MIRIAM
Bajo del avión junto a el niño, Martín y una tripulación, hasta el momento de bajar no me había dado cuenta del resto de personas que eran unas 16 incluyendo al piloto. Al bajar en la pista puede observar a lo lejos observo unas entradas que su fachada parece hecha de roca con cemento parece como si llevara a algún tipo de túnel.
Ni bien bajamos y comenzaron a salir personas de los tres túneles que se encontraban enfrente, vestían esos trajes que he visto mil veces en las películas con su característico camuflajado. Llegaron a donde estábamos y comenzaron a formarse en fila, le estaban abriendo el paso a alguien y me daba la sensación de que no lo quería conocer.
Al frente llegaron tres personas, uno estaba vestido como el resto de los militares pero tenía muchas medallas, otro tenía una bata de laboratorio y la última tenía un traje.
Aún no sabía que hacía ahí o porque están personas estaban haciendo todo esto, el niño se aferró a mi pierna cuando el que estaba vestido de militar dio un paso al frente.
—Un gusto conocerla señorita Miriam y niño Alejandro —El sabía el nombre del niño que ahora sabía que se llamaba Alejandro, ya que cuando dijo ese nombre el lo miro directamente —Me presento soy el teniente general Phillipe Rebord, el es el Doctor Gregor Wood —Señala al señor de bata que solo me mira de una manera perturbadora —y la señorita Griselda —esta última solo nos hace una inclinación de cabeza.
—Martín ¿hubo algún percance? —Esto lo dijo el doctor Gregor.
—No doctor, todo estuvo bien.
Cansada de no entender nada, me atreví a preguntar lo siguiente.
—¿Me podrían decir que hago aquí y como saben mi nombre?
Estaba cansada, no había tenido ni un momento de descanso desde hace días y ni siquiera recuerdo la última vez que comí, aunque por así decirlo me desperté hace rato mi cuerpo aún está cansado.
—Usted señorita Miriam, está en las montañas del cantón en Berna, la única base activa con este tipo de configuración en Suiza. Usted es una de las personas que estábamos buscando desde hace meses.
Esta bien, estoy en Suiza, bajo el cuidado de militares y al parecer me han estado buscando, todo muy normal obviamente.
Respiro profundamente, tengo que calmarme.
—Señor Phillipe, ya me dieron la información de que estaba en Suiza bajo el cuidado de militares pero ¿Porque estoy aquí y para que?
—Bueno, eso me toca explicarlo a mi —Dice el Doctor Gregor —¿Nos podrían acompañar a las instalaciones? Como bien saben el exterior no es seguro.
Dios, por un momento me había olvidado de todo sobre el virus.
Caminamos hacia las instalaciones, son mucho más espaciosas de lo que parecen, el techo está totalmente iluminado con luces y todo el interior era de un material que parecía metal. Caminamos un tramo hasta que el Doctor Gregor habla.
—Miriam —Volteo a verlo, para este momento solo estábamos Phillipe, Griselda, Alejandro, Gregor y yo —Están ambos aquí porque necesitamos su sangre.
—¿Que?¿Nos van a matar? —Me di un golpe mental por usar ese tipo de lenguaje enfrente de Alejandro pues a lo que eso salio de mi boca, el se pegó más a mi pierna, si eso fuera posible.
—Claro que no, me gustaría hablar contigo un momento.
No quería dejar sola a Alejandro, se notaba que no confiaba en nadie que no fuera yo y ni yo confiaba en este lugar.
—No hay problema, el niño se puede quedar contigo mientras no cause ningún incoveniente.
No se en que momento pero cruzamos por un pasillo donde habían muchas puertas, una era muy particular y me llamo mucho la atención que era negra mientras el resto de puertas eran plateadas y parecían hechas de metal, está no, trate de mirar a través de la ventana cuando pasamos por a lado pero estaba polarizada, solo capte movimiento desde el interior pero como vi lo igual tuve que seguir caminando hacia una sala, cuando entramos lo primero que dijo el doctor Gregor me dejó en shock.
—Necesitamos su sangre para acabar con este virus.