Un novio para las fiestas

Capítulo 3

23 de diciembre. Hora: 18 .pm.

—Ya fue suficiente Nicola, entra a comer algo —su suave y melodiosa voz suena en el pequeño patio trasero.

Dejo las bolas de nieve que había formado para jugar y sacudo mi ropa que ya parecía de color blanco. Parezco un muñeco de nieve.
Después de un momento entro a mi casa sintiendo el calor en todo el ambiente. Me quito el gorro, las orejeras con forma de ositos y mis guantes con dibujos navideños, camino hasta la cocina donde se sentía un rico olor a comida.

—¿Jugaste mucho mi exploradora? —sus ojos azules me observan con alegría, amo verlos porque son muy brillantes.

—Sí mami. ¡Hice muñecos de nieve y también una selva con muchos animales! —sonrío emocionada al recordar lo que he jugado toda la tarde hasta hacerse de noche.

—¿De verdad? ¿Y ningún animal malo te atacó? —frunce el ceño sonriendo.

—No, porque los muñecos me protegieron —la observo acercarse y sonrío más.

—¡Ahora el animal que te atacará será la comida! —me envuelve en sus brazos cálidos y cómodos, yo solo rio al sentir cosquillas.

—¡Ayuda! —sonrío mirándola y veo a mi papá acercarse—. ¡Papi!

—¿Jugando sin mí? —se une abrazandome al igual a mi madre—. Las amo tanto —recibo un beso en la mejilla y mi madre en los labios, lo que me hace reír.

—Nosotras somos afortunadas de tenerte —ella sonríe enamorada.

Algo que jamás olvidaré, como mi madre miraba a mi padre, sus ojos brillaban de alegría, su sonrisa tan hermosa y amplia. Ellos fueron mi gran ejemplo con respecto al amor, en que sí existe y si hay baches en el camino lo resuelven juntos.

—Sigan jugando, seguiré cocinando —ahora estoy en brazos de mi padre que me hace cosquillas.

—Vamos a jugar —camina a la sala de estar donde me deja en un sofá y el sigue a buscar algún juego de mesa.

Y la veo.

—Necesito más tomates, iré a comprar no tardo —avisa colocándose su abrigo y guantes blancos que siempre usaba.

—Puedo ir yo amor —mi padre vuelve yendo a donde estaba ella.

—Solo voy a la otra cuadra, será rápido —ella camina a mí dejando un beso en mi mejilla.

—Vuelve rápido —beso su mejilla mirándola sonriente.

—Lo haré, controlen la comida —la veo desaparecer por el estrecho pasillo hasta escuchar la puerta cerrarse.

Mi papá va a revisar la comida y yo armo el juego para empezar.

Mamá decía que si pedías un deseo para navidad, se cumplía. El mío iba a ser que ella me enseñara a cocinar.

Y el tiempo pasó. Estábamos tan ocupados distraídos que reaccionamos al escuchar pasar un patrullero en frente de mi casa, luego una ambulancia.

—No es bueno salir tan tarde, ¿ves por qué te repito? —mi padre me mira suspirando.

Claro que no, no es bueno. 

—Mamá salió —lo miro ya preocupada.

—Debe estar volviendo —la puerta se escucha tocar y el sonríe—, te lo dije.

Mi corazón está acelerado, y no me siento tranquila, no sé que me sucede.

Escucho murmullos y luego silencio. No escuché la dulce voz de mi madre, no escuché a mi padre reclamarle... solo silencio. Dejé todo y fui a la entrada para ver la puerta abierta y mi padre sin reaccionar.

—¿Papi? —me acerco y veo a una señora que no conozco pero está llorando.

Mi corazón no deja de latir rápido.

—Nicola adentro —miro a los vecinos que iban caminando para el lado izquierdo de mi casa—. Nicola...

Los sigo, camino rápido a donde iban y sin importarme corrí en búsqueda de mi mamá. Escuché los gritos de mi padre llamarme pero no hice caso. Corrí todo lo que mis pequeñas piernas dieron y llegué a donde estaba la policía. Habían muchas personas y como pude me hice a un lado hasta estar adelante.

Y llevarme la peor vista que podía existir.

—¡¡MAMÁ!! —me acerqué rápido a donde estaba su cuerpo tendido, la mitad estaba cubierto por la nieve y tablas de madera encima suyo—. Mami.

Estaba helada, sus ojos azules no brillaban, el color rosado de sus mejillas ahora eran blancos, sus labios en un tono casi azules.
Ella ya no estaba ahí. 
Lloré, lloré y supliqué que me dijera "estoy bien", que me hablara o me mostrara su sonrisa, pero no fue así... no más.

Saquen a la niña.

¡Vamos!

¡Nicola! Nicola...

—Nicola.

Mis ojos se abren ante el llamado, parpadeo varias veces hasta lograr ver a quienes tengo en frente.

—¿Por qué lloras corazón? —Guille pasa una mano por mi mejilla.

Giro mi cabeza a la mesa de luz para ver el despertador: 10 a.m. 23 de diciembre.

Otra vez existe este día.

—Amiga —Harmony me observa preocupada, mira lo mismo que yo observé y en el instante sus ojos se abren mucho—. Oh Nicola.

Y no lo puedo contener más, lloro. Lloro porque la extraño, lloro por esa niña de once años que vió a su madre sin vida. Lloro porque el destino me odia, la vida me odia. Lloro porque me siento sola.
Diez años de que nos dejó, diez años en que un mismo 23 de diciembre recibí un último beso de mi madre y su promesa de volver. ¿Cuántas noches lloré y esperé a que viniera? ¿Cuántas veces esperaba a que era solo una broma y ella volvería? ¿Cuántas veces soñé en volver a escuchar su voz? Jamás pasó todo lo que esperaba, jamás.

¿Cómo salimos con mi padre? Ni yo lo sé, no lo creo aún tampoco.
El primer tiempo solo era llantos, llantos de tras llantos, días y noches. El segundo tiempo fue el miedo, miedo a perdernos porque solo quedábamos papá y yo. Cuando llegó el tercer tiempo ya era la aceptación de que mamá no volvería y que ahora somos solamente dos. La verdad que costó años terminar de hacernos la idea pero así fue y hoy solo es un recuerdo más de haber perdido a una persona tan importante y amorosa, que como ella no habrá nadie más, ni siquiera yo podría considerarme así. Ella fue única. 

 

❄❄❄

 

La mayoría se fueron a dar un paseo por la ciudad, a seguir recorriendo las maravillas que hay afuera y que esta tierra nos muestra. 
Guille y Harmony se quedaron conmigo, a pesar de que les repetí muchas veces que fueran con el resto, ellos no quisieron.




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