Lea caminó con seguridad entre las tiendas de campaña que empezaban a ser desmontadas. El sol todavía empezaba a asomar en el cielo encapotado, pero nadie quería permanecer en Tierra de Nadie más de lo necesario.
A pesar de que el territorio de la Sombra y la Niebla estaba cerca, la cantidad de heridos graves era demasiado grande como para trasladarse con la noche cayendo sobre ellos. La opción más sensata era aguardar a la llegada de un nuevo día, pasando la noche formando un grupo bien unido al que ningún feérico salvaje se atrevería a atacar ni siquiera por diversión aun sabiendo que lo más probable fuera que acabase muerto. Los heridos eran atendidos durante la noche y sus heridas podían cicatrizar lo suficiente como para su avance fuera seguro.
Lea había ayudado con algunos de ellos. No había podido dormir y necesitaba estar ocupada, tener algo que la distrajese de sus ideas. Fue así como se enteró de que Maisie había muerto desangrada. Una parte de ella sabía que sin haber pasado la Turas Mara la herida que le había hecho el wulver esa peligrosa, más todavía si no era atendida de inmediato. Pero había conservado la esperanza de que se hubiera salvado, que alguien se hubiera detenido a ayudarla y llevarla de vuelta a las colinas, donde estaría más segura. Otra prueba de su ingenuidad, pensar que alguien se detendría a ayudar a una chiquilla en pleno campo de batalla, poniéndose a sí mismo en riesgo y perdiéndose parte de la excitante acción.
Se encontró a Kendrick reunido con su hermano y con otro general cuyo nombre no recordaba. Se detuvo a una distancia prudencial para darles privacidad, esperando a que notasen su presencia. Cuando Kendrick reparó en ella, se separó de los otros dos sin mediar palabra.
Las manchas oscuras bajo sus ojos eran evidentes antes de que se acercase a Lea, pero cuando lo tuvo apenas tres pasos de distancia, pudo ver que éstas hacían que su rostro se viera todavía más pálido.
Kendrick parecía inusualmente inseguro, por lo que Lea decidió ser ella la que comenzase.
─ ¿Pensabas que no iba a venir?
Él se removió en el sitio, pero sin perder su postura erguida y orgullosa.
─Sí.
─Yo tampoco estaba segura ─reconoció Lea en un murmullo.
Había pasado toda la noche pensando en todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Desde la muerte de Ronald, que todavía seguía sin procesar del todo, el hecho de que hubiera sido ella su ejecutora, hasta la orden de Kendrick para asesinar a los dannan rebeldes. El olor a sangre y muerte que impregnaba todo el lugar no la había ayudado a aclarar sus dudas. Sin embargo, cuando el cielo había empezado a aclararse y teñirse de tonos azul marino, sus piernas habían comenzado a moverse casi sin que ella fuera consciente y la habían guiado al otro extremo del campamento.
Había sido sorprendente para ella, acostumbrada a hacer lo contrario. A escapar cuando el firmamento comenzaba a tener el color de sus ojos.
Kendrick frunció el ceño y apartó la mirada.
─Puedes…
─No voy a echarme atrás ─dijo Lea acortando la distancia que los separaba de nuevo─. No vas a librarte de mí fácilmente, mi señor ─murmuró metiendo los brazos entre la tela de su manto de color negro y rodeándole la cintura con los brazos.
Kendrick apoyó la barbilla en su coronilla y la estrechó con fuerza contra él. Aspiró su olor y ella lo hizo mismo. Kendrick tenía un olor peculiar, como papel quemado y hojarasca, además de la tierra mojada y el metal que caracterizaba a todos los feéricos.
─Lo que tuve que hacer ayer no fue fácil ─lo escuchó decir contra su pelo.
─Lo sé ─asintió Lea─. Sigo sin tener miedo.
─Yo cada vez tengo más.
Lea se separó para mirarlo. Extendió una de sus manos hacía el rostro de Kendrick y le acarició una mejilla cubierta por una sombra de barba rubia, uno de sus pómulos. Luego, lo acarició entre las cejas hasta que la doblez que había aparecido entre ellas desapareció por completo. Podía sentir las miradas de quienes los rodeaban clavadas en ellos, pero Lea no se detuvo. No tenía sentido ahora que todo el mundo sabía que había algo entre ellos.
─Bueno, ¿vais a enseñarme mi futuro hogar, querido?
Kendrick puso los ojos en blanco al escuchar aquel apelativo que Lea nunca antes había empleado con él y ella se rio en alto, dejando que la tensión desapareciese, igual que el frío.