»Estrellas en el norte es un relato Spin Off (Historia creada a partir de otra) de la saga Las Guerras Boreales. En este cuento se explora un episodio de la adolescencia de la familia real (Los hermanos Kerstier) y su cercano amigo Damber, quien en el futuro se convertirá en Senescal del Reino de Faistand.
Ervand, Lía y Damber eran unos jóvenes que descubrían juntos el mundo, una hermandad que crearía lazos para el resto de sus vidas. Hubo momentos llenos de magia, este es uno de ellos, un hermoso ciervo blanco marcará para siempre y de manera indisoluble un lazo imaginario entre la Princesa y el futuro Senescal, un secreto forjado bajo una tormenta y la luz de la luna.«
Estrellas en el norte:
Los tres chicos corrían entre los matorrales y las acacias que mezcladas con las sequollas y robles daban un aspecto irreal al bosque de Gardesal. Los tres eran muy competitivos, y cada vez que salían en aquellas cacerías todos intentaban conseguir la mejor presa. Ahora se deslizaban con la agilidad de la adolescencia entre aquella espesura tras un hermoso ciervo blanco de gran cornamenta que se había convertido en la obsesión de los jóvenes que llevaban casi dos años intentando atraparlo, pero siempre debían conformarse con uno más pequeño o con algún jabalí.
Lía cruzaba los senderos corriendo con una sutileza increíble, Damber la observaba a ratos y le parecía que volaba sobre el suelo. Ervand rara vez podía alcanzarla, y eso lo frustraba. Muchas veces terminaba resollando sentado sobre algún tronco mientras maldecía al ver a su hermana perderse entre los árboles. Eran realmente competitivos, pero era más fuerte el compañerismo y los lazos que habían creado los tres muchachos durante sus 8 años de entrenamiento. Damber ya llegaba a 15 mientras que el futuro rey alcanzaba los 17, y la pequeña Lía de 14 les sacaba ventaja cada vez que salían a aquellos paseos y aventuras bajo la atenta vigilancia de la guardia real.
Damber era el hijo de un simple campesino, que había enviado a su hijo desde pequeño a la escuela militar pensando en darle un mejor futuro. Nada más conocerse Ervand sintió un lazo especial con el chico que muy pronto se convirtió en su compañero de juegos y travesuras, a las que se comenzó a sumar Lía cuando ya casi cumplía los 9 años. Desde entonces aquella especie de pequeña fraternidad se había fortalecido y ahora eran inseparables, a pesar de la diferencia social de los hermanos Kerstier con Damber.
Sólo el menor de los hermanos era ajeno a este sentimiento de camaradería, él prefería los libros y las clases de sus maestros a cabalgar por los campos del reino o perseguir presas para algún banquete. Nontar era distinto y aquella diferencia lo había distanciado de aquellos juegos y pasatiempos que consideraba algo frívolos.
El gran ciervo blanco era esquivo, muchos habían intentado darle caza, pero hasta aquel día nadie estuvo ni siquiera cerca de lograr su objetivo, sin embargo los chicos se habían juramentado no descansar hasta logarlo. Ahora llevaban tres días tras él. Aquella tarde lo habían visto bebiendo de un arroyo desde donde estaban acampados, en la parte más alta de una colina. Luego de prepararse los tres bajaron hasta el hermoso valle con sus arcos y dagas, excepto por Ervand, que perifería las lanzas. Era un maravilloso día de primavera, uno que se quedaría para siempre en la memoria de Lía y Damber.
Sigilosamente se acercaron al lugar donde el imponente animal aún bebía y cuando la joven Princesa consideró que estaba a una distancia prudente tomó su arco. Ya les había sacado unos 50 metros de ventaja a los chicos que la observaron cuando se preparaba para disparar. Eso alertó a Ervand, no podía permitirse ser derrotado por su hermana, no con esta presa que se había autoimpuesto atrapar. Comenzó a correr más rápido y al saltar un tronco tropezó con una rama cayendo de bruces. De inmediato sintió el crujido de un hueso en su hombro al dar con el suelo y lanzó un quejido de dolor mientras maldecía.
El ciervo levantó la mirada hacia el lugar y antes que Lía pudiera soltar la flecha el animal dio un salto portentoso perdiéndose entre la espesura. La joven hizo un gesto de fastidio y colgando el arco en su hombro salió disparada hacia el sitio donde "Escarcha" como habían decidido nombrar al ciervo se había dirigido.
Damber se acercó preocupado al Príncipe que se revolcaba en el suelo.
—Ervand pero que...
—Creo que me disloqué o me rompí la clavícula...con un demonio... ¡Vamos sigue no la dejes!
—Pero...
—Te juro que si logra cazarlo te daré una puntapié en el trasero que nunca olvidarás Orlas ¡Vamos, alcánzala! Yo puedo arreglármelas solo. O lo cazas tú o lo espantas, pero no la dejes ganar, me molestaría hasta el fin del ciclo.