Cuando los tres volvieron a sus puestos, Giulio no perdió tiempo en decir algo para animar una discusión.
—Pensé que estabas despedida —sin embargo, Layla estaba extrañamente animada, así que lo miró sonriendo, mientras alineaba el portarretratos en su escritorio en el que una sonriente Lía de diez años con la dentadura incompleta la miraba formando un corazón con sus manos, ella era su motivación, ella siempre lo había sido.
—Yo también pensé que estaba despedida —se encogió de hombros, él la miró entonces con esos ojos que hacían pensar a Layla en lechuzas.
—Bueno, respecto al caso, no hay hijos de por medio, así que voy por el esposo —ella lo miró con disgusto.
—Que Demian no mencionara hijos no significa que no los hay —respondió Jemm desde su puesto, al tiempo que daba vueltas en la silla giratoria y masticaba con fervor las nueces de la india que llevaba como snack aquel día.
—Cierto —acotó Layla, con una vocecilla en su cabeza comenzando a gritarle algo que ella dijo a continuación: —Elegiré a la esposa, será fácil quitarle todo al esposo como ella lo desea —dijo entrando inevitablemente en el juego de su compañero, que la miró con aquel aire de grandeza que la mayoría de los estudiantes de intercambio, como él, traen consigo.
—Competiremos entonces... —ella hizo una mueca de desdén.
—Eres mi compañero Vassier, yo no compito contigo, como aprendí en la universidad: lucharé por defender los intereses de mi cliente si es que llega a serlo, te respeto profesional y personalmente, así que no tengo una competencia contigo... —su dulce tono escondía muy bien el desdén de sus palabras, él la miró, ataviado en su traje gris y pasando la mano por su cabello rubio, una vez más se sentía idiota ante ella, ella siempre lo hacía sentir de esa manera y le fastidiaba tanto aquello.
Jerome sonrió con las cejas elevadas, a la espera de una respuesta por parte de su compañero que nunca llegó, Giulio simplemente fingió recibir una llamada, pero Jemm claramente vio la pantalla de su celular apagada, a veces lo llamaban cotilla en la escuela, pero él prefería llamarse a sí mismo observador y es que ser observador abre muchas puertas, él lo sabía mejor que nadie.
—Iremos al famoso almuerzo de los domingos —dijo su amiga en tono cómplice una vez que estuvieron solos y él la miró con el entrecejo arrugado.
—¿Piensas colarte?
—Marquina me invitó... dijo que tendría una ventaja, que evidentemente compartiré contigo —emitió una sonrisa resplandeciente, como quien acaba de dar un regalo extraordinario, pero su amigo sólo siguió mirándola de aquella forma particular que hacía sentir juzgado a cualquiera.
—¿Y Lía? —preguntó con evidente preocupación, al ser una de las personas más importantes para Layla sabía lo valiosos que eran sus domingos de hermanas, a veces las imaginaba en algunos años; Layla con los adinerados bebés de Nicholas yendo apurada a encontrarse con su extrovertida hermana menor, le gustaba pensar que incluso entonces seguiría teniendo la exclusiva y halagadora invitación a acompañarlas a perderse en las calles de la ciudad, perderse un poco de la cotidiana vida.
—Lo entenderá —aseguró Layla abriendo muchos sus ojos esmeraldas, el delineado negro los hacía lucir más claros de lo normal, él la miró con ojos entrecerrados.
—Más bien nos obligará a robar aperitivos y elegirá las películas las próximas veinte semanas —soltó él, había sido testigo de cómo Lía pasaba de ser una niña amable y cariñosa a la jovencita decidida y elocuente que era ahora, era como una propia hermana para él, a veces aún le compraba dulces a escondidas de Layla y conociéndola, ya que lo hacía muy bien, sabía que ella conseguiría algo a su favor por la falta de Layla al domingo de hermanas.
—Tienes razón... —ella asintió con la cabeza sonriendo —Pero no pienso robar aperitivos, dejan mis bolsos llenos de salsa o migas o lo que sea... —hizo una mueca exagerada y Jemm la miró sugerente.
—Robemos unos pocos —subió y bajó las cejas tantas veces que fue inevitable para Layla soltar una sonora carcajada. —Como en los viejos tiempos… — soltó y Layla quiso correr y abrazarlo.
Habían pasado tantas cosas juntos, tantos recuerdos, pensar en ellos dos, seis años atrás, colándose en eventos lujosos con la ropa de segunda mano más elegante que podían encontrar en los bazares de casas de ricos que Jemm localizaba con astucia, todo con la finalidad de robar bocadillos de las enormes mesas de comida.
Entonces caminaban hasta la casa de Layla en los suburbios, apretados y muy juntos, deseando que ningún ladrón quisiera robarles los aperitivos de camarón o las pocas monedas en sus bolsillos y veían películas en el viejo ordenador de Jemm, definitivamente él había sido parte importante en volver a la vida "normal" después de su depresión, aunque le había contado mucho a cerca de su vida y había confiado en él como en nadie más, en su momento nunca le dijo que estaba saliendo de un episodio de depresión porque el motivo más allá de una mala madre o huir de su casa y dejar todo atrás, era otro y tenía nombre y un apellido que recordaba cada noche al mirar al cielo, donde el misterioso satélite le recordaba a él y su lejanía.
En ese entonces Jerome vivía en un viejo cuarto de limpieza abandonado en la empresa de los padres de Nicholas en la que trabajaba como repartidor y mensajero, antes de que Eva; la madre de Nick, comenzará a pagar por un departamento para él, en el que Layla y Lía vivieron un año y medio, después de que su estadía en la vieja casa de los suburbios se hiciera demasiado insoportable por la dueña malhumorada y antes de que cerca de concluir la universidad, como caído del cielo, fuera llamada al notario para recibir una herencia totalmente inesperada, había muerto su padre, o al menos el hombre que había cooperado en el proceso de su creación y la de su hermana, dejando una carta y una cuenta en el banco con un poco de dinero, el suficiente para pagar el enganche de su apartamento y comenzar de nuevo, ahora sí.
Editado: 16.05.2021