Un nido de víboras (un cuento oscuro, #0.2)

11

─Dos años.

Lea se mordía el labio discretamente mientras miraba a su padre. Ellos dos, junto con Kendrick y Maeve, se habían internado en el bosque sombrío para poder tener un poco más de privacidad mientras hablaban, luego de que el Hijo Predilecto hubiera hecho un repaso muy breve de sus tropas, sobre todo de las bajas que se habían producido.

─Ahora empiezan a cuadrar muchas cosas ─murmuró Gwilym, pero los tres pudieron oírlo.

Lea había permanecido agarrada a Kendrick durante todo el tiempo. Había dejado que fuera él quien contase lo que había ocurrido entre ellos durante los últimos dos años, por lo menos, los detalles más importantes.

─Nunca he pretendido faltaros al respeto ─dijo Kendrick con la cabeza muy levemente inclinada hacia delante. Un gesto de cortesía que no podía exagerar más; su posición como gobernante no se lo permitía, aunque con quienes estuviera hablando fueran sus futuros suegros. O eso esperaba Lea─. Ni tampoco aprovecharme de Aileana en ningún sentido.

─Si lo hubierais hecho, dudo que ahora estuvierais entero delante de nosotros, mi señor ─comentó Maeve con una sonrisa amable en los labios.

Kendrick dejó escapar un sonido grave similar a una carcajada.

─Eso es cierto.

Los labios de Lea se estiraron ante ese intercambio de palabras entre su madre y Kendrick, pero su cuerpo seguía dolorosamente tenso. No apartaba la mirada de su padre, que tenía la vista clavada en el Hijo Predilecto. Una mirada evaluativa, cautelosa, con el ceño ligeramente fruncido. Lea solo lo había visto emplearla cuando alguno de sus segundos al mando le transmitía noticias indeseadas, o cuando algo trastocaba sus planes.

En ese momento, deseó tener las capacidades de Kendrick y poder deslizarse sigilosamente en la mente de su padre. Pero como no podía hacerlo, optó por intentar tirarle de la lengua.

─Papá, di algo.

Gwilym parpadeó despacio y desvió la atención hacia su hija. Vio como abría y cerraba la boca un par de veces, indeciso de una manera que Lea nunca antes había visto.

Kendrick fue el que cortó el espeso silencio.

─Entiendo que lo que estás pensando, pero me conoces lo suficiente para saber que yo no soy así ─dijo con su calma habitual, pero sus palabras solo hicieron que Lea se tensase más─. Quiero estar con ella. No voy a hacerle daño. Además, creo que Aileana tiene más opciones de matarme a mí que yo a ella.

Lea percibió la sonrisa que acompañó a sus últimas palabras a pesar de no verla. Su padre tardó otro largo momento en hablar.

─ ¿Queréis que os mienta a la cara diciendo que todo esto me da igual?

─No ─contestó Kendrick─. Siempre he apreciado tu sinceridad.

Siguió otro largo mutismo de palabras dichas en voz alta, pero por la vibración que había a su alrededor, Lea supo que su padre y su prometido estaban comunicándose. Apretó la mano de Kendrick y este le devolvió el gesto.

Quien rompió el silencio esta vez fue Maeve.

─Por mi parte los dos tenéis mi enhorabuena.

Había una sonrisa sincera en su boca y sus ojos grises brillaban cuando miró a su hija. Lea sintió que la garganta se le cerraba y el pecho le ardía.

─Gracias ─dijo Kendrick a su lado, soltándole la mano y pasándola alrededor de su cintura para pegarla más a él─. Gracias.

Ese último agradecimiento, acompañado de una inclinación de cabeza, fue para Gwilym. Este le dedicó un asentimiento a su gobernante con una mano en el corazón. Su mirada se desplazó de nuevo hasta su hija y le dedicó una sonrisa.

Lea abrió la boca para replicar de la misma manera, el calor de la alegría espantando el frío de la noche invernal, pero una voz urgente llegó desde su espalda.  

─ ¡Mi señor!

Lea se giró con Kendrick todavía rodeándola.

─Tiene que ser una broma ─escuchó decir a su padre tras ella.

Esas palabras hicieron que la burbuja en la que se encontraba estallase y la realidad mordisquease su piel con saña. Su mente procesó por fin lo que tenía delante de ella. Brycen, despeinado, con su mirada oscura encendida, se encontraba ante un grupo denso de soldados con los uniformes tan desastrados como él y Kendrick, pero curiosamente su porte hacía que no se vieran tan desaliñado como los demás guerreros.

Los soldados vestidos con corazas negras  y ribetes azules se desplazaron, pero sin perder la formación, para mostrar lo que contenía el interior del círculo que formaban. Lea sintió que el aire invernal penetraba en su cuerpo cuando sus ojos se fijaron en los rostros conocidos de los soldados apresados y en los emblemas de las lunas y las llamas que ribeteaban sus muñecas. Los mismos que ella también llevaba.

La voz de Brycen se coló entre los atronadores latidos de su corazón.

─Estos treinta y dos soldados dannan han intentado un levantamiento aprovechando que todo el mundo está recogiendo o atendiendo a los heridos.

Lea contempló los rostros conocidos. Todos eran soldados experimentados, aunque jóvenes, algunos de ellos habían entrenado con ella desde que era una niña. Su mirada se desplazó por los treinta y dos hombres esposados con cadenas de hierro, con astillas de madera de serbal de cazadores traída desde el mundo mortal clavándose en sus muñecas. Sus rostros estaban contritos por el dolor, pero tenían la cabeza erguida y los hombros cuadrados, orgullosos. Sus ojos cargados de odio fijos en el Hijo Predilecto.




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