en la academia. Tanto así que el señor Direnty, una de las figuras más respetadas, me llamó a su oficina. Su expresión era severa, pero había una calma que no esperaba.
—Kerent, sé por qué lo hiciste, y confío en ti —dijo, con un tono más comprensivo del que imaginé—. También sé que no actuarías sin una razón justa. Por esta vez, no habrá consecuencias, pero la próxima vez, por favor, ten más cuidado.
Sus palabras me aliviaron más de lo que pensé que lo harían. Inclinándome en señal de respeto, murmuré:
—Gracias por su confianza, señor Direnty. Lo que hice, lo hice por justicia.
Antes de irme, noté el agotamiento en su rostro y decidí retribuir su comprensión. Con un hechizo sencillo, disipé su fatiga, dejando que un brillo de energía regresara a sus ojos. Él me dedicó una leve sonrisa, y yo me retiré a mis clases, agradecida por su apoyo.
En cuanto al tercer príncipe, Eduard, su destino no pudo haber sido más apropiado. Desde el día en que abandoné su sala, se ha mantenido en el hospital, alegando un malestar severo que lo consume lentamente. Algunos murmuran que es una enfermedad súbita; otros, que es el peso de sus pecados.
Yo, por mi parte, no puedo evitar sentir una oscura satisfacción. Cada segundo que sufre es una pequeña muestra de lo que merece. Y aunque no lo diga en voz alta, en lo más profundo de mi ser me alegro de que esté pagando por lo que hizo.
El salón de reuniones estaba sumido en un silencio expectante cuando entré junto con Cedríc. Los maestros de la academia, conocidos por su sabiduría y firmeza, estaban sentados alrededor de una mesa redonda de madera oscura. Sus rostros serios indicaban que lo que venía no era una simple conversación.
El director Direnty fue el primero en hablar, su voz grave resonó en la sala con autoridad.
—Kerent, Cedríc, gracias por venir tan rápido. Hay un asunto de suma importancia que debemos discutir con ustedes.
Hice una ligera reverencia, tratando de ocultar el escalofrío que recorrió mi espalda.
—Estoy a su disposición, señor. ¿De qué se trata?
La profesora Arthel, con su mirada siempre penetrante, me observó con una mezcla de preocupación y determinación.
—Hemos recibido una solicitud del Imperio Geraldy. Están enfrentando disturbios causados por magia descontrolada, y necesitan nuestra ayuda. Después de debatirlo, hemos decidido que tú, Kerent, liderarás esta misión.
Abrí los ojos con sorpresa, pero antes de que pudiera formular una pregunta, Direnty continuó.
—No irás sola. Aunque eres nuestra alumna más poderosa, esta tarea requerirá cooperación. Ariana y Lucas te acompañarán, y, debido a la naturaleza del problema, Cedríc también formará parte del equipo.
—¿Cedríc? —pregunté, intentando disimular la mezcla de alivio e incertidumbre que su inclusión me provocaba.
El director asintió.
—Como príncipe heredero del Imperio Geraldy, él conoce mejor que nadie el terreno y la situación política. Su experiencia, combinada con tus habilidades, será fundamental para el éxito de esta misión.
Me quedé en silencio unos segundos antes de inclinar la cabeza en señal de aceptación.
—Lo entiendo. Haré lo necesario para cumplir con las expectativas.
Arthel extendió un mapa sobre la mesa, señalando una región cerca de la capital imperial.
—El área afectada es una ciudad clave para el Imperio. Los disturbios han causado estragos en las cosechas y generado temor en la población. Creemos que un artefacto antiguo es el causante de esta inestabilidad, pero necesitarás investigarlo para confirmarlo.
—¿Un artefacto? —pregunté mientras me inclinaba hacia el mapa.
—Uno de origen desconocido, posiblemente de la época antigua —explicó el profesor Lenior con tono grave—. Su energía es peligrosa, y cuanto más tiempo permanezca activo, mayores serán los daños.
Direnty me miró fijamente, como si quisiera grabar su confianza en mí.
—Kerent, esta misión es más que un desafío mágico. Es una prueba de liderazgo y de tu capacidad para resolver problemas complejos. Dependerás de tus compañeros, y ellos de ti.
Sentí la mirada de Cedríc sobre mí. Cuando nuestros ojos se encontraron, su expresión era tan tranquila como siempre, pero transmitía una determinación inquebrantable que me dio fuerzas.