Un nerd para navidad

Capítulo 13

23.12.23

Nuestra velada se prolongó hasta pasada la media noche, después de que se desahagora sin hacer preguntas decidí contarle un poco más de mi pasado. Mi vida no había comenzado con la mejor fortuna y a pesar de que me había costado superar mi infancia, el tiempo me había ayudado a madurar y a agradecer por lo que sí tenía. Tal vez era lo que a ella le hacía falta; tiempo.

—¿Y hasta que edad estuviste en el albergue? —preguntó.

—Hasta los 18 años.

—¿Nunca fuiste adoptado? —dijo con algo de lastima en su tono.

—Sí, algunas veces —me serví la última taza de chocolate —en realidad tuve muchos hogares temporales, pero las familias perdían interes en cuanto se daban cuenta que el apoyo económico del gobierno no era por mucho tiempo.

—¿Estás diciendo que solo querían dinero? —respondió sorprendida.

—Así es —dije con resignación —todos aparentaban ser los padres perfectos hasta que no había una ventaja de por medio.

—Lo lamento —tomó mi mano sobre la mesa y el cosquilleo en mi estómago regresó.

—Es por eso que no confió en lo que dicen las personas, es muy fácil crearse un pantalla con palabras. Lo importante son las acciones, como te compartas. Eso es lo que te identifica —tomé su mano también y acaricié uno de sus dedos. 

Me gustaba la sensación de su piel en mis manos. Era una sensación diferente, era algo desconocido para mí. 

—Me gusta tu filosofía de vida, es distinta —hizo una pausa —, pero creo que hay personas que también pueden actuar sus acciones. No te puedes fiar tampoco solo de eso —contestó pensativa.

—Estoy de acuerdo. Pero ahí es donde entre algo más.

—¿A qué te refieres?—preguntó dudosa.

—Esto —señalé mi pecho —lo que uno siente respecto a esa persona. Confianza, calidez, respeto, tolerancia, cariño, amor. 

Miré nuestras manos, que seguían una sobre la otra y por primero vez no sabía identificar aquel sentimiento. Parte de mí sintió miedo, miedo de que ese nuevo sentimiento me hiciera cambiar los planes que ya tenía. 

El silencio reinó el espacio y por un momento no sabía que hacer o decir.

—Creo que es hora de irme —dijo de repente —, es tarde.

—Sí, entiendo —contesté saliendo de mis pensamientos.

—¿Puedo pasar primero a tu baño? —preguntó.

—Claro.

Le indiqué el lugar correcto y mientras salía, mi mente tenía una batalla entre detenerla y decirle lo que estaba sintiendo o ignorar ese sentimiento pensando que todo aquella era una tontería de mis cavilaciones.

Su teléfono sobre la mesa se encendió por un mensaje y una foto de ella con una mujer se mostró en el fondo de pantalla. Tomé el aparato de forma inconsciente, viendo el parecido entre esas dos mujeres, era más que evidente que se trataba de su madre.

—¿Qué estás haciendo?, ¿Estás revisando mi teléfono? —preguntó al entrar nuevamente a la sala.

—¡Oh!, yo lo siento. No, solo sonó y... —empecé a ponerme nervioso por mi imprudencia —, de verdad no es lo que parece.

Su rostro había cambiado, se veía molesta y al parecer decepcionada.

—Hay que ver las acciones de la gente también ¿no? —sus palabras me dejaron confundido —me voy.

Me quitó el teléfono de la mano y tomó su bolso.

—Espera, Vale. No es lo que parece —traté de explicar.

—Miriam me dijo que fuiste también candidato para mi puesto ¿es cierto? —preguntó de repente.

No entendía que tenía que ver eso con lo que estaba pasando.

—Sí —contesté confundido —, pero no era mi objetivo. Jamás me ha interesado.

Se me quedó mirando fijamente y dejó salir una lágrima. Sin decir nada más, se giró y salió del departamento.

La hermosa velada se había transformado y mi corazón tuvo otro nuevo sentimiento, por primera vez se sintió roto.




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