Un nido de víboras (un cuento oscuro, #0.2)

6

Lea no estaba segura de si dolor era la palabra apropiada para definir cómo sentía su cuerpo después de cinco días sin entrenarse.

Había un hormigueo debajo de su piel que la molestaba y la ponía nerviosa, una inquietud que ni los largos paseos por las mañanas hasta las costas escarpadas al norte del territorio de los dannan ni el sexo nocturno con Kendrick podían apaciguar. Necesitaba una excitación diferente, un tipo de movimiento distinto. Por eso esa mañana se había puesto el traje de combate, una indumentaria hecha de cuero y acerco, ligera y resistente al mismo tiempo, y se había encaminado a los campos de entrenamiento con paso firme.

La explanada en la que los dannan entrenaban estaba compuesta por más de veinte recintos delimitados en forma de círculos en los que los guerreros ya formados y aquellos que querían llegar a entrar en combate algún día se ejercitaban casi a diario. Nadie que no hubiera superado todos y cada uno de ellos podía llamarse a sí mismo guerrero o guerrera dannan. Lea había conseguido ese honor apenas tres meses atrás.

Cuando llegó, los campos bullían de actividad a pesar de que el sol había salido hacía apenas una hora. Lea reparó primero en la figura alta y de cabello negro de su padre, dando instrucciones a cinco guerreros jóvenes situados cerca de uno de círculos más temidos. En ese, Lea había estado a punto de perder un brazo o de acabar con las tripas por el suelo en más de una ocasión. Las varas erizadas de cuchillas cortantes salían del interior de la tarima de madera a través de trampillas ocultas, de manera totalmente aleatoria y repentina, mientras el suelo se movía bajo los pies a un lado y a otro. El planteamiento del ejercicio era fácil; salir de allí entero sin derramar sangre. Superarlo era otra historia.

Sus ojos no tardaron en fijarse en el grupo de figuras que destacaban del resto por ir elegantemente vestidas y encontrarse separadas del resto. La comitiva real, con su Hijo Predilecto en el medio, observaban lo que acontecía frente a ellos con rostro inexpresivo, como si no tuvieran delante a la fracción más poderosa de su ejército.

Más demostraciones, comprendió Lea. Como si no pudieran, o más bien no quisieran, creerse que los dannan eran su mejor arma.

Lea dio un respingo cuando escuchó una voz que no era la suya hablando dentro de su cabeza.

¿Vas a formar parte hoy de los entrenamientos?

Kendrick le daba la espalda. Brycen estaba levemente inclinado hacia él y la guerrera pudo ver el movimiento de su mandíbula al hablar. Lea hizo una mueca de manera inconsciente aunque Kendrick no pudiera verla.

No estoy segura.

¿Por qué?

Lea vaciló.

Las chicas tienen dudas. Si aparezco en los círculos, seré la única mujer presente.

¿Eso te supone un problema?

Se tomó su tiempo para contestar, sopesando sus palabras y reflexionando al mismo tiempo sobre ellas. Se agachó para juguetear con los cordones de sus botas y que no pareciese que se había quedado allí plantada como una tonta.

Es complicado. Mi padre no me ha dicho que no pueda participar y no creo que a los hombres les parezca mal que me presente aquí… Pero saben que no es el momento de hacer ninguna escena que pueda resultar ofensiva para sus majestades reales añadió en un tono ácido, aunque sin reproche. Nadie quiere problemas con una guerra cerca.

Si nadie te lo ha prohibido directamente, no veo donde está el problema contestó Kendrick tras una pausa. Creo recordar que me dijiste que tenías una demostración pendiente.

Y yo que me la negasteis replicó Lea resoplando en voz alta.

Un entrenamiento inocente no es lo mismo que una exhibición oficial, aunque puede revelar lo mismo.

Lea estaba segura de que podía percibir su sonrisa aunque no la estuviera viendo.

─Estás pensando en montar una escena, ¿verdad?

Levantó la cabeza, siguiendo las botas y las piernas que habían aparecido demasiado cerca de ella. Sonrió cuando se topó a Deian mirándola con un gesto divertido.

─Claro que no ─contestó irguiéndose─. Solo he venido a entrenar. Al que no le guste, que no mire ─dijo bajando la voz y haciendo un gesto con la cabeza hacia donde se encontraban Kendrick y su noble compañía─. ¿O es que ahora también lo tenemos prohibido?

Deian no contestó, pero rio el comentario en bajo. Si hubieran estado los dos solos, su risa no habría sido tan disimulada, y probablemente él también hubiera hecho un comentario del mismo estilo. Pero Deian era así, temeroso de los reproches y las represalias, siempre midiendo sus palabras dependiendo de quién estuviera delante. A pesar de que era su amigo y de que en otro tiempo había sido más que eso, aquella actitud precavida irritaba a Lea hasta el punto de hacerla rechinar los dientes dolorosamente.

En ocasiones la joven no estaba segura de si calificarlo como cauteloso o rastrero.

─ ¿Quieres ser mi compañero? ─preguntó después de volver a dirigir su mirada a los círculos llenos de actividad y a la comitiva real.

─No voy a dejar que me patees el culo delante de sus altezas reales ─contestó Deian haciendo un gesto con la cabeza hacia Kendrick y el resto de invitados.




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