Un nido de víboras (un cuento oscuro, #0.2)

5

─ ¿Puedo haceros una pregunta?

Kendrick giró el cuello para mirarla, con una de sus cejas rubias perfectamente enarcada y una sonrisa bailando en su boca.

─Vas a hacerla de todas formas ─dijo jugando con su pelo─. De una manera u otra.

Lea refunfuñó y se quedó callada. Se revolvió a su lado, pero no separó su cuerpo desnudo del de Kendrick.

Había vuelto a encontrarse con el Hijo Predilecto la noche siguiente y esta había transcurrido de una manera similar a la primera, solo que esta vez no tuvo que dejar inconsciente a nadie. Kendrick había abierto la puerta antes de que ella saliese del amparo de las sombras de las ramas y la había invitado a entrar con un gesto.

La paciencia que Kendrick se tomaba para recorrer su cuerpo antes de enterrarse en ella le resultaba extraña, pero ni mucho menos molesta. Estaba acostumbrada a los encuentros rápidos donde el placer se alcanzaba de manera apresurada, para luego terminar de la misma manera. Con el señor de la Casa la celeridad no tenía cabida en la cama, por lo menos no en los dos encuentros que habían tenido hasta el momento.

Kendrick esperó pacientemente a que continuase mientras trazaba dibujos en la piel de su hombro, enredando más su melena.

─ ¿No tenéis ninguna candidata a consorte esperándoos en palacio? ─preguntó finalmente Lea sin evitar su mirada.

─ ¿Estás buscando alguna razón para sentir remordimientos de esto? ─preguntó Kendrick lanzando una mirada significativa a su cuerpo desnudo─ No tienes por qué venir si no quieres…

─No ─se apresuró Lea a contestar─, es solo que no quiero ser el entretenimiento del señor de la casa mientras este se encuentra lejos de palacio.

Las cejas de Kendrick se juntaron levemente.

─No lo eres ─aguardó un momento antes de continuar─. No hay nadie esperándome en palacio.

Lea siguió mirándolo con interés. Sabía que los momentos que seguían a la intimidad física eran favorables para las conversaciones más personales. Una buena situación para seguir entrenando sus habilidades con las palabras.

─ ¿No va siendo hora de que os caséis?

─ ¿Y tú? ─contraatacó él en el mismo tono.

─Soy muy joven ─replicó Lea encogiéndose de hombros─. Ni siquiera he pasado todavía por la Turas Mara.

─ ¿Y piensas formar parte de un ejército que va a ir a la guerra sin haber alcanzado la inmortalidad plena?

Lea ya había discutido con sus padres sobre la temeridad de entrar en combate en una batalla sin haber realizado la travesía que le conferiría la inmortalidad como feérica. Su cuerpo sería menos ágil, sus sentidos estarían menos desarrollados, y sus heridas sanarían más despacio y se encontraría más débil. Pero a ella no le interesaba hablar de sus decisiones. Prefería hurgar un poco más en el misterio que envolvía al hombre que tenía tendido a su lado.

─ ¿Siempre sois tan sutil esquivando las preguntas que os hacen?

─No, normalmente suele dárseme mejor ─se quedó callado un largo rato en el que Lea no dejó de mirarlo inquisitivamente, hasta que finalmente contestó con voz ligera─. No he encontrado a la adecuada.

─ ¿Ni siquiera para tener un descendiente que perpetúe vuestra línea de sangre?

Kendrick dejó escapar una risa sin gracia.

─ ¿Te estás ofreciendo voluntaria, Aileana?

─No ─contestó ella con rapidez; demasiada. Una sombra nubló el semblante de Kendrick y su expresión se cerró de una manera conocida. Lea se encogió de hombros para tratar de restarle importancia a su negativa─. Es solo que me parece extraño; los Hijo Predilectos suelen apresurarse en elegir a un consorte con quién tener hijos cuando toman el poder, o simplemente… ─hizo un gesto vago con la mano─ dejan que ocurra con cualquiera.

Kendrick se quedó callado, sus ojos perdidos en algún punto en el hombro de Lea y en sus dedos entrelazados en el cabello negro azabache. Ella, a pesar de no tener la capacidad de entrar en su cabeza de la misma manera que él, podía imaginarse en lo que estaba pensando.

El anterior Hijo Predilecto de la Casa y padre de Kendrick, Eanraig, había muerto tres siglos antes de que Lea naciera, pero sabía que había sido un hombre… complicado. Algunos lo habrían definido como cruel y sanguinario, pero el general de los dannan prefería la primera de las características para definirlo. Gwilym nunca había entrado en detalles delante de Lea sobre cómo había sido Eanraig, pero siempre le había dicho que por muy frío e inflexible que pudiera parecer Kendrick, debían de estar agradecidos por el trato que les daba a pueblos minoritarios como ellos. Lea tampoco había preguntado nada más, pero sí se había enterado de detalles de la vida personal del fallecido Hijo Predilecto. Nunca se había casado con nadie; Kendrick, Brycen y su hermana pequeña Anice habían nacido de la unión con una mujer de la aristocracia y había mantenido bastantes relaciones extra matrimoniales. Y cuando los feéricos se referían a bastantes… bueno, Lea tampoco había parado a pensar demasiado en ello, pero podía imaginárselo.

Nadie había dudado nunca que Kendrick se convertiría en Hijo Predilecto a la muerte de su padre, a pesar de que había más posibles herederos a parte de él y sus hermanos directos, aunque ninguno oficial. Pero estaban ahí, ahora como una alternativa si Kendrick moría sin descendencia. Si el poder de los dioses los elegía a ellos, por supuesto. No era habitual, pero a veces la magia especial que corría por las venas del Hijo Predilecto no era heredada por el primogénito o la primogénita, sino por algún hermano o incluso primo. De hecho, por alguna razón desconocida pero muy especulada, el poder de los dioses no solía escoger a mujeres.




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