Un novio para Esther

14. Beso

Faltan cinco minutos para las ocho de la noche y puedo decir con orgullo que ya estoy lista. A pesar de que en principio llegué a dudar de las habilidades de Maga, la verdad es que ha hecho un trabajo impecable. Al inicio no me agradó el hecho de que me haya cortado el cabello por encima de los hombros, pero el resultado final me ha dejado satisfecha.

Tengo el cabello alisado, brillante y sedoso, como nunca antes lo había tenido en la vida, y el flequillo en mi frente hace que mi peinado se parezca al de Katy Perry (cuando recién saltó a la fama, por supuesto).

—¿Qué te parece? —pregunta Maga con el pecho hinchado de orgullo—.

—Divino —respondo con una sonrisa de oreja a oreja, todavía sin creérmelo—. Nunca más volveré a dudar de ti y de tus habilidades como estilista. Gracias.

—¿En verdad creías que iba a arruinar tu look para una ocasión muy especial?

—Quien cabe —digo bromeando—.

—¡Qué horror! —Maga arquea una ceja, sonriente—.

Enseguida recibo una llamada de Leonardo, quien está a unas cuadras de llegar. Maga me desea buena suerte con un beso en la mejilla y un abrazo y luego desaparece de la habitación, dejándome tiempo para relajarme. Estoy muy nerviosa, pero también bastante emocionada. Me acerco al espejo del guardarropa y tomo la vieja fotografía de mi madre que conservo desde que soy una niña. Le pido sus bendiciones desde el cielo, aun consciente de que si estuviera viva jamás me hubiese permitido salir con un chico, mucho menos con esta facha. Agradezco que en ese sentido Maga sea bastante condescendiente y liberal, de otro modo, jamás hubiese tenido una cita o una relación amorosa con alguien. Viviendo con Natalia me habría convertido en una soltera cuarentona quisquillosa y amargada, de aquellas que pasan la vida husmeando en la vida de los demás y metiendo las narices donde nos les incumbe. Me hubiera olvidado de ilusionarme con tener hijos, viajar alrededor del mundo con mi familia o montar un pequeño negocio con mi esposo. ¿Cómo podía imaginar todo esto compartiendo mi vida con otra persona? ¿Es que ser una mujer independiente no arrojaba mejores resultados? En cuanto a mí respecta no compartía ese tipo de filosofía de vida. Soy de aquellas personas que piensan que dos cabezas piensan mejor que una y que “la unión hace la fuerza”. Suena tonto y descabellado, pero había aprendido eso de Maga. ¿Cómo es qué entonces paso huyendo del amor a toda costa desde que tengo uso de razón? ¿Por qué evadía la noción de enamorarme y entregarme en cuerpo y alma al ser amado? ¿Por qué me comportaba tan ruda y amargada delante de los chicos que me gustaban? Porque eso lamentablemente aprendí de la última relación de Natalia con el asqueroso de mi supuesto padrastro. Me enseñó a desconfiar de los hombres, sin importar cuales fueran sus verdaderas intenciones. Me obligó a aprisionar el corazón entre barrotes del metal indestructible. Eso dio como resultado lo que soy ahora: dulce, pero amarga; fuerte, pero débil; valiosa, pero insignificante; bella, pero insegura.

—Cielo, Leonardo acaba de llegar —gritó Maga desde la sala—.

—Voy…

Beso la foto de mi madre y quiero llorar. Entonces recuerdo que acabo de maquillarme y desisto. No era justo echar a perder el trabajo perfecto de mi abuela y tampoco era justa la carga que llevaba sobre mis hombros. Decidí que sería la última vez que dejaría de lamentarme por las causas perdidas. Debía vivir y punto. Enfrentar a los miedos y superarlos. Ser la auténtica Esther Villavicencio.

—¿Acaso piensas hacerlo esperar mucho más?

—Solo un segundo…

Bajo las escaleras corriendo, agarro la cartera de mano y me dirijo a la puerta de salida. Ya no me pesan tanto los tacones y camino con suficiente facilidad a pesar de que el vestido es ajustado. Cuando Leonardo me ve salir de la casa sale presuroso del auto, pero enseguida me llevó una muy desagradable sorpresa: lo acompaña otra mujer.

—¡Hola preciosa! —exclama emocionado, tratando de rodear mi cintura con su brazo derecho—. ¡Te ves demasiado hermosa esta noche!

Yo apenas le presté atención a su saludo, me concentré en la rubia que caminaba hacia nosotros.

—¿Quién es esa tipa?

Leonardo captó enseguida mi preocupación y suspiró.

—Esther, te presento a Grace. Grace, ella es Esther.

—Mucho gusto —dice en tono extraño, extendiendo la mano con cordialidad—. Leonardo me ha hablado mucho de ti.

Era evidente que la muchacha tenía acento estadounidense. Era notorio también por su contextura física: alta, delgada y con enormes atributos en el pecho y el trasero. Presumía un hermoso cabello rubio, piel blanca como la nieve y enormes ojos azules saltones. Cualquiera que tuviera la oportunidad de admirarla por la calle diría que se trataba de una super modelo.

—El gusto es mío —añadí intentando ser cordial, aunque en verdad quería borrarle la sonrisita de la cara—.

—¿Recuerdas que fui a Estados Unidos por negocios? —Leonardo interrumpe nuestro saludo, algo inquieto—.

—Claro, sí te desapareciste durante una semana sin decir nada…

Mi demonio interior empezó a surgir de entre las sombras más recónditas de mi corazón, cosa que era muy peligroso para ambos. Grace, de su lado, no tenía idea de lo que estaba intentando transmitir y solo se limitaba a sonreír como una tonta. Leonardo empezó a preocuparse de sobremanera por mi comportamiento, así que le pidió a Grace que se subiera nuevamente al coche.




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