Los sonidos de la lluvia eran cada vez más fuertes; grandes gotas caían a la par del latido de mi corazón sin cesar, tan frenético y denso que a la vez provocaba dolor. El día estaba apagado, triste y desolado, no solo porque llovía, sino porque había algo más allá que lo hacía tener esa tristeza dentro de él, como si supiera lo que ocurría.
Las nubes inundaban aquel hermoso cielo color azul para convertirlo en un tono grisáceo; cada nube que pasaba se movía sobre la otra como si intentara protegerla de la oscuridad que se aproximaba. Y sin más, el cielo se preparaba para una tormenta, como si quisiera eliminar cualquier rastro de luz para oscurecerse como muy raramente lo hacía.
¿Acaso era realmente una tormenta lo que se aproximaba? ¿o solamente eso era lo que yo creía?
Tan solo en un instante todo cambio, algo se quebró. Aquel lazo que creíamos inquebrantable, en una ola de gritos e histeria, termino por romperse. Nos separamos y cada uno tomo caminos distintos; no hubo despedida alguna, jamás volvimos a intercambiar ni siquiera una última palabra. Pero no hubo duda alguna de lo que pasaba y lo que sucedería a partir de ese momento. En ese instante creíamos que sería lo correcto.
¿Pero cómo siendo tan jóvenes sabríamos que era lo correcto? Nunca fuimos culpables, y, aun así, amargamente, tuvimos que cargar con todo el peso de ello.
En la oscuridad, debajo de la tormenta, sentí el lodo adherirse a la suela de mis tenis, la brisa del aire y cada gota de lluvia pegarse a mí. Entonces fue cuando lo vi a él… eso creí. Estábamos tan cerca, pero a la vez tan lejos. El hablo, yo intenté contestarle, pero en el momento en que lo vi frente a mí, en aquella oscuridad tan profunda, sentí que me atrapo y elimino a su paso todo aquel rastro que un día nos unió. Mis ojos desviaron lagrimas a la par del rio.
Él me quiso tomar del brazo; yo levante la mirada y grite, un grito que ni siquiera pudo ser percibido en el momento. Solo temblé, no por el frio, sino por el sentimiento que desbordaba toda mi cordura. En ese instante me pareció alguien extraño, no lo reconocí; no era aquel que yo conocía. Así que simplemente decidí marcharme, dejarlo atrás y correr fuera de aquel boscaje verde lleno de recuerdos que hoy se sentían lejanos, con ese aroma natural proveniente de los árboles y la humedad de la tierra, para dejarlo como el lugar que un día fue especial.
Desde ese día escondí ese recuerdo en el rincón más profundo de mi corazón. Supuse que nuestro destino se había separado definitivamente.
Pero en algún momento la vida da vueltas y con ella pronto tendríamos que encontrarnos. Pensé que este sería el final; si eso creía, estaba realmente equivocada.
Este era el comienzo de aquella Lluvia.