Un momento más

Capítulo 15: Descontrol

La luz del sol entraba por las ventanas altas, bañando la sala de clases con un resplandor dorado que acariciaba las mesas de madera llenas de pergaminos y libros antiguos. El aire de la Academia Marifor siempre tenía un peso peculiar, como si la historia y el poder de siglos pasados estuvieran incrustados en cada ladrillo. Me encantaba ese peso. Me recordaba por qué estaba aquí, por qué debía ser más fuerte.

Me encontraba en una clase que me encantaba, en esta clase solamente estaba con lisa, los demás estaban en clases diferentes, lisa no era muy buena en esta clase, así que siempre se sentaba junto a mí por petición mía ya que me sentía mejor si ella estaba cerca mía y así yo la podía ayudar si algo se le dificultaba.

Desde aquel día en que fue la pijamada Cedríc ha estado demasiado apegado a mí, le pregunte si se sentía mal, pero me dijo que se sentía excelente, también ariana esta actuado raro como que ella supiera cosas que yo no.

En la primera fila, donde ocasionalmente me sentaba, observé atentamente a Caldran mientras trazaba las runas protectoras en la pizarra mágica. Su mano se movía con precisión, delineando cada curva y línea con la certeza de un maestro consumado. Podía escuchar su voz, grave y solemne, pero mi mente estaba completamente inmersa en los símbolos. Cada runa no era solo un trazo, sino una vibración, una conexión entre lo tangible y lo etéreo.

—Un simple error puede hacer que una barrera, que debe proteger, se convierta en una trampa mortal —dijo, haciendo énfasis en cada palabra.

Lo entendía. Más que nadie, sabía lo que significaba fracasar en la magia. No había margen para equivocaciones.

—¿Alguna duda, Kerent? —preguntó de repente, mirándome con esos ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente.

Negué suavemente con la cabeza, mi voz firme. —No, maestro. Estoy lista para continuar.

Sus labios esbozaron una sonrisa apenas perceptible. Era raro verlo satisfecho, pero con cada desafío que me planteaba, yo lograba responder. No porque quisiera destacar entre mis compañeros, sino porque entendía lo que estaba en juego.

Mientras él continuaba con la lección, sentí las miradas de algunos estudiantes clavadas en mí. Podía escuchar sus susurros, fragmentos de admiración y envidia. No me molestaba; sus opiniones no eran mi preocupación. Lo único que importaba era el conocimiento.

—Ahora, pasemos a la práctica —anunció Caldran, dirigiéndose a las mesas llenas de materiales. —Cada uno deberá conjurar una barrera protectora utilizando las runas aprendidas hoy.

Tomé mi pluma y comencé a trazar las runas con cuidado, sintiendo la energía fluir a través de mis dedos. Era como un río cálido, constante y poderoso. No tardé mucho. Apenas unos momentos después, una esfera de energía resplandeciente apareció frente a mí. Era pura, perfecta, y vibraba con una intensidad que sentí en cada fibra de mi ser.

Caldran se acercó, observándola con atención. —Impresionante —dijo, con los brazos cruzados. —Tienes un dominio del arte que pocos alcanzan. Pero recuerda: el verdadero poder no está solo en la técnica. La sabiduría de cómo y cuándo usarlo es lo que define a un verdadero hechicero.

Asentí, pero en mi interior, sabía que no me bastaba con ser buena. Quería ser la mejor. No por ambición, sino porque el mundo lo necesitaba. Había sombras allá afuera, más allá de los muros de la Academia, y alguien debía enfrentarlas. Yo debía ser esa persona.

Sin embargo, mientras las palabras de Caldran resonaban en mi mente, sentí algo extraño. Una presión invisible llenó el aire, casi imperceptible, pero innegablemente real. Por un instante, un susurro oscuro recorrió mi mente, como un eco lejano de algo que no podía comprender.

No dejé que mis compañeros lo notaran. Mantuve la calma, enfocándome en mi barrera. Pero en mi interior, algo me decía que este era solo el principio. Había secretos en Marifor que aún no había desenterrado. Y fuera de estas paredes, algo se movía en las sombras, esperando el momento adecuado para atacar.

El desafío no era solo dominar la magia. Era estar lista para lo que estaba por venir.

La tarde se cernía sobre la Academia Marifor, pero la paz habitual que se asentaba en sus pasillos se desvaneció rápidamente, transformándose en una pesadilla. El sol, que ya descendía, parecía querer esconderse ante la violencia inminente. Un aire denso impregnado de una ominosa calma llenaba el lugar, como si el mundo estuviera esperando a que la oscuridad se desatara.

Había salido de una agotadora sesión de entrenamiento con runas protectoras, mi mente aun procesando las nuevas enseñanzas de mi maestro, Caldran. Estaba lista para descansar cuando un grito desgarrador rompió la quietud de la tarde. No era un simple lamento, sino un grito de desesperación y muerte, algo que helaba la sangre.

El punto principal de mi caminata era encontrar a Cedríc y hablar con él, pero Me detuve de inmediato, mi corazón acelerado. El sonido provenía del ala oeste, donde se encontraban las salas de práctica. Sin pensarlo dos veces, conjuré una esfera de luz, mi mente ya preparada para lo peor.

—¡Alumnos! —grité, corriendo a toda velocidad hacia el origen del grito. Mis pasos resonaban como tambores de guerra, la ansiedad pesando en mi pecho mientras avanzaba.

Conforme me acercaba, el aire se volvía más espeso, impregnado de un olor metálico que reconocí inmediatamente: sangre fresca. Al llegar a la sala principal, el espectáculo que se presentó ante mí fue uno de horror puro. Varios estudiantes yacían en el suelo, algunos inconscientes, otros completamente desmembrados, sus cuerpos mutilados y esparcidos como marionetas rotas. Criaturas demoníacas de piel escamada y ojos incandescentes merodeaban por el lugar, disfrutando de la carnicería.



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En el texto hay: fantasia, academia de magia

Editado: 20.02.2025

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