Un monstruo

Prologo

“Para progresar no basta actuar, hay que saber en qué sentido actuar”

Le Bon.

“El fin justifican los medios” esa era la frase que más le gustaba, explicaba exactamente lo que buscaba. El gran Maquiavelo tenía razón, para llegar a la meta debes derivar todos los obstáculos en tu camino, a cualquier costo; y los judíos era un gran obstáculo para que Alemania volviera a ser lo que era antes, la gran nación.

Se sentó al lado de su esposa en el sofá, son tuvo en sus manos el arma que le daría muerte; no podía terminar en manos enemigas, no permitiría que el enemigo decidiera como debía morir, ese derecho Dios se lo había dado, así que lo aria valer.

Su esposa enredo sus dedos entre los suyos, y con un leve apretón le dio a entender que ella ya estaba lista. Eva su amada esposa, era una mujer admirable, había resistido a su lado, y en ningún momento lo juzgo, sino que lucho a su lado para poder llegar al triunfo que por mucho disfrutaron, pero era momento de darle fin a lo que habían comenzado.

Su esposa valientemente, le dio un largo trago a aquel liquido espeso en su copa, cianuro. Ella temblaba levemente pero se hacia la fuerte. Los minutos pasaron y su cuerpo se desplomo, como cual pluma delicada a su lado, sus ojos se aguaron, pero no demostró expresión alguna; era su turno, apretó con fuerza el arma, y apunto hacia su cien.

Todo estaba planeado, la primera guerra mundial, cada suceso que lo llevaría al poder, estaban planeados, hasta su muerte. Todo era un plan que le había tomado años, porque después de la muerte de su madre entendió, que Alemania no podría triunfar, si aquellos que no pertenecían a la gran nación, no se eliminaban; era como tener una plaga, que debía ser urgentemente exterminada, ya que se reproducían con rapidez.

 

 

 

Las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos”

Le Bon.

 

Aun con todas las dificultades que habían surgido durante el camino lo había logrado, cumplió con su fin, sin importar los métodos.

Le quito el seguro al arma, y con un movimiento audaz disparo. El sonido seco, erizo la piel de aquellos que se encontraban afuera en la sala, Hitler había muerto; las personas se miraron entre sí, Hitler se había llevado a la tumba su mayor secreto.

Uno de ellos se levantó de su asiento demostrando intrepidez, aunque por dentro tiritaba, tomo el manojo de la puerta, dispuesto a abrir.

_ ¿Estás seguro?

Volteo a mirar a la mujer que tenía los ojos demasiado grandes en su perfilado rostro.

_ Él nos advirtió de esto.

Asiento de acuerdo, nadie más en la sala refuto. Abrió la puerta decidido, y lo que encontró lo lleno de terror. Hitler vestía su uniforme  militar, el cual lo llenaba tanto de orgullo, con todos los logros en él. Estaba vestido como si iría a uno de los eventos más importantes en su vida, y talvez sí.

 



#32560 en Otros
#2207 en Novela histórica
#10495 en Relatos cortos

En el texto hay: fantasia, fantasiaepica, suicidio de hitler

Editado: 16.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.