Un nerd para navidad

Capítulo 4

14.12.13
Llegué nuevamente temprano con la intención de seguir con mi trabajo. El día previo se volvió eterno, pues entre el papeleo y los consejos de Miriam se me habían ido las horas. 

—Yo sé lo que te digo, si quieres encajar en este lugar debes juntarte con las personas correctas —insistió Miriam—, y ese chico no es de ellas. 
—Ya te dije que se llama Emiliano —la correji.
—Fíjate bien con quién te ven, pues los rumores dicen que ese tipo puede no ser de fiar, nadie sabe nada de él.
Fue lo último que Miriam me dijo. 

Saqué aquello de mi mente y aproveché para quitar un poco de escarcha alrededor de mi escritorio. Sentía que el ambiente navideño estaba invadiéndome. Boté mi ropa invernal en el perchero y decidí que era momento de volver al viejo archivero. Caminé por el largo pasillo hasta llegar al cuarto, el foco ya había sido reparado, así que me puse en marcha.
Tardé más en ubicar la primera carpeta que el foco en volver a fundirse. 
—¿¡Por qué estas cosas me ocurren a mí!?  —llevé mis manos a mi frente. 

Era muy temprano y nadie de mantenimiento podría ayudarme. Fue en ese instante en el que se me ocurrió algo y trantando de ignorar el evento vergonzoso del día anterior, me dirigí hacia el mismo cubículo de la última noche. Efectivamente ahí estaba él. Se mantiene sentado con una postura muy recta y tecleaba muy concentrado. No pude evitar contemplarlo unos segundos.
—Hola —aclaré mi garganta para poder seguir —, veo que realmente eres madrugador. 
Se quitó los audífonos con un gesto confundido. 
—Hola, disculpa no te había escuchado —señaló sus audífonos.
—Necesito pedirte un favor —continué sin darle vuelta al asunto. 
—Claro —arqueó sus cejas hacia dentro, gesto que marcó unas pequeñas arrugas en la frente.
—El foco sigue sin funcionar —señalé el archivero—, ¿crees que puedas ayudarme alumbrando con la lámpara mientras termino de buscar las carpetas que necesito? —sonreí tratando de lucir convincente.
Me miró por un momento.
—Si, te ayudo —se puso de pie.
—Gracias —caminé con él justo detrás de mí.

Llegamos hasta el archivero y con él alumbrando con la lámpara del teléfono, empecé a buscar. Estaba muy próximo a mí y el aroma a su perfume llegó hasta mis fosas nasales. 
—¿Qué es lo que buscas? Si se puede saber —preguntó. 
—Los balances de las nóminas de los años previos —respondí sin dejar de buscar —necesito comparar con algunos datos actuales. 
—Esa información debe estar justo aquí—abrió una de las tantas gavetas y sacó una carpeta.
Empecé a hojearla y definitivamente era lo que buscaba.
—Genial, me has ahorrado mucho tiempo de búsqueda, gracias —sonreí.
—Que mal, me perderé de ser tu lámpara de mano todo ese tiempo —me devolvió la sonrisa.
—¿Cómo sabías en dónde estaba? —dije intrigada. 
—Tengo más tiempo que tú trabajando aquí, además tengo memoria eidética.
Definitivamente debía buscar que era eso.

Un silencio incómodo se formó en el sitio, nuestros rostros se podían ver apenas iluminados por la luz del teléfono. Miré sus ojos que tenían un lindo café con toques de verde, él también miraba los míos.
—Debo ir a mi oficina —dije en cuanto noté que la situación estaba tomando un rumbo diferente.
Salí del archivero con el corazón extrañamente acelerado. 
—Muchas gracias por tu ayuda —dije tratando de lidiar con todas las carpetas en mi mano. 
—Déjame hacerte el favor completo —me quitó las carpetas y empezó a caminar hacia mi oficina.
Lo seguí rápidamente, tratando de seguir su paso con sus grandes zancadas. La distancia me permitió ver su perfil desde la espalda el cual no era nada malo. 
—¡Vaya! Veo que te gustan los adornos —dijo al notar toda la decoración.
—No, no —negué también con la cabeza —, esto es obra de la secretaria. A mí en realidad no me gusta la navidad.
—¿En serio? —dijo asombrado.
—No, no es lo mío —alcé ambos hombros.
—Que mal, para mí es una de las fechas más importantes del año —curveó la boca en una pequeña sonrisa —es la mejor época para agradecer por lo que tenemos y admirar la belleza de la vida —afirmó.
—La vida no ha sido tan bella para mí —negué con la cabeza.
No había hablado con nadie que no fuera mi padre sobre eso y no sabía porque lo estaba haciendo con él. 
—Lo lamento.
Sus palabras me tomaron por sorpresa y solo pude asentir con la cabeza. 
Nuestras miradas se volvieron a cruzar y pude sentir ahora algo en mi estómago. 
—Debo regresar a mi trabajo —hizo una pausa desviando la mirada —nos vemos luego —se despidió con la mano en el aire y salió. 
Me quedé recargada al escritorio sintiendo como esa sensación en el estómago se extendía hasta mi pecho.




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