Puedo ver como Adrián y alexia están hablando muy relajados, una enorme cantidad de celos me abarca pero a lo lejos se puede ver a un demonio enorme que se dirige hacia ellos en ese instante mi mente se queda en blanco pero mi vista se fija en Cedríc que está a unos pocos metros de distancia mía en los ojos de Cedríc puedo ver un terror indescriptible y creo que es porque sabe lo que yo are, yo solo le dedico una sonrisa y mi reacción fue correr en dirección hacia el demonio ya que no quiero que le pase nada malo a Adrián, lance un hechizo hacia el demonio, en ese momento todo parece que transcurre en cámara lenta ya que puedo ver como el demonio se disipa en el aire pero también veo como Adrián y alexia se burlan de mi a carcajadas y no hicieron nada por ayudarme ya yo era absorbida por un portal debajo de mis pies.
…
Mi cuerpo duele. No sé cuánto tiempo ha pasado. Todo es frío y oscuro.
Me esfuerzo por abrir los ojos, y cuando finalmente lo hago, la vista me deja sin aliento.
Estoy en un bosque… pero no en cualquier bosque. Es un mundo sacado de un sueño, o tal vez de una pesadilla. Árboles altos como torres se retuercen en formas imposibles, con hojas que brillan como esmeraldas vivas. La hierba resplandece con una fosforescencia suave, y el aire está impregnado de una fragancia dulce y embriagadora, como el perfume de flores inexistentes en mi mundo. Un río de agua plateada fluye a lo lejos, reflejando constelaciones que no reconozco.
Oh, Dios. Adrián se rio en mi cara. Me arrojaron aquí.
Mi pecho arde con el dolor de la traición.
Yo lo noté primero, con esa sensación de que algo especial estaba frente a mí, algo que podría cambiarlo todo. Pero al final, no importaba. Porque cuando él llegó, sus ojos no se detuvieron en mí, sino en ella. Como si el mundo entero desapareciera y solo existiera ella para él. Y yo, simplemente, me quedé en las sombras, viendo cómo el destino decidía por nosotros.
¿Qué habrá sido de la batalla? ¿Cedríc habrá visto mi desaparición? ¿Ciel…?
Las lágrimas amenazan con caer, pero me obligo a tragar el nudo en mi garganta. No puedo permitirme la debilidad. No ahora.
Invoco agua en mis manos y bebo, aunque mi estómago está revuelto por la angustia. Aparezco una manzana y la como sin ganas. No sé qué me espera en este lugar, así que necesito fuerzas. Pero antes de poder seguir pensando, un mareo me embarga. Todo da vueltas.
Y me desmayo.
…
No sé cuántas veces he perdido la conciencia. He dejado de contar.
Estoy atrapada en este mundo sin salida, con la sensación constante de que algo me observa en la oscuridad.
Pero hoy… hoy no soportaré más estar quieta.
Avanzo, dejando que la penumbra me trague. Las sombras aquí son densas, casi líquidas, y cada paso que doy resuena como si estuviera invadiendo un santuario prohibido. Mis pies duelen, pero no me detengo. No hay rastros de vida. Ni humana, ni monstruosa. Solo un silencio espeso y ominoso.
Y entonces, la veo.
Una luz azulada, flotando frente a mi rostro como una luciérnaga errante.
—Disculpa, pequeña luz… ¿No me harás daño, ¿verdad? —susurro, sintiendo el peso de la soledad en mi voz.
Pero la luz no responde.
Quizás sea solo una ilusión. Quizás estoy alucinando. Pero, aun así, la sigo.
Me pierdo en pensamientos de Adrián, de su risa cruel, de la herida que dejó en mí, hasta que noto que la luz se ha detenido.
Frente a mí se alza un muro de piedra colosal, infinito, con una superficie tan lisa y oscura que parece devorar la luz.
¿Una prisión? ¿Un obstáculo?
Lanzo una bola de fuego con toda mi fuerza. La explosión ilumina el abismo por un instante… pero el muro permanece intacto. Ni una grieta.
Y entonces, un agotamiento inhumano me consume.
Caigo en la oscuridad.
…
No quiero abrir los ojos.
Estoy cansada de la nada, de la soledad, de este mundo que parece burlarse de mí tanto como lo hizo Adrián.
Pero una voz irrumpe en la quietud.
—Pequeña hada humana, deja de divagar.
Mi corazón se detiene.
Abro los ojos de golpe, y lo que veo me deja sin palabras.
Estoy en un lugar más hermoso de lo que jamás hubiera imaginado. El suelo es de un azul perlado, reflejando como un espejo roto las luces doradas que caen del cielo. En el centro, rodeado por un río de agua luminosa, se alza un árbol inmenso, con un tronco de color celeste resplandeciente y hojas que emanan un brillo etéreo, como estrellas atrapadas en sus ramas.
Trago saliva.
—¿Quién…?
—Acércate. No te haré daño.
No hay nadie más aquí. Solo el árbol.
Y entonces lo entiendo.
—¿Tú… hablaste?
—Exacto, querida.
El árbol… el árbol me está hablando.
Editado: 14.04.2025