Un nido de víboras (un cuento oscuro, #0.2)

7

Lea dudó durante un largo rato sobre si acercarse hasta el alojamiento del Hijo Predilecto. Una parte de ella le decía no lo hiciera, no después de lo que había ocurrido esa mañana. Pero era la última noche que Kendrick pasaría entre los dannan. No tenía ni idea de cuándo volvería a verlo. Ni siquiera sabía si después de lo que había hecho esa mañana él querría verla a ella.

Puede que lo hubiera interpretado mal cuando hablaron antes de que ella hiciera su demostración. Puede que se hubiera equivocado y en realidad hubiera estado jugando con ella todo ese tiempo. Tal vez deseaba que alguna chiquilla impresionable y demasiado idealista como ella cayese en sus encantos para que cometiera una falta como la de aquella mañana y dar por zanjado todo el asunto de las mujeres en el ejército con una negativa rotunda ante su desafío. Era tan ingenua, tan inexperta…

Lea barajó mil y una posibilidades mientras sus pasos la guiaban de manera automática hacia la casa de una sola estancia en la que había pasado las tres noches anteriores. Se detuvieron cuando la vio con claridad, las luces encendidas similares a luciérnagas en verano.

Observó la vivienda indecisa durante un rato que a ella le pareció una eternidad, hasta que sintió un cosquilleo en la piel. Aun desde donde se encontraba, pudo notar el poder de Kendrick cuando atravesó la puerta cerrada convertido en sombra.

La impresión despejó las dudas de su mente durante un breve instante, siendo sustituidas por la admiración. Sabía que poseía aquella capacidad, pero nunca la había visto en acción. El cuerpo de Kendrick se había convertido en una amalgama de sombras y humo con una forma vagamente similar a su figura. Se escurrió entre las juntas de madera de la puerta y una vez en el exterior, los ribetes brumosos se juntaron, entrelazándose entre sí como un nido de serpientes, para dar lugar al Hijo Predilecto que ella conocía. O que creía conocer.

Los ojos de Kendrick la encontraron con facilidad. Ambos intercambiaron una mirada en la que Lea no pudo descifrar nada y que él interrumpió para girarse y abrir la puerta a sus espaldas. Las piernas de Lea tardaron en ponerse en movimiento.

No lo miró cuando pasó a su lado.

─ ¿Estáis enfadado? ─preguntó después de que Kendrick cerrase la puerta tras ella.

─ ¿Por qué tendría que estar enfadado? ─preguntó Kendrick a su vez. Su tono era ligero y calmado, y su postura relajada.

─Por la manera en la que me mirasteis cuando terminé con Deian.

Kendrick dio un paso hacia ella. Lea inclinó su cuerpo hacia él de manera inconsciente.

─No podía dejar que los demás notasen lo que pensaba, Aileana ─Kendrick colocó las manos sobre su cintura mientras hablaba. La pausa que hizo antes de continuar fue angustiosa para Lea─. No podía dejar que supieran que me parecías un ser extraordinario, que entiendo el porqué de que muchos hombres se nieguen a ver a una mujer luchando a su lado, y que no lo comparto ─apartó un mechón de cabello del rostro estupefacto de Lea. El roce de sus dedos, las sombras que se asomaban en ellos, hicieron que la joven guerrera se estremeciese─. Y que también me hacía sentir esto.

Kendrick cogió una de las manos que Lea había apoyado en su pecho y la bajó hasta su entrepierna. Ella se mordió el labio al notar la evidencia de su excitación. Su cuerpo reaccionó como un reflejo del de Kendrick.

Entre la sorpresa de lo que Lea había encontrado en el cuerpo de Kendrick, surgió en su mente un pensamiento que ronroneaba con fuerza. Y el Hijo Predilecto, por supuesto, supo que era lo que estaba pensando la joven guerrera.

─A mí sí me excita, Aileana ─murmuró Kendrick con los labios pegados a su oreja, como si le estuviera contando un secreto de la Casa─. Me excita muchísimo verlo, y sentirlo.

Lea cerró los ojos y se recreó en sus palabras. En la sociedad en la que ella se había criado, separada de la frivolidad que impregnaba el resto de la Casa, nuca había dudado de que los hombres pudieran asumir que una mujer podía enfrentarse a ellos y salir vencedora. Pero también sabía que preferían que eso no ocurriera.

A Lea nadie le había dicho que se veía extraordinaria o hermosa cuando luchaba. Ni siquiera se había parado a pensar en ello. Las mujeres tomaban lecciones de defensa y lucha, sí, pero aquella forma de violencia tan desataba y sucia siempre había estado asociada a los hombres. Era lo que los hacía atractivos, pensaban muchas de las mujeres con las Lea había hablado sobre el asunto. No a las mujeres; las hacía fuertes, independientes. Pero no atractivas.

 Lea sintió cómo se le cerraba la garganta en un nudo apretado que apenas le dejaba respirar. Sin importarle la falta de aire que notaba en su pecho, se puso de puntillas y besó a Kendrick. Él la estrechó con más fuerza e intensificó su beso, abriéndole la boca.

─Móntame ─susurró Kendrick contra sus labios con la respiración acelerada─. Ponte encima de mí y móntame.

Lea tardó en reaccionar. Cuando sus manos se dirigieron hacia las ropas del Hijo Predilecto para despojarlo de ellas, las de él ya estaban en movimiento. Dejó que la desnudase antes de empujarlo con suavidad para que se sentase sobre la cama. Kendrick palmeó uno de los muslos desnudos de la joven para que lo levantase, colocándolo sobre el colchón. Dejándola expuesta para él. Lea apoyó las manos sobre sus hombros para poder mantener el equilibrio mientras él la lamía, pero cuando sintió que sus piernas no aguantarían su cuerpo tembloroso mucho más, hizo que se tumbase de espaldas.




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