Kley como cualquier otro día despierta después de un gran sueño tan revuelto y confusó como su propio cabello, piensa en lo agradable que solían ser los días de primaria, cuando jugaba por los corredores a que era perseguido o que un ladrón a suelto requiere reten, esos días eran los mejores. Mientras que toma su tiempo en terminar de despertarse pensó en la hora y enérgico miró su celular en busca de ella —¡Un cuarto para las 8! —exclamó con cara de susto dando un salto y un suspiro—. Debo de bajar ya, mamá debe de estar esperando —repico en su mente mientras camina hacia un viejo espejo lleno de moho, desde que su padre murió todo en la casa se había vuelto gris, sin embargo Kley nunca apago su sonrisa ante aquélla situación, el chico amable, carismático, sonriente y energético no había muerto.
Tomo un trapo sucio que colgaba sobre el espejo y lo limpio del empaño que el frío provocaba durante la noche, miro atento a su rostro como pensando en si se vería bien. —¡Diablos! —bufo—. ¡Pero que hermoso cuerno llevo conmigo, no iré haci a ClintonwHouse! —pensó en como le verían los estudiantes y como sus amigos le llamarían Klericornio todo el resto de la semana, tomo sus dedos índices y comenzo la operación arriesgada. —Aver, aver aplicamos un poquitín de presión ¡Se que saldras patraña asquerosa! —se aguaron sus ojos y el grano salió.— ¡Porfin! Has salido —tomo un par de toallitas húmedas y limpió el desastre—. ¡Bien estoy mejor así!— buscó ropa decente para el primer día, mientras irradia exitado con la idea de ver a la chica que le gusta. Esperaba por fin declararse aunque ya su comportamiento lo hacía.
—¡Kley el desayuno esta listo! —dijo la madre de Kley la señora Adams—. ¡Ya voy mamá, sólo busco ropa —tomo un pantalón negro no muy ajustado pero tampoco muy flojo, una camisa de botones color cielo y sus tenis blancas con medias grises, pensando que hacían buen juego.
—¡Qué esperas! —grito su madre—. ¿Qué el desayuno irá hasta allá arriba con patitas bajo su cubierta?, baja ya. —con un tono de voz suave y pacífico respondió sí al llamado de su madre—. Desde que papá se fue, mamá siempre actúa de esa manera, cuando no está gritando está regañandome o en su Trabajo —en realidad desde que murió el padre de Kley la señora Adams cambió su temperamento, las deudas ahorcadoras, los estudios de Kley y el trabajo todo era una gran carga para una pobre mujer sola.
Cerró la puerta del cuarto con llave. —Será mejor que se quede haci, no quiero que hurguen mis cosas- nunca dejaba que entrarán a su cuarto desde los 9 años siempre fue celoso con eso, camino dos metros hacía la escalera y empezó el decenso, mientras miraba aquéllas fotos de su infancia en donde su padre Petter daba alegría a la muy pequeña família —¿Papá? Porque te fuiste, recuerdo como jugabas conmigo baseball y me apoyabas con mi sueño de ser músico, donde estás ahora.— dejó caer una muy pequeña lágrima que abrazo su mejilla, el tiempo de sufrir por su padre había pasado hace ya mucho, pero aún en días especiales como un primer día de clases, habría deseado que su padre le diera consejos sobre como conquistar chicas, o que lo escuchase cuándo tenía problemas.
Llegó hasta la sala que no era muy grande, luego caminó por en medió de la cocina hasta llegar al baño, se lavó la cara mientras veía aquél oyo en su frente y se ducho —No se me notará mucho si me hecho un poco de crema— mientras se ducha planeaba como taparse el agujerito que dejó su amigo el barrito, salió de la ducha y se mudo, se pieno, se ajustó su camisa y acomodó su pantalon —¡Casi listo!— ojeo la cocina mientras se dirigía a la sala para ponerse los zapatos
—Vaya no me veo tan mal, hoy será un buen día y bueno talves el día que me declare, jaja muy bien no eso no, pero porfin veré a mis amigos después de tanto tiempo.— terminó de ponerse los zapatos, alzó su cabeza y vio el tic tac del reloj mecánico amenezando con la hora.
—¡Dios!, llegaré tarde a la parada no podré comer —cojiendo su mochila y dispuesto a irse—¡Mamá! Hoy no comeré ya voy tardé, desayunare en la cafetería ¡Gracias!— sonrió para si mismo —Mamá me conciente tanto apesar de su mal humor regular, ella siempre piensa en mi.
—¡Kleyton Adams Adams! —grito— ¡Usted siempre se duerme tarde, debería dormir temprano aunque ya tenga casi 18 años vives en mi casa y obedeceras mis órdenes, dormirás a las 10 de ahora en adelante jovencito.— Kley siempre era obediente a lo que ella decía, pero no dormía temprano de hecho casi nunca lo hacía —¿Enserio mamá? —replicaba— ¡Pero genial!, ahora ya no podré quedarme leyendo.
La noche anterior kley se desveló leyendo por última vez su libro favorito "Una historia de amor no tan verdadero" soñaba con la protagonista de la historia, una joven que llego a la ciudad en busca de empleó y una nueva vida, pero cuánto menos se lo esperaba se ve envuelta en una trampa amorosa.
Pero a su mamá no le importaban sus historias de amor adolecente, le parecían tontas y poco beneficiosas. —Claro a ella no le gustan y por eso no me deja dormir tarde leyéndola —la culpa no la tenía su madre, ella había crecido en un hogar estricto nunca le dejaron tener novio hasta que cumplió los 22 años, tampoco fue de muchos novios sólo dos tuvo durante aquél tiempo.
—Iré a despedirme del dragón, buscaré el cesto y votaré esto, no puedo creer que justo hoy en primer día clases y con ropa muy limpida decida encomendarme votar basura ¡Mamá te adoro, eres especial! —sonrio medianamente, salió de su casa votó la basura y empezó su caminata semanal, la parada estaba a sólo 2 manzanas muy cerca de la casa. —¡Actitud positiva! —sonrió a los vecinos—. Mandaré un mensaje a Josefth, le preguntaré si vendrá —el camino a la parada era casi en forma lineal, tomaba ruta hacia el norte y luego al noroeste para alfin llegar al lugar, había un gran parque alfrente donde algunos animalillos andaban, tomó un asiento y descanso de su ajetreada mañana.
Se sentó y escuchó todos aquéllos murmullos de los estudiantes que esperaban el autobús, algunos exagetaban con las cosas atroces que hicieron como escaparse del colegio, o narraban las peleas y sus integrantes —Son peores que yo, ni yo me e escapado durante los últimos 4 años soy un pan. —Pensó, tomó el celular y vio el retraso que tenía el autobús de 10 minutos, los chicos del lugar ya empezaban a quejarse del mal servicio —Vaya, parece que si me hubiera dado tiempo de comer, pero que lindo y agradable destino, le preguntaré a Josefth si ya viene.