"Mi Suk"
Mis pasos eran apresurados y torpes, mi vista viajaba por cada rincón del sitio con la esperanza de encontrar a una sola persona. No entendía cómo es que había llegado a este lugar, acaso... ¿Se trataba de un sueño? Sí, tal vez de eso se trataba porque nadie más que yo sabría que debido a mi estabilidad económica no tendría la gran oportunidad de caminar por un sitio tan espacioso y lujoso.
Miré una vez más mis prendas, percatándome de que mi uniforme del restaurante había desaparecido para ser remplazado por un hermoso vestido color negro, mis tenis sucios tampoco estaban, en cambio, mis pies estaban apoyados en un par de tacones del mismo color.
Mis uñas eran largas y llevaban un diseño sencillo, pero lo hacía ver elegante, también, mis dedos largos y delgados eran rodeados por algunos anillos color plata y por lo que podía notar, estos tenían incrustados pequeños diamantes que brillaban cada vez que realizaba un ligero movimiento.
Mi cuello tampoco era la excepción, este era rodeado por un collar pequeño y mi cabello se sentía suave y rizado, cayendo sobre mis hombros como si se tratara de una pequeña cascada.
El ambiente había cambiado, el sonido de una ligera música clásica acariciaba mis oídos, cada parte de la construcción era envuelta por un fantástico destello y los enormes ventanales daban paso a la luz natural del atardecer, permitiendo que el salón tuviera un aspecto de ensueño.
—¡Mi Suk!
Me moví de mi lugar un tanto confundida, pero a la vez, un poco esperanzada. Mis ojos se movían con desesperación, con la intención de ver a alguien, sin embargo, por más que recorría aquellos pasillos sabía que esa posibilidad nunca se cumpliría. Juraba que por un momento mi nombre fue pronunciado a la lejanía, en un instante temí que la locura estuviera rozando mis hombros.
—¡Mi Suk!
Ahí estaba de nuevo. Volví a mirar a mi alrededor hasta que mis ojos se detuvieron en las escaleras del inmenso edificio, no recordaba haberlo visto con anterioridad. Luego, al ver más allá de estás pude distinguir la silueta de lo que parecía ser un hombre.
Un suspiro salió de mis labios y le comencé a hablar, pero este no reaccionaba a cada una de mis palabras, más bien, lo hacía notar misterioso. Su cabello era negro, al igual que su traje y fácilmente podía medir más de 1.80 cm. No obstante, debido a la lejanía no lograba encontrar más detalles.
—¡Mi Suk!
El suelo se movió con brusquedad, provocando que perdiera el equilibrio. Mis manos estaban en el suelo al momento de que mis dientes rechinaban debido al golpe inesperado en mis rodillas, no podía dejarlo ir, era el momento adecuado para preguntarle lo que realmente estaba sucediendo.
Así que, decidida intenté ponerme de pie, pero al cabo de unos segundos un par de zapatos de cuero invadieron mi campo visual, dejándome un poco petrificada. Lentamente mi cabeza fue subiendo hasta llegar a su rostro, un rostro que no llegaba a definir debido a que una potente luz blanca me opacaba.
—Toma mi mano, Mi Suk.
El sonido de la música era más fuerte, hasta parecía escuchar el canto de los ángeles, o más bien, se trataba de su delicada y dulce voz. Su mano estaba delante de mí, esperando que aceptara mi gesto, sin embargo, al estar tan solo unos centímetros de tocarla, todo se desvaneció, volviéndose oscuro.
—Mi Suk. —La puerta fue abierta con brusquedad. Mis ojos se abrieron un poco y la imagen borrosa de mi madre apareció frente a mí—. Te he llamado por varios minutos y aún sigues en la cama.
—¿Mhm? —Mi cuerpo se movió un poco, dejando a un lado la sábana que me cubría. —Solo déjeme dormir un poco más, ¿sí? —Refunfuñé.
—Si permito que eso suceda, llegarás tarde. —En eso, sentí como sus pequeñas manos me tomaban de los tobillos, haciendo una ligera presión en ellas. Mi frente se arrugó debido a la incomodidad y empecé a mover mis pies con desesperación, provocando que su acción se quedara a mitad del camino.
—Pero si hoy es lunes —dije en bajo, al momento de que mis brazos rodeaban uno de mis peluches con forma de gatito.
—¿Lunes? —Rió sin ganas. —¡Hoy es sábado!
—¡¿Qué?! —Mis ojos se abrieron como platos, mi cuerpo se levantó con brusquedad al recordar todas las cosas que me tocaba hacer. Estaba segura que hoy era mi día de descanso, así que no vi nada de malo en dormir un poco más. —¿Por qué no me despertó más temprano? —Lloriquee un poco, mis manos se movieron con gran velocidad y retiré todo lo que estuviera encima de mí.
Me dirigí al gran armario y saqué unas cuantas prendas, debo admitir que esta no era la primera vez en la que mi madre me despertaba a gritos, todo por mi tonta idea de ser "mi día libre", el único día en el cual podía ser feliz conmigo misma.
—Es lo que he tratado de hacer todo este tiempo, pero quien diría que mi pequeña hija tiene el sueño más pesado que dos osos juntos.
No respondí, en cambio, subí mis pantalones y los abotoné torpemente, luego, pasé por mi camisa (uniforme del restaurante) y finalmente me puse un par de calcetines limpios, ignorando por completo la presencia de mi madre. A estas alturas, no me daba buena vibra que se quedara ahí observándome, puedo deducir por su tipo de mirada que solo estaba juzgando cada uno de mis movimientos, por suerte, no tardó en salir del cuarto mientras soltaba un largo suspiro, tal vez se dirigía a la cocina para seguir con la preparación del desayuno.
—¡Mamá! —Grité desde la puerta de mi cuarto. —¿No sabe en dónde he dejado mi celular?
—¡Está en mi bolso!
¿Su bolso? ¿En dónde demonios estaba?
—Por cierto. —Apareció frente a mí con una espátula en la mano, apuntándome de forma amenazante. —Ayer vomitaste en él.
—Cuando regrese lo lavaré.
—Oh no, me compraras otro.
—¿Disculpe? —Reí sarcásticamente. Sé que estuvo mal lo que hice, pero no creo que haya sido tan malo como para que su bolso sea cambiado por uno nuevo. —Pero con lo que gano apenas alcanza para los gastos de la casa, ¿de dónde voy a conseguir más dinero?