Un momento más

Capítulo 18: Batalla

Habían transcurrido muchas horas desde que salimos de la academia para llegar a la tierra de las tinieblas, aunque mucho íbamos arriba de nuestros tereny, otros solo caminaban.

A la lejanía se puede ver un terreno vacío, y sin vida, pero al mirar detenidamente, puedes ver unas criaturas que producen mucho miedo, todos los magos que emos venido nos produce mucho escalofrió, seguimos avanzando hasta llegar exactamente en donde se ve una división entre la tierra normal y la tierra árida que es la tierra de la tinieblas.

El desierto se extendía como un océano muerto, árido y desgarrado por grietas que parecían heridas abiertas en la tierra. La niebla gris lo cubría todo, como si el mundo estuviera envuelto en un sudario. No había viento, solo un silencio cargado de tensión que parecía susurrar advertencias. Al cruzar la línea de separación, el aire se volvió más pesado, más denso, impregnado con un olor acre, mezcla de podredumbre y sangre seca.

El rugido de los demonios rompió el silencio con una brutalidad que heló la sangre en nuestras venas. Surgieron como una tormenta viva: alas desgarradas que batían el aire, colmillos afilados goteando una sustancia negra que corroía la tierra, garras inmensas que arrancaban fragmentos del suelo mientras avanzaban. Cada uno de ellos parecía diseñado para destruir. Algunos tenían cuerpos musculosos y retorcidos, otros parecían surgir de las pesadillas más oscuras: bocas que se abrían en lugares imposibles, extremidades desproporcionadas y ojos que ardían con un odio inhumano.

Nuestra formación se mantuvo firme, aunque los murmullos nerviosos de algunos compañeros traicionaban su miedo. La primera línea, los magos más experimentados, desataron una tormenta de hechizos. Fuegos rugieron, rayos cayeron y estacas de hielo atravesaron los cuerpos de los demonios, destrozándolos en una orgía de sangre negra que salpicaba el aire. Pero por cada uno que caía, dos más tomaban su lugar. La línea comenzó a tambalearse cuando las criaturas más grandes, monstruos de varios metros de altura, se abalanzaron con una furia imparable.

En la segunda línea, donde estábamos los estudiantes, el caos empezó a apoderarse de nosotros. Uno de mis compañeros lanzó un hechizo que rebotó contra la dura piel de una bestia alada y, en respuesta, esta lo atravesó con sus garras. Su grito se cortó cuando fue levantado en el aire y destrozado en pedazos. La sangre cayó sobre nosotros como una lluvia caliente. Otro demonio, un ser esquelético con una mandíbula descomunal, desgarró a una joven que no pudo reaccionar a tiempo, y su cuerpo cayó al suelo como un muñeco roto.

El instinto de supervivencia superó mi miedo. Conjuré una lanza de fuego que atravesó el torso de una criatura deforme que corría hacia mí. Sus entrañas se derramaron al suelo en un charco viscoso mientras caía, pero apenas tuve tiempo de respirar antes de que otra criatura se lanzara desde un costado. Sus garras rozaron mi brazo, dejando un corte profundo que ardió como si me hubieran vertido ácido. Grité, pero mi hechizo salió de inmediato: una ráfaga de energía que hizo explotar su cabeza en un estallido de huesos y sangre negra.

En la primera línea, los magos estaban siendo arrastrados al infierno, literalmente. Una criatura con cuernos en espiral y brazos como látigos los derribaba uno por uno, mientras su risa resonaba, burlona. El suelo temblaba bajo los pasos de una bestia colosal, un demonio que parecía hecho de piedra y carne podrida, con un rostro sin ojos, pero lleno de bocas que gruñían y babeaban. Los hechizos parecían apenas rozarlo mientras avanzaba, aplastando a los heridos bajo sus pies.

No podía permitir que eso continuara. Sentí la furia recorrerme como un torrente de lava. Extendí mis manos al cielo, ignorando el dolor en mi brazo herido, y pronuncié un conjuro que desgarró el aire. Una bola de fuego masiva, ardiente como el sol, descendió con una violencia apocalíptica, chocando contra el demonio colosal y provocando una explosión que sacudió la tierra. Sus gritos fueron un eco gutural mientras se desintegraba, llevándose consigo a decenas de criaturas cercanas. Pedazos de carne quemada y huesos volaron en todas direcciones, salpicándonos con sangre caliente y un hedor insoportable.

Por un instante, la marea se detuvo, los demonios retrocedieron, pero no por miedo. Podíamos ver más de ellos en la distancia, una legión interminable que avanzaba, rugiendo como una ola oscura que prometía arrasarlo todo. El cielo se tiñó de rojo, como si compartiera nuestro destino. Ajusté mi postura, sintiendo la sangre goteando de mi brazo y mezclándose con la tierra. No había tiempo para descansar. La batalla apenas comenzaba, y la muerte parecía acercarse con cada paso.

Cedríc y yo éramos una tormenta de destrucción, nuestras magias combinadas desataban un poder tan letal que el suelo mismo parecía gritar bajo nuestro ataque. Los demonios caían en pedazos, destrozados por explosiones de fuego y rayos que los desgarraban sin piedad. Desde el cielo, Ciel descendía como una bestia infernal, escupiendo llamas que carbonizaban a nuestros enemigos. Los gritos de las criaturas, sus cuerpos retorciéndose mientras ardían, llenaban el aire con un eco macabro. La sangre negra de los demonios llovía sobre nosotros, mezclándose con la nuestra. El campo de batalla era un mar de cadáveres mutilados, un espectáculo grotesco que no parecía tener fin.

Mi Tereny, con su fiereza indomable, se lanzaba al combate sin dudar. Sus garras arrancaban cabezas y desgarraban gargantas, dejando un rastro de cuerpos destrozados a su paso. Sus escamas estaban cubiertas de sangre y vísceras, pero no se detenía. Cada vez que uno de los demonios lograba acercarse demasiado, Ciel lo despedazaba antes de que pudiera tocarme.



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En el texto hay: fantasia, academia de magia

Editado: 14.04.2025

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