Un mundo extraño: relatos cortos

Un beso en parís

Coraline era una linda enfermera que trabajaba en el hospital General de Atlanta City, era una mujer joven, hermosa soñadora y completamente emprendedora. Estaba por cumplir los 24 años de edad. Coraline amaba su profesión en todos los sentidos, desde niña siempre le había gustado cuidar de los demás. A veces le gustaba hacer doble turno en el hospital; sin duda, era una mujer dedicada a su profesión que a su vez, era su pasión.
Un día al comenzar su turno, acepto cubrir a una compañera en el área de urgencias. Era un hermoso y tranquilo domingo. El día comenzó sin ninguna novedad, Coraline solo había atendido a un niño que se hizo una leve cortada con una navaja de rasurar. Pero casi al medio día llegaba una ambulancia, ella corrió a la entrada, le preguntó a los paramédicos la situación.
— Señor de 44 años de edad, sufrió un paro cardíaco, está muy débil – respondió el camillero mientras bajaban al hombre de la ambulancia.
Lo metieron de inmediato a urgencias, el doctor llego rápidamente, después de media hora lograron estabilizarlo por completo, luego fue llevado a la sala de observación. El nombre del paciente era Joe Lemoine, recién llegado de Francia. Horas más tarde Coraline fue a su cama para ver como seguía, pero se encontró con la sorpresa que el paciente ¡no estaba!
— ¿A dónde fue el paciente? – Le pregunto Coraline al encargado de limpieza que ahí se encontraba
— Salió al Patio, dijo que necesitaba tomar aire fresco – respondió el intendente.
Coraline rápidamente salió al Patio, temía que al salir a tomar el fresco, el paciente pudiera tener alguna arritmia cardiaca, así que se apresuró al patio del hospital. Al llegar ahí; encontró al paciente fumando.
— ¿Pero qué cree que hace al fumar después de un paro cardíaco? – pregunto Coraline sorprendida con un toque de molestia.
— ¿Pardon? ¿Me habla a mí? – dijo el señor Lemoine con cierto sarcasmo. Joe Lemoine, era un apuesto francés de cabello castaño claro que empezaba a lucir algunas canas, tenía el porte de un hombre de mundo, se movía con tranquilidad y respondía de la misma manera. Tenía unos ojos azules penetrantes y una sonrisa que irradiaba seguridad. Y cabe mencionar que a sus 44 años de edad, era mucho más apuesto de lo que había sido de joven, sus años otoñales era la mejor etapa de su vida.
Coraline se llevó las manos a la cintura y dijo — así es señor Lemoine, es al único que veo fumando aquí afuera, me habían dicho que había salido a tomar el aire fresco. Pero vaya manera de hacerlo.
— Bueno señorita, es que yo le llamo aire fresco a fumar un cigarrillo – respondió Joe mientras hacía aros de humo en el aire.
— Señor Lemoine, deje de hacerlo, ya que el tabaquismo aumenta a más del doble la probabilidad de padecer una cardiopatía.
— ¿Cardiopatía por fumar? No me haga reír mademoiselle, una cardiopatía por fumar, que bromista es usted.
— Yo ¡jamás bromeó en mi trabajo señor Lemoine!
— ¿Le han dicho que su voz es algo irritante señorita? – Dijo Lemoine con una sonrisa encantadora y agregó – Además ya paso de los 40, ya voy de salida de este mundo ¿Qué importa el modo en el que pase?
El señor Lemoine, parecía no interesarle mucho la vida, fumaba y bebía demasiado, mucho para su edad, no era la primera vez que terminaba en un hospital, era como si buscará la autodestrucción. Pero coraline insistió — señor Lemoine, por favor.
— Está bien, solo por esos lindos labios que tiene lo haré.
Coraline se sonrojo por el comentario. Joe Lemoine tiro su cigarrillo y lo apagó en el suelo con su pie, después fue a su cama en compañía de Coraline. Algo que había empezado con una pequeña platica acalorada sobre tabaquismo, horas más tarde se convirtió en una amistad, Joe le platicaba a Coraline que era escritor y que había venido a América a dar una conferencia en la universidad de Atlanta, él le regalo un libro a ella, el cual Coraline le leía a Joe durante su estancia en el hospital. Después de unos días Joe era dado de alta, pero le prometió a Coraline que pasaría a visitarla a diario, algo que no hizo durante unas semanas. Un día cuando coraline salía de trabajar, en el estacionamiento, la esperaba el caballero francés
— Bonne nuit señorita Coraline
— Es usted, pensé que ya había vuelto a París – dijo Coraline sorprendida.
