Un Nuevo Comienzo

89 CAPITULO (maratón)

—Reachel: ¿de dónde sacas tantas cosas? — pregunta.

—Sebastián: al estar contigo todo fluye con normalidad — le expreso.

—Reachel: te confieso algo — me dice mirando hacia la nada y yo atento a lo que va a decir — nunca imagine estar viviendo esto, cuando te digo a esto me refiero a lo de mi abuela y esto contigo — me voltea a mirar y prosigue hablar — mi vida dio un vuelco de 360° hasta hace unas semanas creía que todo era malo, no veía la luz, solo oscuridad hacia donde mirara todo era totalmente oscuro, en cambio, llegaste tú y empezaste a ponerle color a mi vida, ya todo no es oscuro, hay pequeños rayos de luz que son suficiente para que añore con mucho fervor ver la luz completamente, agradezco de que estés conmigo, aun sabiendo como es mi vida te quedaste hacer parte de este desastre y muchas veces no quiero que seas parte de él, no te quiero arrastrar a la oscuridad y robarte la luz que hay en ti — me dice con una lágrima rodando por su mejilla, yo tengo los sentimientos encontrados, limpio sus lágrimas y le sonrío.

—Sebastián: quien tiene que agradecerte a ti soy yo, aunque no lo creas tú has sido luz en mi vida, entraste como un pequeño rayo y te convertiste en una centella completa de luz, me has ayudado a ser mejor persona fuiste tú quien limpio mi camino y me hizo ver que estuve mucho tiempo errado, me encanta caminar de tu mano y ser tu bastón en el cual te sostiene cuando estás sin fuerza, permíteme seguir siendo parte de tu vida y déjame ayudarte a darle más color a tu vida como tú haces con la mía, para mí tus problemas son míos y siempre tendré la necesidad de protegerte de cualquier mal y hacerme matar por aquel que te cause daño incluso si ese alguien soy yo, me duelen ver cuando en tus ojos brotan lágrimas y no son precisamente de felicidad, cada una de tus lágrimas deberían ser perlas que solo broten de felicidad, porque es eso lo que mereces felicidad — le digo con una sonrisa y unas pequeñas lágrimas de felicidad, ahora es ella la que seca mis lágrimas, pero que todas son de felicidad.

—Reachel: ¿Qué hice para merecerte? — exclamó

—Sebastián: la misma pregunta me hago yo, que hice para merecerte — le digo y ambos reímos.

Así continuamos hablando y riéndonos de todo un poco, después jugamos en los juegos que se encuentran el parque como dos niños pequeños, hasta que llegó el momento de irnos, la lleve a su casa, la dejo allí, se despide de mí con un beso, espero a que entre a la casa para luego yo irme.

Llego a la casa, ya todo está cerrado, mi papá está dormido, guardo la moto, entro a la casa sin hacer ruido para no levantar a mi papá, me dirijo a mi habitación, me pongo mi pantalón para dormir, me meto a mi cama hago un pequeño análisis de todo de este día, esbozo una sonrisa y con el mismo cierro los ojos y caigo en los brazos de Morfeo.

Llegó el domingo, el día tan esperado para mí, me levanto con los ánimos al cien, salgo de la cama, me baño, me preparo para empezar el día, bajo a la cocina a prepararme el desayuno, me encuentro tomando un poco de agua a mi papá cuando me ve me da los buenos días y yo se los devuelvo, él se queda un poco más en la cocina mientras preparo mi desayuno.

—Fabricio: ¿te ves muy animado hoy hijo? — dice con entusiasmo.

—Sebastián: no es nada — respondo un poco evasivo.

—Fabricio: no me engañas, son raros los días en los que te ves así de animado, puedo preguntar cuál es el motivo — inquiere curioso.

—Sebastián: como te dije no es nada, solo tengo mucha energía — no quiero contarle los motivos de mi felicidad, siento que aún no hay suficiente confianza.

—Fabricio: déjame adivinar — hace un ademán como si estuviera pensando — esa felicidad tiene nombre y apellido Reachel, no se me sé el apellido — dice y se echa a reír y a mí en el fondo me causa gracia, pero no lo demuestro — ¡cierto! — dice convencido.

—Sebastián: podría ser — le respondo dudoso.

—Fabricio: yo también fui joven y si en algo te pareces a mí es que cuando estamos enamorados se nos nota en todo o que hacemos, cuando me iba a ver con tu mamá, así me colocaba tal cual, a ti, me levantaba temprano, me hacía el desayuno que raramente lo hacía, y preparaba todo meticulosamente, para que todo quedara perfecto, así como lo era tu mamá — dice con voz ahogada, seguro que hablar de ella le trajo muchos recuerdos nostálgicos.

—Sebastián: ¿tú amaste a mi mamá? — le pregunto con un nudo en la garganta.

—Fabricio: más que a mi vida, tu mamá es el amor de mi vida incluso hasta en la muerte, me dolió tanto perderla que no supe manejar su ausencia que termine separándome de ti, te deje solo en todo ese proceso, buscaba llenar mi vacío con distintas mujeres, hasta que por fin entendí de que ninguna va a llegar a ser como tu mamá y que tenía que recuperar el tiempo con mi hijo, esa es la manera de seguir demostrándole a tu mamá que la amo y te amo y la seguiré amando — dice con una lágrima bajando por su mejilla y mis sentimientos se revolvieron, me produce mucha nostalgia todo lo que mi padre me dijo.

—Sebastián: yo también quiero recuperar el tiempo contigo, papa, pero no es fácil — le digo con muchos sentimientos encontrados.

—Fabricio: sé que es difícil, pero aún hay tiempo, no todo está perdido, aún estamos aquí y podemos recuperar el tiempo perdido, solo te pido que por favor no me alejes de ti, déjame entrar y conocer a mi hijo, permíteme conocerte — me dice con una sonrisa.




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