Un novio para mi papá

~3~

Samuel estaba acurrucado en un rincón de la sala con Brooke y Rebecca, formando un pequeño grupo de resistencia improvisado. Rebecca les sirvió una copa de vino a cada uno, como si fuera su ración en tiempos de crisis.

—¿Se puede enloquecer por no socializar? —preguntó Samuel, con un suspiro dramático antes de dar un sorbo al vino.

Brooke ladeó la cabeza con una ceja levantada.

—¿Estás bien?

Samuel hizo una mueca.

—Creo que Jonathan acaba de coquetearme. Pero como hace mucho que no estoy cerca de un hombre amable, tal vez solo lo estoy malinterpretando.

—¿Qué dijo exactamente? —preguntó Brooke, inclinándose un poco hacia él con expresión de detective privado.

—Dijo que estaba feliz de que yo hubiese podido venir... que extrañaba que le coqueteara —repitió Samuel, algo incrédulo—. Y después me sonrió. Pero no una sonrisa común, ¿sabes? Era una de esas sonrisas con intención, como si quisiera seducirme.

Rebecca levantó su copa.

—No sabría decirte. Han pasado ochenta y cuatro años desde que un hombre me coqueteó.

Brooke la miró con sorna.

—Eso no es cierto. Solo que tú los ignoras. Y en cuanto a lo de Jonathan... No sé. ¿Quieres que le pregunte a Ethan si tiene alguna información interna?

Samuel negó con la cabeza rápidamente.

—No, sería demasiado enredado. Además, le pregunté directamente si me estaba coqueteando y justo pasó lo de los niños. Yo creo que quizá lo malinterpreté.

—¿Y si no? —preguntó Rebecca, bebiendo un sorbo.

Samuel se encogió de hombros.

—Y si no... sería una mala señal, porque adoro a Jonathan. Me encanta tenerlo de amigo y no quiero que todo se ponga raro entre nosotros. Nos vamos a seguir viendo, inevitablemente.

Brooke asintió con calma.

—Bueno, entonces espera a que te responda. Y si te dice que sí, que estaba coqueteando, decides qué hacer después.

Rebecca apoyó su copa en una mesa que sostenía una planta.

—No es tan terrible estar con un amigo. Suelen ser relaciones muy bonitas.

Samuel se rio, sacudiendo la cabeza.

—Eso es en el mundo hetero. En el mundo gay, los amigos de pronto sienten curiosidad, y después de conseguir lo que quieren, te dicen "por favor, no digas nada, haz de cuenta que nunca pasó". Claro que lo dicen cuando ya es demasiado tarde. Los heteros curiosos son peor que los gais de clóset.

Rebecca se quedó pensativa un momento.

—No lo sé... Por el tiempo que llevo conociendo a Jonathan, diría que es un hombre amoroso. No parece del tipo que juega con los sentimientos de alguien.

Brooke asintió.

—Concuerdo. Tal vez lo hizo porque tú siempre le coqueteas.

—¡Pero yo le coqueteo en broma! —protestó Samuel—. Es mi amor platónico. Una fantasía segura. Como pensar en mudarse al campo y tener gallinas. No piensas hacerlo en serio.

—Quizá le despertaste algo —dijo Brooke, bebiendo con calma.

Samuel resopló.

—Le di entradas para un partido de fútbol y ahora quiere que vayamos juntos. Y podría haberme zafado, pero mi hija quiere ir a ver el partido con Jonathan.

Rebecca soltó una carcajada.

—Ay, muero por verte con la camiseta del equipo.

Brooke la siguió, entre risas.

—¡Samuel viendo fútbol! Eso sí que será histórico.

—Son mis amigas. No deberían burlarse de mí —dijo él, poniendo los ojos en blanco con dignidad ofendida.

—Eso es exactamente lo que hacen los amigos —replicó Brooke—. Burlarse del otro con cariño. Además, te extrañábamos. No es que no disfrute de las videollamadas, pero es mejor tenerte en vivo y en directo.

Rebecca asintió.

—Hoy tuve un día horrible. Pero por suerte los tengo a ustedes.

Samuel frunció el ceño.

—¿Qué pasó?

Rebecca suspiró.

—Tuve que llevar a mi papá a urgencias porque se sentía mal. Ahora tiene que hacerse chequeos. Y mientras estaba en el hospital, Ian me llenaba el teléfono de mensajes diciendo que necesitaba que buscara a Harry y a Chloe porque tenía que salir. ¡Y ya me había retrasado diez minutos! Le avisé que estaba con una emergencia y aun así no le importó.

Samuel resopló con fastidio. Ian era… un imbécil. Así, sin adornos ni eufemismos. De esos ex a los que uno sobrevive. Y como padre, estaba incluso peor: un ejemplo perfecto de lo que ningún niño debería tener que soportar.

Rebecca, sin embargo, se encogió de hombros con una sonrisa cansada.

—Voy a estar bien. A veces solo necesito verbalizar mis problemas para no enloquecer y poder seguir.

Samuel pasó un brazo por la cintura de Rebecca y la acercó un poco para abrazarla. Brooke le tomó la mano con una sonrisa cómplice.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.