— ¿Sin verla de nuevo? Quería invitarla a cenar antes de marcharme.
Coraline aceptó la invitación, Joe había reservado una mesa en un famoso restaurant francés de la ciudad, una mesa apartada en un balcón, con una bella vista de la noche. Después de haber cenado, Joe le encargo al mesero una botella de su mejor champán, después alzó su mano e hizo una seña a un violinista que llego a tocar “la vie en rose”
— Vaya ¿así son todos los franceses cuando cenan con cualquier persona? Aunque no lo creo de usted señor Lemoine, he leído sus libros y no son libros de amor y nunca acaban en final feliz. – dijo Coraline.
— No me hables de usted, llámame Joe ¿y qué dices? Tú no eres cualquier persona, me salvaste la vida.
— Yo no le salve la vida. Bueno, quiero decir, yo no te salve la vida Joe, solo asistí al doctor y después te cuide.
— El mejor cuidado que haya recibido en mi vida, además esto no sólo es una cena cualquiera, sino que quiero contratarte.
— ¿Contratarme? – pregunto Coraline sorprendida.
— Sí, por lo que me pasó – respondió Joe – necesito cuidados, quiero que vengas conmigo a París, te pagaré bien, muy bien, pero no me respondas ahorita, piénsalo, mañana paso al hospital por tu respuesta. Ahora solo disfrutemos la velada.
Al día siguiente el señor Lemoine pasó al hospital, tal y como había dicho, coraline pensó toda la noche y al final acepto trabajar con el señor Lemoine, siempre había querido conocer Francia. Un día después ambos volaban rumbo a París, conocida por muchos como la ciudad del amor. Al llegar a París Coraline se instaló en el departamento de Joe, que era muy espacioso, dos días después Joe organizó una fiesta en su departamento y presentó a Coraline entre sus amistades. Coraline se dio cuenta de que Joe Lemoine era un soltero muy cotizado entre las mujeres y muy estimado por los hombres, Joe había estado casado 4 veces, y no creía en nada, más que en sus libros, el juego y el alcohol. A las amistades de Joe, Coraline les pareció una mujer muy hermosa, ¿acaso ella será la mujer que derrita el frío corazón de Joe? Se preguntaban todos.
Joe era muy inteligente y de buen sentido del humor, hacía reír mucho a Coraline, ambos pasaban grandes tardes juntos, leyendo, yendo a teatros; su departamento se llenó de alegría, parecían una pareja de enamorados. Joe le compraba a Coraline hermosos vestidos, había mucha química entre ellos, todo lo hacían juntos, aunque a veces había noches malas, por el alcoholismo de Joe, Coraline lo cuidaba, una noche coraline le dio primeros auxilios, para evitar un posible nuevo ataque cardíaco, pero a pesar de eso, todo iba de maravilla.
Así paso un año de felicidad, fue una relación de respeto entre jefe y empleada, entre enfermera y paciente. Pero entre ellos se veía una atracción que no podían ocultar, y que muchos ya se habían dado cuenta. Algo que a todos los amigos de Joe les parecía bueno, porque sabían que Joe después de su último divorcio era un hombre muy solitario y con poca vida social. A lado de Joe, Coraline conoció los más bellos lugares de París, la Torre Eiffel, el café fleur, y el museo louvre. Joe era un hombre muy culto, un escritor muy talentoso; aunque a veces parecía que le gustaba el dolor y el sufrimiento, a causa de sus fracasos matrimoniales, no creía ya en el amor, por eso sus libros nunca acababan en final feliz. Pero cuando estaba a lado de coraline, parecía un hombre distinto, se podía ver de nuevo el brillo en sus ojos, las ganas de vivir. Coraline también era feliz a lado de él, le parecía un hombre muy interesante. Y aquella antigua ciudad de París, llamada la ciudad del amor; hizo lo suyo.
