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Lea regresó de sus recuerdos con un parpadeó. Su vista se enfocó en la pared del cuarto detrás de Kendrick. La penumbra estaba comenzando a adquirir un tono azulado oscuro y ella no pudo contener la mueca que se formó en su boca ante lo que eso significaba.

Levantó la vista hacia Kendrick y, una vez más, lo descubrió mirándola.

─ ¿En qué estás pensando? ─le preguntó.

─En lo mismo que tú ─respondió él. Lea no había sentido ningún pinchazo que le advirtiese de que se había colado en el interior de su cabeza para ver lo que había dentro de ella, pero el Hijo Predilecto no necesitaba hacer eso para saber lo que la joven guerrera pensaba. Ya no─. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes ─prosiguió jugueteando con su pelo─. Ojalá… ─vaciló, y Lea se tensó ante ese gesto tan poco habitual en él─ ojalá hubiéramos tenido más tiempo ─observó las hebras negras entrelazadas entre sus dedos de la misma manera en que las sombras se curvaban a su alrededor cuando las convocaba con su poder─. Me habría atrevido a decírselo a tu padre y le habría pedido permiso para hacer las cosas bien. Te habría cortejado como es debido.

Lea apartó el rostro para mirarlo mejor.

─ ¿Pedirle permiso a mi padre para cortejarme?

─Si tú lo hubieras querido, por supuesto ─replicó Kendrick con una sonrisa.

─No me arrepiento de cómo han sido las cosas ─contestó Lea después de sopesar sus palabras─. Si todo hubiera sido diferente tal vez no estuviéramos aquí. Juntos.

─Creo que de una manera u otra tú y yo habrías acabado así, Aileana.

Lea enarcó una ceja negra de la misma manera que él hacía con las suyas rubias sin darse cuenta.

─ ¿Creéis en el destino, mi señor?

─No. Puede que a los dioses no les gusten estas palabras, pero no, no creo en el destino. Tú eres… ─Kendrick volvió a vacilar, y Lea sintió que el espacio para su corazón tras las costillas se hacía más pequeño─ encajas conmigo de una manera que nadie antes había hecho. De la misma manera que yo contigo ─ahuecó una mano en la mejilla de la dannan para enfatizar sus palabras─. Lo que creo, Aileana, es que los seres como nosotros tarde o temprano acaban encontrándose, porque se atraen y se buscan. Cuando se encuentran por fin ─añadió en un tono de voz tan bajo que ella apenas pudo escucharlo─, ya nada puede separarles. Nada que no sea la muerte o los dioses. Me gustaría gritarles a esos dioses y todos en esta Casa que yo te he encontrado a ti, Aileana Carys Fforddludw.

Lea se quedó callada largo rato, mirando la negrura infinita en los ojos de Kendrick, tratando de encontrar allí el sentido a las palabras que habían quedado suspendidas entre ellos. Cuando volvió a hablar, su voz fue apenas un susurro.

─ ¿Me estás pidiendo que me case contigo?

El ceño de Kendrick se estremeció, pero no llegó a fruncirse ni a componer ninguna expresión concreta. Probablemente hubiera esperado alguna réplica sarcástica por parte de Lea, algo que hiciera referencia a su inusual muestra de romanticismo.

─Sí ─contestó con voz firme.

Por toda respuesta, Lea dijo:

─Si ganamos la guerra y los dos salimos vivos, seré yo la que te pida matrimonio a ti, Kendrick.

Esta vez, el que se quedó muy quieto interpretando las palabras fue Kendrick. Lea le dedicó una sonrisa, amplia, sincera y enmarcada por unos labios carnosos. Una sonrisa que perduró a un cuando quedó cubierta por la boca de Kendrick.

─Deberías irte. El cielo tiene ya el color de tus ojos.

Lea miró por encima de su hombro, hacia la ventana que le confirmaba que las palabras de Kendrick eran ciertas. El firmamento presentaba un intenso tono azul oscuro, pero todavía podían verse las estrellas y la luna con claridad. No había rastro de colores rosados o cobrizos que anunciasen que el sol estaba a punto de dar comienzo a un nuevo día en Elter. Un día más cerca de la guerra.

Lea se giró de nuevo hacia Kendrick y lo atrajo más hacia ella, con las dos manos entrelazadas en su nuca. Lo besó y se movió hasta quedarse boca arriba, arrastrándolo consigo y haciendo que se tumbase sobre ella.