Un momento más

Capítulo 21: Nuevamente

A pesar de todo lo que hicimos, aquí estamos. Sentados en estas frías aulas como si no hubiéramos salvado el mundo. Ha pasado más de un mes desde la fiesta, desde que todo termino, pero el director insiste en que las clases deben continuar. "Un mes más", repite, como si eso lo explicara todo. Un mes para la graduación. Un mes para la Revelación.

Camino por los pasillos mientras mi mente divaga entre recuerdos que preferiría olvidar. Entonces lo veo. Adrián. Está allí, a lo lejos, hablando con Alexia. Sonríe. Esa maldita sonrisa que antes me desarmaba y que ahora solo me recuerda cuánto duele. Y lo peor es que no puedo odiarlo… aunque debería. Después de todo lo que me hizo, debería odiarlo. Pero no.

Aún duele. Ya no como antes, pero duele. Duele ver cómo la mira, cómo la toca, cómo sus ojos brillan solo para ella. Y yo… Yo solo soy un recuerdo borroso en su historia.

Antes de darme cuenta, ya estoy dentro del aula. La clase de la Revelación. Irónico, ¿no? Que nos enseñen a fingir naturalidad cuando ese día debería ser el más genuino de nuestras vidas. Pero claro, las reglas existen por una razón. Una razón que, según dicen, está escrita con sangre.

—Es un honor darles clase a los héroes que salvaron el mundo —la voz del profesor rompe el silencio, áspera, firme—. Soy el profesor Silec, y mi trabajo es prepararlos para el día de la Revelación. No podemos permitir errores. No después de lo que ocurrió hace cincuenta años.

Su mirada es severa, como si ya supiera que algunos de nosotros vamos a romper las reglas. Y tiene razón.

—¿Hay parejas en este salón? —pregunta de repente.

—Sí —la voz de Adrián resuena con fuerza. No lo duda, no titubea. Claro que no. Alexia está a su lado, y no suelta su mano ni por un segundo.

Mi corazón da un vuelco, como si alguien lo estrujara con furia. Me obligo a respirar. No tengo derecho a sentir esto. Nunca fuimos nada… pero para mí, él lo fue todo.

—Nosotros —intervienen Lucas y Ariana, mis mejores amigos. Ellos sí tienen suerte. Ellos están destinados a estar juntos. Lo sé. Puedo verlo en la forma en que se miran, en cómo el universo parece girar a su alrededor cuando están cerca.

Varias manos más se levantan. Parejas que admiten abiertamente lo que sienten. Como si no les diera miedo el riesgo. Como si no supieran lo que puede pasar si el destino decide separarles.

—No me interesa quiénes estén juntos ahora —la voz del profesor se endurece, arrastrando las palabras con un peso ominoso—. Pero quiero que entiendan por qué no se permiten parejas en el tercer año.

El aire se vuelve más denso. Algo malo está por venir. Lo siento.

—Hace más de cincuenta años, un príncipe y una duquesa rompieron esa regla —comienza, y el silencio se traga el aula entera—. Estaban comprometidos, juraron amarse para siempre. Pero el día de la Revelación… sus hilos del destino no los unieron. Fueron asignados a otras personas.

Las palabras caen como dagas. Es fácil imaginarlo: dos personas que se aman con cada fibra de su ser… y el destino les dice que no están hechos el uno para el otro.

—A pesar de todo, siguieron amándose —continúa el profesor, su voz más baja, más oscura—. Pero la pareja destinada de la duquesa no lo soportó. Era el heredero de un imperio, un hombre poderoso… y sus celos fueron más grandes que su razón.

Algo en mi pecho se aprieta.

—¿Qué hizo? —la pregunta la lanza alguien, pero todos queremos saber la respuesta.

El profesor Silec deja caer el golpe con una frialdad escalofriante:

—Invadió el reino del príncipe… y lo asesinó de la forma más despiadada que puedan imaginar.

Un escalofrío recorre mi espalda. Miro de reojo a Adrián y Alexia.

—Cuando la duquesa lo descubrió… no pudo soportarlo —susurra el profesor—. Se quitó la vida.

Un nudo arde en mi garganta. Todo el salón está en silencio, atrapado en la historia.

—Y las parejas destinadas de ambos murieron poco después —concluye, con una dureza helada—. Porque cuando el destino une dos almas, no acepta ser desafiado.

Mi corazón late con fuerza descontrolada. De repente, el mes que queda para la Revelación me parece una cuenta regresiva hacia algo ineludible. Algo que no puedo detener.

—¿Por qué el heredero lo hizo? —insiste una voz temblorosa—. ¿Por qué lo mató?

La respuesta me corta la respiración.

—Porque no existe un amor más grande… que el de una pareja destinada. Y ese amor, cuando no es correspondido, destruye todo a su paso.

Miro al frente, pero mis pensamientos están en otro lugar. En otra persona.

¿Y si nunca lo olvido? ¿Y si cuando llegue la Revelación… sigo amando a Adrián?

La idea de que Adrián nunca me quiso debería ser suficiente para arrancarlo de mi corazón. Pero no lo es. Aún duele. Duele porque, aunque ya no deseo que sea mi pareja, una parte de mí todavía lo ama… y no sé cómo dejar de hacerlo.

Lo veo inclinarse hacia Alexia, susurrándole algo al oído que la hace reír suavemente. Esa risa dulce, perfecta, como si estuviera hecha solo para él. Y por un segundo, me odio a mí misma por sentir esto. No quiero ser su pareja. No después de todo. Pero tampoco sé cómo olvidarlo.



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En el texto hay: fantasia, academia de magia

Editado: 14.04.2025

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