Después de mucho tiempo juntos, Coraline acepto para sí misma sentirse atraída por él, no sabía si era lo enigmática de esa ciudad, pero solo quería besar a Joe, algo que hizo una noche de navidad en la plaza Saint Germain, bajo las luces de los faroles y copos de nieve que caían sobre ellos, Joe respondió al beso de Coraline. Después regresaron al departamento donde hicieron el amor como dos recién casados, y Coraline conoció la experiencia de Joe en la cama, y Joe a su vez descubrió la belleza de Coraline. La belleza de la flor de la juventud. Días después, una noche paseando por las iluminadas calles de París, Coraline abrazo a Joe, le rodeo el cuello con sus brazos, le miró a los ojos y le dijo — te amo Joe.
Pero Joe la apartó fríamente de él — ¿pero qué dices? — preguntó Joe a Coraline
— Estoy enamorada de ti – dijo ella.
— No, no digas eso, eso no puede ser.
— ¿A qué viene eso? ¿Cómo que no puedo estar enamorada de ti?
— Pues porque nuestra diferencia de edad es muy notable – dijo Joe.
— Pero a mí no me importa la edad, yo te amo Joe
— No coraline, ahorita no te importa, pero con el tiempo te importará, conocerás a alguien más joven que yo y entonces me dejaras, solo estas confundida.
— No es así, no estoy confundida. – respondió Coraline con una voz débil y triste.
— Lo siento coraline, esto no puede ser. – dijo Joe de manera determinante.
— ¿Y que hay con lo que hemos pasado, las noches juntos?
— La hemos pasado bien coraline, podemos tener una relación libre, seguirnos acostando juntos, pero nada más.
Coraline le dio una bofetada a Joe y se marchó corriendo y llorando, al parecer todo se derrumbaba, y nuevamente Joe perdía a otra mujer, aunque para Joe, Coraline había sido distinta y mejor que las demás con las que se había casado, pero el miedo de Joe a sufrir otra vez, era más grande; era una lástima que eso pasara.
Cuando Joe llego a su departamento se dio cuenta que las cosas de coraline no estaban en el armario, había sacado toda su ropa, Joe recorrió todo su departamento, empezó a tener miedo y a sentirse solo — ¡Coraline! ¡Coraline! — gritaba Joe con desesperación, se sentó en su cama a pensar, encontró una nota sobre la almohada, era de Coraline, en ella le dijo que se regresaba a América.
Joe empezó a sentir un malestar en el corazón, empezó a sentir en su departamento un vacío, donde antes había alegría. Lo medito, y se dio cuenta de la estupidez que había cometido, que por primera vez después de mucho tiempo era feliz — ¿que hice? Oh Coraline — se dijo Joe, salió corriendo a la calle, tomo un taxi y le dijo al chófer que se dirigiera al aeropuerto.
En el aeropuerto, Coraline esperaba su vuelo, mientras fumaba un cigarrillo, algo inusual en ella, que no era fumadora, quizá lo aprendió de Joe, a lo mejor era para calmar la tristeza, pero una voz a lado suyo le dijo — deja de hacerlo, ya que el tabaquismo aumenta a más del doble la probabilidad de padecer una cardiopatía.
¡Era Joe!
— ¿Qué haces aquí? — preguntó Coraline. A lo cual él respondió — te amo… te he amado desde que te conocí, pero no lo quería aceptar, pero al sentir que te ibas, tuve miedo, miedo de no volverte a ver, miedo de no tenerte en mi vida, eres todo para mí.
— Oh Joe — dijo Coraline con sus ojos apunto de querer llorar, Joe prosiguió diciendo
— No quiero perderte coraline, soy escritor, siempre vivo en la fantasía, ya no quiero que mi vida sea solo fantasía, quiero vivir en la realidad, y mi realidad eres tú, quiero que el libro de mi vida acabe en final feliz, y ese final feliz solo lo lograre si te quedas a mi lado, ¿Qué dices?
Coraline corrió y abrazo fuertemente a Joe y lo beso, lo beso como si no fuera a besar nunca más en su vida y después de eso se marcharon juntos, para vivir su final feliz, para vivir su bello romance bajo el cielo de París.




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