Un novio para Esther

17. Piojosa

De no ser porque mi prima Samantha ha programado una videollamada por WhatsApp para las tres de la tarde, hubiera olvidado por completo la promesa que le hice hace más de una semana. Quedamos en mantener un contacto frecuente para volver a estrechar nuestros lazos de amistad, y, sobre todo, le prometí que sería la primera persona en enterarse cuando tuviera enamorado. Pues bien, anoche Leonardo y yo oficialmente nos habíamos convertido en pareja, sin embargo, estuve tan emocionada por mi nuevo estado de situación sentimental, que rompí dicha promesa inintencionadamente.

—Al parecer alguien volvió a olvidar que existo…

Observé a Samantha en la pantalla del computador con una expresión un tanto indignada, pero que no conseguía opacar el característico brillo intenso que desprendían sus ojos. Al parecer estaba recostada cómodamente sobre un sofá de su casa, porque además de no traer maquillaje ni un peinado perfecto, solo vestía un top café con encajes amarillos muy revelador. El tatuaje de la mariposa multicolor emplazada en su cuello era todavía más notorio con tanta piel descubierta, pero se veía tan guay que de pronto me entró las ganas de hacerme uno también.

—Lo siento Sam, es que he estado tan ocupada…

—¿Es que acaso los chicos guapos del barrio no dejan de acosarte todo el día?

—Ya quisiera eso —sonrío—. Es por el trabajo.

—Deberías pedirle permiso a Margarita los fines de semana para salir y divertirte. No tiene nada de malo.

—No me hacen falta esas cosas. Soy chica de casa.

—¿En serio? Con razón te ves cómo te ves.

—¿Qué tratas de decir pequeña piojosa?

—Nada…

Samantha empieza a silbar haciéndose la desentendida y luego se levanta del sofá, desenfocado las imágenes por unos segundos. Escucho la voz de quien supongo es Génesis, preguntando si ya se había conectado con nosotras (con nosotras imagino que se refiere a Maga y yo).

—Estás en la tienda de discos, ¿cierto?

—Efectivamente.

—¿Maga está contigo ahora?

Levanto la mirada hacia la puerta de entrada y observo a mi abuela tomando el sol plácidamente.

—Sí.

—Necesitamos hablar con ella.

—¿Necesitamos? —pregunto extrañada—.

—No es nada serio, no te preocupes. Génesis y yo solo queremos hacerle una propuesta. De seguro te gustará.

Hasta donde tengo entendido por las cosas que me ha comentado Maga, ella no tiene la mejor relación con Génesis, la primera de sus hijas. Al igual que sucedió con mi madre en su tiempo, ellas también habían separado caminos hace muchos años. No tengo la menor idea de cómo reaccionará mi abuela con esta sorpresa, así que dudo un instante antes de dar respuesta. Samantha asegura de que se trata de una buena noticia, pero con Maga no lo tengo tan claro ahora.

—Maga, ¿podrías venir? —la llamo después de haberlo meditado concienzudamente y asumiendo el riesgo de ser la causante de un nuevo conflicto familiar—.

—¿Qué sucede cariño? —responde acercándose lenta-mente a la caja—. ¿Necesitas algo?

—¿A qué no adivinas quien acaba de llamarme?

—Si es Leonardo, mándale saludos de mi parte. Deberías invitarlo uno de estos días a cenar en casa, ahora que ya son enamorados.

Maga acaba de meter la pata inintencionadamente. Me ha dejado al descubierto en un abrir y cerrar de ojos, cosa que a Samantha le ha sentado fatal.

—Estaba por contártelo —agrego sonrojándome y cubriéndome la cara con las manos—.

—Acabas de romperme el corazón piojosa —ella hace el gesto de secarse una lágrima—.

—¡Lo siento!

—Esa no es la voz de Leonardo… —Maga interrumpe la conversación de repente y se gira hacia mí levantando una ceja—.

—Eso estoy intentando explicarte —aclaro—. Al otro lado de la pantalla tengo a Samantha…

—Samantha. ¿La conozco? ¿Es una de tus amigas?

—Seguro que la conoces. Bueno, cuando era una niña. Ahora es toda una señorita.

Mi abuela hace unas muecas chocantes y enseguida se abre paso hacia la caja. Observa la pantalla del ordenador con extrañeza, mientras examina a detalle cada rasgo corporal de la persona que tiene en frente, pero sin decir una sola palabra.

—Hola abuelita, ¿cómo estás?

La expresión de Maga se suaviza con aquel saludo, haciéndola retroceder y perder el equilibrio por un instante. Yo la tomo de los brazos rápidamente e intento acercarla a la silla que tengo en mi espalda, pero se resiste, un tanto mareada.

—Abuelita, ¿estás bien? —grita Samantha al otro lado de la pantalla, desesperada—. Esther, ¿qué sucede?

—Maga, ¿me escuchas? —pregunto bastante nerviosa, pero no recibo respuesta alguna—.

—Llama una ambulancia, por favor…

—No, no, no —responde por fin Maga, levantando las manos y frotándose la cara—. Estoy bien, estoy bien.




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