Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 3

 

Pero Layla había continuado, a pasos pequeños que la habían traído hasta su grande ahora, estaba pagando la hipoteca de su propio apartamento, aparte de su sueldo como pasante de la firma Marquina & CO Abogados, considerada la mejor de la ciudad, hacia asesoramientos mediante e-mails y llamadas, las ganancias de estos últimos pagaban por el apartamento y las necesidades básicas de ella y su hermana.

Su novio también era lo que puede llamarse un impulso monetario, realmente no estaba segura si eso era lo único que significaba para ella, sin embargo en cierto momento había dejado de cuestionárselo y simplemente comenzó a aceptar todos los regalos y ayudas que él le daba a manos llenas, pronto descubrió que era la forma en que él demostraba su cariño, no sabía si estaba del todo bien para ella, pero apreciaba los zapatos de diseñador y los vestidos elegantes, porque al menos en su trabajo la hacían ver presentable, elegante y respetable.

 

Nicholas Sorne había llegado a su vida representando un soplo de conformismo disfrazado de tranquilidad y estabilidad, de cualquier manera en una vida como la que Layla había llevado aquello no le sentaba mal, aun cuando por las noches se sintiera sola y vacía incluso con él a su lado, era solo tres años mayor que ella y había crecido entre privilegios y fiestas de gente adinerada, era todo lo contrario a ella y frecuentemente la animaba a entrar en su mundo, disfrazándola de dama pudiente, con costosos pendientes que podían pagar la comida de dos meses.

Ella lo hacía para complacerlo, iba a sus fiestas colgada de su brazo, sonriendo modestamente cada que lo alagaban por la novia hermosa, aun cuando los cumplidos eran para él por saber elegir y no a ella por ser la elección.

Su relación consistía en dos personas adultas mayormente ocupadas que en sus ratos libres buscaban algo de compañía supuestamente amorosa.

Lo llevaban bien, era una relación tranquila, ambos se escuchaban y aunque no eran grandes amigos, sabían entenderse.

Nicholas era apuesto, comprometido e inteligente y dueño de una enorme compañía de marketing, se había convertido en el director de esta al terminar su carrera profesional, en realidad aquella sede de la empresa había sido el regalo de su padre, viajaba constantemente, pero siempre volvía a su ciudad, a ellos, a la comodidad de no pedirse tantas explicaciones, de solo estar cuando eran necesitados por el otro, pero saber que no habría nadie más, era algo que habían aclarado voluntariamente desde el inicio y justamente había sido Nicholas quien había llevado el tema de la exclusividad a la mesa.

Layla despertó enredada entre sus sábanas blancas, era domingo, su único día libre, con languidez se puso de pie, comenzando a vestirse apresuradamente cuando vio la hora.

Los domingos eran exclusivamente para estar con su hermana, era una ley que habían creado hace tanto tiempo que ni siquiera sabían con exactitud en qué momento había surgido.

Salían temprano del apartamento, caminaban en direcciones aleatorias hasta dar con algún lugar donde sirvieran desayunos y entonces comenzaba su día, comían hasta reventar e intentaban encontrar el camino de regreso a casa, si no conseguían recordar como habían llegado hasta ahí, entonces subían a un taxi.

Hacían toda clase de actividades compartidas lo que restaba del día.

Desde que Jemm se había hecho su amigo en la universidad, había domingos en los que voluntariamente se unía a la caminata de las chicas Alexander, aun cuando odiaba caminar casi tanto como amaba comer.

Cuando Layla se dirigió a la planta baja de su apartamento se encontró con Lía sentada en una extraña posición que le recordaba a las figurillas de Buda que vendían en los bazares de la ciudad.

—¿Qué haces?

—Medito para evitar odiarte por despertarte tarde —Layla sonrió y al pasar por su lado le revolvió el flequillo bicolor a su hermana, que la alejó de un manotazo.

—Elegiré el desayuno de hoy —soltó Lía, mirándola con ojos entrecerrados mientras se acomodaba el cabello con los dedos en un intento de reacomodarlo.

—Está bien, pero no comida china, por favor

—La comida china no suena como un desayuno —Lía la miró de soslayo con una mueca que causó gracia a Layla —¿Vendrá Jerome? —preguntó Lía al tiempo que se ponía torpemente de pie, tratando de deshacer su posición para meditar.  —No entiendo porque reduce un nombre tan lindo, elegante y único a... Jemm —Lía la siguió hasta la salida y esperó a que Layla cerrase la puerta

—A veces es necesario reinventarnos para encontrar quien somos en realidad, de cualquier forma, hay cosas que es mejor no averiguar, no sabemos si hay una historia dolorosa tras su elección —pero Layla si lo sabía y odiaba que tuviesen algo tan horrible en común como el abandono familiar.

—Hermana… es algo temprano para ese tipo de análisis

—Si bueno, hoy no viene Jemm

En esa ocasión desayunaron en un lindo restaurante clásico, pidieron pancakes con miel, el sabor de aquel desayuno transportó a Layla a los días en que trabajaba para una amable mujer y veía casi diario a su mejor amiga, recordó cuanto amaba Lía ir a la pastelería de Connie, sabía por lo último que Emma le había dicho al respecto que pronto habría una quinta sucursal y Connie estaba considerando aquella ciudad como una posibilidad, Layla pensó en que sería lindo volver a probar alguno de sus pasteles, aunque la parte de ella que deseaba tanto dejar atrás el pasado lo veía como algo demasiado arriesgado para su estabilidad emocional.




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