Un nerd para navidad

Capítulo 7

17.12.23

Era domingo y la neblina podía versa a traves de las cortinas semiabiertas. Me sentía mucho mejor que el día previo. El mareo y el dolor de cabeza habían casi desaparecido y el medicamento estaba funcionando bien.

Encendí las luces del árbol de navidad que no era muy grande, pero sí lo suficiente para iluminar parcialmente la casa, tomé el caballete en donde estaba mi pintura y aunque el clima no me permitía mirar por el telescopio busqué la inspiración en otro sitio.

Coloqué un poco de blanco sobre la estrella y recordé el brillo de sus ojos por aquellas lágrimas. Dejando completamente de lado el hecho de que pudo matarme con su auto, no podía sacarla de mis pensamientos. No sabía que era lo que podría haberla hecho sentir tan mal para tener su semblante. 

El timbre empezó a sonar. Me sorprendió pues no solía recibir visitas. Me asomé por la mirilla y ahí estaba ella. Mi corazón comenzó a acelarse y empezaba a ser una sensación que no sabía si era buena o mala. Abrí la puerta al segundo timbrazo.

—Hola —le dije sorprendido por su visita.

—Hola —contestó. 

Hubo un silencio de un par de segundos.

—Sopa —dijo de repente y alzó la bolsa que traía en sus manos —, te traje sopa.

—¡Oh!, gracias —fruncí el ceño un poco confundido y tomé la bolsa que me estaba ofreciendo.

Parecía una repartidora que acababa de entregar su pedido. 

—¿Quieres pasar? —pregunté dudoso, pues el día previo se había negado a entrar, huyendo prácticamente en cuanto había abierto la puerta de mi departamento.

Lo pensó y finalmente entró. Vi como observó cada espacio, pero su mirada se detuvo en mi pintura. 

—¡Es hermoso! —exclamó —, ¿tú la estás haciendo? —dijo al notar la paleta de colores.

—Sí —contesté con un poco de pena, pues no solía mostrarle mis trabajos a nadie conocido.

La admiró por unos segundos más y luego caminó hasta la ventana. Rozó con su mano mi telescopio.

—Jamás he visto las estrellas con uno, ¿puedo usarlo? —preguntó con una leve sonrisa.

—Hoy no es un buen día —me moví por fin de mi pose de estátua —, pero cuando el cielo esté despejado, puedes venir, te puedo mostrar las constelaciones.

—Sería genial —volvió a sonreír. Se veía más tranquila, su rostro estaba mucho más relajado—. ¿Cómo te sientes? —cambió el tema.

—Mejor, gracias —curveé mi boca en una pequeña sonrisa, no podía desacelerar mi pulso. Me sentía muy confundido con todas las sensaciones en mi cuerpo.

—Deberías comer la sopa antes de que se enfrié —miró hacia la cocina —, déjame servirte.

Abrió las puertas de la alacena como si estuviera en su casa, yo simplemente me limité a mirar cada movimiento que hacía. En eso dejó caer una cuchara por accidente, por lo que ambos nos encuclillamos para levantarla. Nuestras manos se unieron junto con el metal del utensilio.

Clavé mi mirada en la suya y llevé una vez más mi mano hasta la piel de su rostro. La acaricié suavemente, rocé su labio inferior con mi pulgar y ella cerró los ojos ante mi tacto. No sabía que estaba haciendo, pero en un impulso junté mis labios con los suyos.

Nunca había besado a una mujer, nunca había sentido la atracción suficiente para querer hacerlo. Pero con ella todo parecía ser distinto. 

Fue un beso suave, disfruté del roce delicado de su boca. Abrimos nuestros ojos y una sonrisa nerviosa adornó su cara. Se puso de pie y como si nada hubiera pasado, tomó otra cuchara y me ofreció la sopa en un tazón.

—Está lista —dijo sin hacer comentarios sobre aquel beso.

Sonreí ante su actuar, pues aunque me sentía muy nervioso, era mejor desimulando que ella. Empecé a comer la sopa, mientras ella siguió explorando mi departamento. Se detuvo frente al pino de navidad, acarició los adornos y contempló las esferas pintadas con estrellas y planetas.

—Yo las pinté —le dije de forma espontánea.

—Son hermosas, eres todo un artista —sonrió admirando la esfera en su mano.

—Un nerd, dirían otras personas —reí ante el adjetivo con el que me describían con más frecuencia. 

—Eres diferente —respondió dejando el adorno en el pino y dejándome admirar la mejor de sus sonrisas.

Me detuve ahí a observarla y dándome cuenta de que tal vez podría enamorarme de esa mujer.




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