Samuel terminó de lavar la última taza y se secó las manos con el paño de cocina antes de regresar a la sala. Lo que vio al entrar le derritió el corazón: Eleanor estaba acurrucada junto a Jonathan en el sofá, con la cabeza apoyada en su brazo mientras él leía su cuaderno con total seriedad.
El cuadro era tan dulce que Samuel sintió una punzada de ternura que casi le obligó a suspirar en voz alta. No le sorprendía que Jonathan fuera tan encantador con ella; había sido un tío increíble con Ava desde el primer instante. Pero verlo así, tan paciente y atento con su hija, lo dejaba sin palabras.
Se acercó justo cuando Jonathan cerraba el cuaderno con cuidado y le decía a Eleanor con voz suave:
—Tienes talento, podrías ser escritora.
Eleanor sonrió con esa mezcla de orgullo y picardía que solo ella sabía hacer.
—¿De verdad te gustó?
—¿Gustarme? Es mejor que el original. Me encantó.
Ella se giró hacia Samuel con los ojos brillando.
—Papá, ¿tú crees que pueda ser una escritora y una nadadora?
Samuel le dedicó una sonrisa tierna.
—Por supuesto que sí. Yo compraría todos tus libros y los presumiría en la oficina.
—¿Voy a tener un autógrafo? —preguntó Jonathan, llevándose una mano al pecho—. Yo quiero mi ejemplar firmado por la brillante autora.
Eleanor rio y lo abrazó con fuerza.
—Te voy a dar mi primer libro firmado.
—Admito que estoy celoso —intervino Samuel, fingiendo indignación.
Ella se levantó rápidamente, fue hasta él y lo abrazó también.
—No te preocupes, papá. No me voy a olvidar de ti.
Samuel la estrechó con fuerza, apoyándola contra su pecho mientras le besaba con cariño la coronilla. Amaba a Eleanor con una ternura inmensa, de esas que llenaban el alma.
Pero entonces, como si se hubiese apoderado de ella el espíritu de una señora casamentera de la era victoriana, Eleanor se enderezó con solemnidad, colocó las manos en la cintura y miró a Jonathan con una seriedad que no admitía evasivas.
—Jonathan, ¿tienes novia… o novio?
Samuel abrió los ojos como platos. Internamente supo exactamente a dónde iba todo eso. Lo sabía. El Operativo: “Buscarle novio a papá” acababa de comenzar. Solo agradecía que lo estuviera intentando con Jonathan, y no con un desconocido, porque si no, el nivel de vergüenza sería histórico.
Jonathan le echó una mirada divertida a Samuel antes de responder con toda la calma del mundo:
—No tengo ni novia ni novio.
—¿Y te gustan las chicas o los chicos?
Samuel carraspeó, un poco tenso.
—Ellie… esas preguntas no se hacen así como así.
—¿Por qué no? —preguntó ella, muy tranquila—. No tiene nada de malo. A mí, por ejemplo, me gustan los chicos.
—¿Sí? —preguntó Samuel, frunciendo el ceño.
—Sí —asintió con total normalidad—. Me gusta Mike.
—¿Mike?
—Me trata bien, y cuando hay que hacer equipos y él es el capitán, me elige primero.
Samuel miró a Jonathan. Jonathan lo miró a él. Jonathan parecía a punto de echarse a reír. Samuel, en cambio, no sabía cómo sentirse. ¿Asustado? ¿Orgulloso? ¿Celos prematuros?
Suspiró.
—¿Por qué no guardas tu cuaderno para no olvidarlo mañana?
—Buena idea —dijo Eleanor, y salió saltando rumbo a su habitación, con el cuaderno abrazado al pecho.
En cuanto se quedaron solos, Jonathan murmuró:
—Eleanor es fascinante.
—Nunca sé con qué va a salir —respondió Samuel con una sonrisa cansada.
Jonathan se acomodó en el sofá, aún divertido.
—Soy yo… ¿o acabo de ser evaluado como posible novio tuyo?
Samuel puso los ojos en blanco.
—Sí. Pero no te aproveches. Me molestaría mucho si usas a Ellie para un caprichito.
—Tranquilo. Puede que la use… pero no porque seas un caprichito.
—Jonathan…
—Samuel…
Samuel lo fulminó con la mirada.
—Últimamente me provocas ganas de ahorcarte.
Jonathan sonrió, descarado.
—No puedo decirte lo que tú me provocas últimamente, porque hay una niña en casa.
Samuel agarró un cojín del sofá y se lo lanzó sin piedad. Le pegó en la cara, justo cuando Eleanor apareció por el pasillo.
—¡Papá! ¡Pobre Jonathan! —corrió hacia él con dramatismo—. ¿Estás bien?
—Estoy bien —respondió Jonathan entre risas—. Solo estábamos jugando.
Eleanor los miró a ambos con una mezcla de desconfianza y autoridad.
—Jonathan, ¿vemos una película? Si sigue lloviendo, no te vas a poder ir.
—Acepto —dijo él—. Con suerte, para cuando termine, habrá parado.
Eleanor asintió y agarró el control remoto.
—Siéntate, papá. Al lado de Jonathan.
Samuel obedeció, resignado, y se dejó caer en el sofá mientras su hija exploraba las opciones de la plataforma como si fuera directora de programación de un canal importante.
De pronto, sintió un dedo presionándole las costillas. Se giró de golpe.
—Jonathan…
Él le sonrió como si fuera un ángel.
—¿Sí?
Samuel lo miró con los ojos entrecerrados. Qué hombre tan insoportablemente encantador.
Empezaba a creer que Jonathan había enloquecido. No encontraba otra explicación lógica para ese tipo de conducta.
Sin embargo, ahí estaba él, sentado junto a su amor platónico heterosexual y confundido, a punto de ver películas en familia como si todo eso tuviera sentido.
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¿Les gustan los momentos de Sam, Ellie y Jon? ❤️