MIRIAM
—Vamos, apurense.
Nos sacan casi a rastras del laboratorio después de ese suceso, llegamos hacia la zona de entrenamiento.
Después de salir del shock, reviso a Alejandro pero está bien, sigue sin hablar pero a su manera nos comunicamos. Estamos en una clase de defensa personal, hoy ya Alejandro comienza a tener clases más agresivas desde un inicio solo era pura defensa pero va avanzando, me dirijo hacia el soldado.
—¿Que fue eso? —Aunque le estaba hablando casi en su cara, el ni se inmutó, ni siquiera me dirigió una mirada.
—¡Te hice una pregunta! ¿Que fue eso? —Ya me estaba pasando el shock y me comenzaba a alterar.
Aunque parezca estúpido, ese momento del laboratorio me hizo dar cuenta que entregué mi vida a este lugar, a esta rutina, sin más, no hice preguntas, no puse resistencia, solo me deje llevar porque era lo más fácil. No sólo fui yo, también fue Alejandro, tal vez pudo ir a otro lugar, pudimos aver encontrado otra forma.
—Señorita, vuelva a su entrenamiento.
—No quiero volver a mi puto entrenamiento, quiero saber que está pasando, ¡Quiero saber que pasó en ese laboratorio!
Desde lejos escuché escuchaba ruido pero todo estaba como... Dormido, si, esa era la palabra, todo se escucha de esa manera, como si nada tuviera la suficiente fuerza para llegar hasta mis oídos.
Veía como los labios del soldado se movían pero ya no entendía nada, solo me entró una rabia, algo tan difícil de diferir, que no podía esperar más para irme contra el.
Comencé a lanzar puñetazos sin fijarme donde caían o siquiera si le estaba dando a el pero era todo lo que quería, solo seguir desatando este sentimiento, esto que estaba dentro de mí y despertó sin más.
Quería irme de aquí, quiera estar con mis padres, quería volver a mi vida de antes, quería que Alejandro estuviera con su familia pero también quería estar con el, no me sé ni su nombre pero con solo verlo entendía que estar con él era seguridad. Seguia en mi ataque de ira, hasta que siento un pinchazo y todo se volvió negro.