El tiempo ha pasado rápidamente, y ahora, casi sin darme cuenta, estoy a punto de finalizar mi segundo año en la prestigiosa Academia Marifor. Han sido meses llenos de desafíos, aprendizajes y momentos inesperados que me han hecho crecer tanto en habilidades como en mis relaciones personales. A pesar de las dificultades, he logrado avanzar en mis estudios y en el dominio de mis hechizos, pero también me he encontrado con nuevas amenazas y secretos que aún no estoy lista para enfrentar por completo. Cada día me recuerda que mi tiempo aquí es limitado y que muchos caminos aún están por trazarse, pero lo que más me intriga es qué me depara el tercer año, cuando los verdaderos desafíos parecen estar más cerca que nunca.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos dorados y anaranjados, cuando finalmente terminó nuestro segundo año en la Academia Marifor. Los exámenes y las tareas ya eran cosa del pasado, y por fin podíamos relajarnos un poco. Después de semanas de arduo estudio, decidimos que merecíamos un respiro. La idea había surgido espontáneamente la noche anterior: ¿por qué no ir a la playa para celebrar el final del curso?
Así que, al día siguiente, sin pensarlo demasiado, preparamos nuestras mochilas y nos dirigimos hacia la costa. El grupo estaba formado por los mismos de siempre: Ariana, Lucas, Lisa, Cedríc y yo. Todos estábamos emocionados por el cambio de ambiente, y el aire fresco del mar parecía estar invitándonos a dejar atrás las tensiones del año.
El viaje en carruaje fue ameno, lleno de risas y bromas mientras mirábamos el paisaje que se transformaba a medida que nos acercábamos a la playa. Cuando llegamos, el olor salado del mar nos golpeó de inmediato, y el sonido de las olas chocando contra la orilla llenó el aire.
—¡Finalmente! —exclamó Lisa, saltando del carruaje y corriendo hacia la arena. Su risa contagió a todos mientras se quitaba las botas para sentir la suavidad de la arena bajo sus pies.
Ariana siguió su ejemplo, estirándose mientras se soltaba el cabello, y Lucas, más tranquilo, se recostó en la arena, mirando el horizonte.
Cedríc se acercó a mí con una sonrisa, y antes de que pudiera decir algo, él ya estaba caminando hacia el agua con paso decidido.
—¿Te atreves a mojarte los pies? —me preguntó con una sonrisa traviesa.
Lo miré, dudando por un momento. El agua estaba fría, pero el ambiente era tan relajante que no pude resistirme.
—Voy, pero no me hagas correr —respondí riendo mientras me quitaba las sandalias y lo seguía hacia la orilla.
El agua fría del mar me caló hasta los tobillos, pero la sensación era refrescante y deliciosa bajo el sol. Los cinco nos reunimos rápidamente, charlando y bromeando entre nosotros, olvidando por completo las preocupaciones que normalmente invadían nuestra vida académica. Al final, nos tiramos en la arena, disfrutando de la tranquilidad que solo un día como ese podía brindarnos.
—Este es el mejor descanso de todos —dijo Lucas, mirando al cielo con los brazos detrás de su cabeza.
—Y lo hemos ganado —añadió Ariana, sonriendo mientras observaba a cada uno de nosotros con una expresión de satisfacción.
Lisa, por su parte, se levantó y se acercó a la orilla, jugueteando con el agua. Fue entonces cuando Cedríc se acercó a mí, mirando el mar con una expresión tranquila.
—Estoy feliz de que estemos aquí —dijo, tomando mi mano con suavidad—. Merecíamos este momento, Kerent.
Le sonreí, sabiendo que el tiempo que pasábamos juntos era aún más valioso después de todo lo que habíamos enfrentado. Nos quedamos allí, disfrutando de la paz del momento, sabiendo que, aunque el segundo año había terminado, nuestras historias aún continuaban.
La brisa marina acariciaba nuestros rostros mientras Lisa y yo nos sentábamos en la orilla, observando cómo las olas rompían suavemente en la arena. El resto del grupo había decidido explorar las rocas cercanas, dejándonos solas por un momento. Desde la distancia, podía sentir la mirada de Cedríc sobre mí, pero mi atención estaba completamente en Lisa, quien, más callada de lo habitual, parecía perdida en el horizonte, como buscando respuestas en el vaivén del agua.
—Lisa, ¿estás bien? —pregunté, rompiendo el silencio con voz suave.
Ella suspiró, dejando que la arena se deslizara entre sus dedos. Durante un instante, pensé que no iba a responder, pero luego me miró, y en sus ojos vi tristeza y una frustración que parecía haber cargado durante mucho tiempo.
—Kerent, ¿alguna vez has sentido que, no importa lo que hagas, nunca será suficiente para alguien que debería amarte incondicionalmente? —susurró.
Su pregunta me descolocó. Negué lentamente, instándola a continuar.
—Mi padre… —empezó, su voz temblorosa—. Creo que me odia. O, al menos, así se siente.
Fruncí el ceño, incapaz de comprender sus palabras.
—Eso no puede ser cierto, Lisa. ¿Por qué piensas algo así? —le dije, intentando sonar tranquila, aunque por dentro estaba alarmada.
Lisa rio con amargura, fijando la vista en la arena.
—Porque lo sé. Todo empezó cuando me ayudaste con el tercer príncipe… —murmuró, y su voz se rompió al recordarlo—. Cuando le diste su merecido por todo lo que me hizo, él rompió el compromiso. Mi padre se enfureció porque había perdido la oportunidad de casarme con alguien de alto rango. Desde entonces, no me habla, y cada vez que me ve, su mirada está llena de desprecio.