Un novio para Esther

40. Dinero

Leonardo

A transcurrido una hora desde que dejamos la casa de Maga y he conseguido la mitad del dinero que debo depositar en la cuenta del policía. He movido cielo y tierra para establecer contacto con ciertas amistades de mi padre con influencias, pero a cambio me he tenido que regir a ciertas condiciones de las que seguro no estará orgulloso mi padre. Sin embargo, es la primera vez que me siento libre e independiente de tomar algunas decisiones de mucho riesgo, así que me siento muy satisfecho. El problema radica en que falta la otra mitad de lo solicitado para el rescate y las únicas dos fichas que restan por mover son las de Grace y Alejandro, que no son precisamente mis personas favoritas o de confianza. Es muy probable que con Grace el resultado sea un fracaso, pero en Alejandro tengo puestas todas mis esperanzas. No por el hecho de que haya sido parte importante de mi pasado, sino porque él también pertenece a la misma clase social. Además, es obvio que también está interesado en Esther. Sino fuera porque estamos atravesando esta situación tan delicada, le hubiese partido la cara a puñetazos por fijarse en una mujer ajena. Quizás es su forma de vengarse de lo sucedido en el pasado con la tal Sabrina, pero no es culpa mía que ella se haya fijado en un verdadero hombre antes que en un marica.

—Acabo de depositar el dinero en tu cuenta —le digo al policía antes de que vuelva a esposarme las manos—.

—Ahora lo reviso…

Giro mi mirada en dirección a Alejandro, en el asiento posterior del coche, y veo que todavía no ha reaccionado de semejante descarga eléctrica que recibió.

—¿No está muerto verdad? —pregunto curioso—.

—No. Lo que pasa es que también está bajo los efectos de un fuerte sedante que le suministré. Despertará.

—Ustedes los policías son verdaderos dementes.

—Tienes suerte de que el dinero ya esté bajo mi poder, sino te hubiese arrestado por faltarle el respeto a la autoridad.

—¿Qué sigue ahora? —cuestiono sin tanto rodeo—.

—Los llevaré a la dirección que ese sujeto me dio.

—¿En verdad vale la pena arriesgarse por esto?

—Lo vale, hijo. Además, luego de que los deje en aquel sitio y cumpla mi parte, simplemente desapareceré.

—Servir y proteger. ¡Vaya estupidez!

—El sistema funciona así, te guste o no. Ahora calla…




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