Un nido de víboras (un cuento oscuro, #0.2)

1

Lea se estiró en la cama todo lo que su cuerpo le permitía. Sus músculos protestaron de una manera agradable y la sonrisa de la joven guerrera dannan se hizo más amplia cuando una de sus piernas desnudas chocó con otra debajo de las sábanas.

Rotó el cuerpo y cuando abrió los párpados, sus ojos de color cobalto se encontraron con los de un profundo color negro ónice que la miraban con intensidad. Había una pequeña arruga entre las cejas rubias que enmarcaban esos ojos, y Lea extendió la mano para alisarla. Cuando tocó la piel de cubierta por un leve rastro de barba, Kendrick dijo:

─Deberías irte ─Lea hizo una mueca con la boca al escuchar esa palabras─. El sol no tardará en comenzar a salir.

Por toda respuesta, Lea pegó más su cuerpo desnudo al de Kendrick y le dio un beso en los labios. El Hijo Predilecto de la Casa de la Sombra y la Niebla colocó una mano cálida sobre su cintura y la atrajo más hacia así.

Lea sonrió contra los labios sorprendentemente cálidos y suaves de Kendrick a la vez que entrelazaba una pierna entre las suyas. Se pegó a él todo lo que pudo, buscando su calor y su contacto. La idea de que en un par de días todo eso podría desvanecerse la perturbaba y hacía que en su pecho naciera un dolor punzante y amargo que le subía por la garganta hasta extenderse a sus ojos. Apartó esos pensamientos al tiempo que se separaba de él para poder mirar al Hijo Predilecto a los ojos. La sonrisa que tironeaba de sus labios desapareció.

─Estás preocupado ─dijo acariciando la mejilla de Kendrick con un dedo. Su única respuesta fue un resoplido ligero en su pelo y en su frente. Tras una pausa en la que se dedicó a recorrer la mandíbula y los pómulos de Kendrick, Lea volvió a preguntar─. ¿Tienes miedo?

El gobernante de la Casa tardó unos instantes en contestar. El tacto cálido de su mano sobre la cintura y la vibración del poder que daba nombre a la Casa contra su piel conseguía aliviar la tensión con la que la pregunta había cargado el ambiente de la habitación.

─Sí. Por muchas razones ─respondió tocando la frente de Lea con los labios. Ella se estremeció y cerró los ojos dejando escapar una exhalación─. Pero no se lo digas a nadie; no quedaría muy bien que el Hijo Predilecto reconociese que tiene miedo de entrar en batalla.

Esta vez, la que resopló fue Lea. Se apartó un poco de Kendrick para mirarlo mejor a la cara, apoyando la mejilla sobre la almohada abultada por el antebrazo que tenía debajo.

─Aunque lo dijese, nadie se creería que el señor de la Casa ─pronunció despacio, esperando a que una de las cejas de Kendrick se posicionase más cerca del nacimiento de su pelo─ me hubiera hecho una confesión así.

Kendrick no hizo ningún comentario. Sabía que era cierto.

El Hijo Predilecto de la Casa de la Sombra y la Niebla era una figura que para Lea durante mucho tiempo había sido como una estatua impertérrita tallada en piedra, igual que para todos los ciudadanos del territorio dannan. Tras pasar tiempo juntos, a solas, había resultado que sí, Kendrick era una estatua la gran mayoría de las veces, pero no estaba hecho de piedra, sino de agua congelada. Y esta podía derretirse, con paciencia y calor.

─ ¿Tú no tienes miedo? ─preguntó el Hijo Predilecto.

─Claro que tengo miedo, Ken ─asintió Lea, recreándose en la manera en la que las comisuras de los labios del gobernante se curvaban de una manera casi imperceptible al escuchar el apelativo─. Yo también tengo miedo a lo que pueda pasar ─continuó después de humedecerse los labios─. Va a ser mi primera batalla.

─No tiene nada de emocionante.

─Entonces, ¿por qué todos los Hijos Predilectos están siempre tan ansiosos por comenzar una guerra?

─No lo sé, Aileana ─contestó por fin el gobernante tras una largo pausa, pasando los dedos por la larga melena que caía por la espalda de Lea─. Supongo es una especie de pago por el poder que corre por nuestras venas, además de esa bestia que vive dentro de nosotros.

─Pero, ¿tú la deseas? La guerra.

─Como todos los feéricos ─replicó lanzándole a la joven guerrera una mirada significativa sin ningún tipo de reproche─, hay una parte de nosotros que busca esa acción. El movimiento de la pelea, el olor de sangre… Eso no me molesta. Lo que no soporto es la parte de la destrucción ─continuó mientras pasaba los dedos largos por el hombro desnudo de Lea. Sus ojos negros como la noche sin luna ni estrellas seguían el avance de la caricia─. Ver la Casa reducida a escombros humeantes y los ciudadanos muertos. Se supone que son mi responsabilidad, que proteger su vida y su bienestar forman parte de mis tareas, las mías y las de todos los Hijos Predilectos, pero al final parece que es lo último de lo que nos preocupamos.

─Si quisieras podrías parar la guerra ─contestó Lea en un susurro. En su tono tampoco había reproche.

─No es tan sencillo, Aileana, lo sabes. Hay…

─Hay una imagen que mantener ─lo interrumpió ella, pero Kendrick no se molestó por ello. Estaba más que acostumbrado a esos atrevimientos y en cierto modo, le gustaban─. Lo sé.

Eso era lo que habían estado haciendo ambos durante los últimos dos años, cuando la tensión con la Casa del Viento y la Tormenta se había incrementado y en el ambiente comenzaba a respirarse la ceniza de la guerra. Había sido agotador, peligroso en algunos momentos, y también excitante.




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