Luego de aquel segundo que se detuvo dejando una impresión de inquietud por parte de ambos jóvenes ,el joven de piel blanca salió del trance; en un acto apresurado salió corriendo de la casa buscando su carruaje, pero al detenerse se dio cuenta de que su caballo estaba demasiado lejos. Sin embargo, pudo observar que había un caballo a un lado de la casa. Se acercó para subir al caballo, pero al instante recordó que había olvidado su reloj de mano, el cual puso en una mesita a un lado de la cama. Al pensar, se cuestionó:
—¿Por qué se supone que estoy huyendo, si puedo sacarle ventaja a todo esto? No debería huir, no soy yo quien mató a ese sujeto. Además, puedo divertirme con él. —Diciendo esto, empezó a dar vueltas mirando la casa a lo lejos.
—No he hecho nada interesante durante un largo tiempo y no debería ser yo el que huya. Por cierto, se supone que varios asesinos temen ser delatados... Espero que él no sea la excepción.
Al pensar esto, decidió volver a la casa.
Mientras tanto, Ren miró la puerta; no podía creer que había sido descubierto. Se sentía tan cansado que su mente empezó a pensar en su futuro desenlace, pero al segundo siguiente pudo ver al joven, quien volvió, motivado por su codicia.
—Sé lo que hiciste, pero no me das miedo. Al contrario, veo esto como la gran oportunidad que he estado esperando por mucho tiempo. Sé quién eres, tengo evidencia y no soy nada débil ni tampoco ingenuo, así que tus juegos y fuerza no funcionarán conmigo.
Diciendo esto, el joven de piel blanca lo miró a los ojos mientras daba unos pasos hacia donde estaba Ren.
—Vaya, eres el primero que me dice tales cosas. ¿Qué es lo que deseas?
Luego de pensarlo, el joven respondió:
—Si te dijera que nada, que solo busco divertirme... ¿me matarás? —Sonrió mientras lo miraba, y a un lado pudo ver el cadáver tirado en el suelo.
—Pues no lo sé, solo dime qué deseas o quieres de mí y te lo conseguiré.
—Vaya, no esperaba esa reacción ni esa respuesta. Jamás alguien había aceptado... No pensé que tú serías la excepción. Qué buena suerte he tenido entonces. Si te pido 100 mil, ¿me los darás?
Al escuchar la petición de aquel joven, aceptó sin dudarlo.
—Vaya, es increíble. Pero, de igual forma, solo necesito 10 mil y no diré nada... por ahora.
—¿Por ahora? ¿A qué te refieres con "por ahora"?
—Necesito dinero, pero no tanto, ya que no soy muy bueno guardándolo. Es por eso que, cuando lo vuelva a necesitar, te buscaré y tú me lo darás. Por eso, si deseas matarme, mejor hazlo. Soy la única persona que tiene la evidencia de tu crimen, la única persona que podría hacer que te ejecuten.
La tensión que sentían en ese momento se podía cortar fácilmente. Mientras tanto, Ren, en su mente, recordó su propósito, el porqué no podía dejar este mundo tan pronto. Y al escuchar la petición, fue el primero que rompió el incómodo silencio, mientras solo podía decir una cosa:
—De acuerdo, lo traeré enseguida.
—Claro, te espero aquí.
—Eso fue muy fácil —decía esto en su mente mientras miraba a Ren.
—¿No tienes miedo de que huya?
—No, porque sé quién eres. Es imposible no reconocer a alguien de noble cuna, en especial a alguien como tú. Pero, ¿sabes qué? Soy una persona amable, y por ello voy a tratar de confiar en que un asesino cumpla su palabra.
—Bueno, haz lo que quieras. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Eso no lo necesitas saber. Soy yo quien tiene el poder y el que te buscará cuando llegue el momento.
—¿Piensas que voy a buscarte y privarte de tu vida?
—No, pero no me da buena suerte darle mi nombre a un monstruo como usted.
Ren, al escuchar tal insulto, no se inmutó, no reaccionó; sabía lo que era, sabía que lo que había hecho no se borraría, pero eso no le preocupaba. Lo que le preocupaba era la extraña atracción que sintió al ver a ese chico. Esto pensaba mientras empezaba a subir las escaleras hacia la habitación.
Tras entrar a la habitación, Ren sacó un cofre donde guardaba grandes sumas de dinero. Al bajar al primer salón, miró al joven, que estaba observando con detenimiento todo el lugar.
—Toma, puedes irte.
—Nos volveremos a encontrar, Ren Braidon —decía esto mientras se marchaba.
Ren se sentó en el sillón mientras recordaba cada gesto y expresión del joven.
—¿Cómo no lo maté? ¿Por qué su mirada me impactó tanto? ¿Cómo es que no pude hacer nada? —Preguntas invadían su mente, pero solo una idea persistió entre sus tantos pensamientos—: necesito volver a verlo, necesito volver a contemplar aquella mirada.
Ren era un hijo de la familia Braidon, una familia muy estricta en la que cada hijo o descendiente no viviría hasta los 26 años. Eso era lo que decían los rumores, pues esa familia no revelaba nada y era sumamente cuidadosa para evitar cualquier escándalo. Por ello tampoco asistían a eventos sociales; se negaban a presenciar tanta hipocresía o los chismes que solían inventar. La familia se dedicaba a la comercialización y venta de zafiros.
Tras pasar un mes de lo sucedido con aquel joven, Ren no pudo olvidar cada parte de su rostro, su mirada feroz y su terrible carácter. Cada cosa que recordaba lo cautivaba cada vez más; no quería aceptarlo, quería negar cualquier sentimiento o emoción que sintiera. Cada día era un suplicio por tratar de olvidar aquella atracción que sentía; incluso, gracias a su gran poder e influencia, lo buscó en todos los registros, pero su rostro no aparecían por ningún lado. La atracción y obsesión de Ren hacia el joven era tan intensa que soñaba y anhelaba volverlo a ver.
Ren una noche de marzo salió a tomar un trago para poder olvidarlo pero de pronto volvió a ver aquel joven que lo había cautivado. Pero no estaba solo: estaba con alguien más, y en la mente de Ren se llenó de ira. Era la primera vez que los experimentaba; jamás se había puesto así por alguien. No sabía qué le molestaba tanto si solo lo había visto una sola vez, pero al ver que el acompañante de aquel joven lo tocaba, no lo pudo evitar y empezó a acercarse. Pero antes de llegar a su mesa escuchó al acompañante pronunciar el nombre del joven con un tono dulce.