Un novio para las fiestas

Capítulo 1

Ahora que lo pienso, no debí gritar así sonó grosero.

—¿Cómo? —el chico frunce el ceño sin creer lo que dije.

—Se me escapó —contesto automáticamente mirando sus ojos.

No sé que es peor, el que casi me atropellaran, el que mi corazón esté latiendo a mil, el cuerpo me tiemble, el chico esté arriba mío, los regalos rotos de seguro, o que todos estén viendo la escena más vergonzosa que pueda existir.

Mi suerte no puede empeorar más de lo que está, ¿no?

—De nada —puedo entender lo que dice, agradezco saber español, pero a lo que voy es que está enojado y quién no lo estaría.

Izvinite (perdón) —entre dientes me disculpo con él y me doy cuenta que no me entiende—. No fue mi intención.

—No eres de por aquí —rápidamente se levanta ágilmente, a la vez que toma mi mano y hace lo mismo conmigo dejándome en segundos de pie.

—No —contesto cortante. Me agacho para levantar los regalos que deben estar destruidos y con solo pensar en que me costaron encontrarlos, me da más rabia.

—Lamento tus cosas, pero tu vida vale más —de reojo puedo ver que él ordena las cosas que habían en las bolsas. Que amable.

—Sí, pero ya pasó —observo que algunos regalos están bien.

O eso quiero hacerme entender de que ya pasó.

—Si estás mejor, entonces me retiro —una sonrisa amable se dibuja en su rostro.

Spasibo (gracias) —agradezco mirándolo un poco avergonzada—. Me ayudaste, estoy en deuda contigo.

—No tienes por qué, tu vida vale más y creo que cualquier otra persona podría haberlo hecho —hace un pequeño ademán con la mano restando importancia.

—Tal vez, pero que sea rápido en actuar, no lo creo —me encojo de un hombro algo pensativa.

¿Cualquier persona sería capaz? No lo creo.

—Pero yo sí lo hice, se podría validar —arquea una ceja sonriendo de lado.

—Eres la excepción —sin darme cuenta sonrío.

—Julián, un gusto —ofrece su mano, y algo nerviosa estrecho esta.

—Nicola. De nuevo te agradezco lo que hiciste.

—No hay de qué. Espero tengas un buen día —sus ojos parecían brillar lo que llamó mi atención.

—Tú igual —doy un asentimiento de cabeza y me alejo con mis cosas de nuevo por mi camino.

Después de una mala racha viene lo bueno, y me pasó. 
 

❄❄❄
 

Hora: 17 .pm. Temperatura: 33°C

Traducción: me estoy derritiendo.

Vuelvo a ver la hora y eso hace que de un salto en la cama. Rápidamente voy por una ducha corta, me visto con un vestido turquesa, veraniego, simple, me coloco mis sandalias de plataforma y ato mi cabello en una cola alta. No voy a morir de calor y más si es largo. Por último un poco de perfume, mis aros y labial rojo en mis labios. Tomo mi cartera colgante y salgo.

—Ni... ¡¿A dónde vas?! —escucho a mi mejor amigo gritar pero no le contesto ya que entro al ascensor para bajar a la planta baja.

Volvamos con el tiempo, 55 horas quedaban cuando desperté, ahora solo 54 horas y 36 minutos para que llegue navidad y cumpla con mi trato.

La próxima vez cerrare mi bocota y dejaré de pasarme con el alcohol, ya no es mi aliado, es un traicionero. Era mi aliado cuando el resto se pasaba de alcohol y yo aprovechaba de alguna que otra broma. Esa vez jugó en mi contra y fui yo la jodida. ¡La vida me odia!

Una vez ya afuera y con ayuda del mapa, voy recorriendo los lugares más turísticos de la ciudad. Paso por bares donde me quedo unos minutos disfrutando de la comida o merienda que ofrecen.
Luego voy algunas plazas donde se ven a muchos niños jugando... y parejas besarse por ahí. ¡Ay, ya!

—Maldita sea mi suerte —murmuro bajo entre dientes yéndome de ahí.

Aprovecho de sacarme fotos en lugares lindos como el de las cuadras lleno de cerezos. Es un lugar precioso y las calles parecen interminables de largas y anchas, a parte de que hay un tránsito de pesadilla, eso lo obviaré pero todo es alucinante. Tengo que decir la verdad, es un nuevo mundo aquí, muy diferente a Moscú.

El clima cambia drásticamente y las nubes que estaban juntas comienzan a caer agua. Sí, lluvia. La mayoría tiene su propio paraguas y yo aquí corriendo a alguna parte para protegerme. Muchos me hacen seña de que no aceptan más personas en algunos lugares por lo que sigo corriendo, no sé hacia dónde voy pero sigo hasta chocar con alguien.

—No fue mi intención —me disculpo antes de seguir pero un tirón de mi muñeca lo impide.

—¿Cómo puedes salir así? —su mirada es de reproche, sostiene mi muñeca con una mano y la otra tiene un paraguas abierto protegiéndolo de la lluvia.

¿Es mi impresión o este hombre me sigue?

—No sabía que lloveria, solo salí —hago una mueca de frustración soltandome de él—. ¿Por qué me sigues? ¿A caso me encontraré contigo con cada paso que daré?

Su mirada cambia a una de sorpresa que casualmente... no es fingida.

—Vivo por aquí, tendría que yo desconfiar de ti —entrecierra los ojos mirándome con sospecha.

—Ni siquiera soy de aquí. ¿Qué voy a saber yo?

¿Es que acaso no es obvio? Porque quién en su sano juicio iría de viaje donde no conoce ni la especie de pájaro que esté allá y va a encontrarse con un desconocido y lo va a seguir... Bueno puede que no sean tan obvio pero... ¡Ya, me deben entender!

Lógicas absurdas.

—¿Qué me asegura que no eres una acosadora o quieres robarme? —me mira atento esperando una respuesta.

—¿Y qué me asegura de que tú no eres un acosador que quiere raptarme? —arqueo una ceja imitando su pose de estar seguro pero en realidad estoy temblando por dos cosas, por el frío de ahora y porque... ¿Tendré miedo? Sí, eso debe ser.

—Quedamos a mano me parece —da un paso más a mí para que el paraguas me protegiera un poco de mojarme, aunque ya lo estoy—. Por allá está la entrada de un hotel, vamos a protegernos.

Y lo sigo, la lluvia me obliga.

Una vez ya en el pequeño techo del hotel que está en la vereda, él cierra el paraguas. Yo me abrazo tratando de darme un poco de calor pero es imposible, Julián por lo menos tiene abrigo y está bien.
Ahora que lo pienso, ¿y si Guille trató de decirme de la lluvia? Soy una mala amiga.




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