Durante el último encuentro, Marianne había dicho algo que Layla no podía sacar de su cabeza, aquella información la había perseguido durante horas y días completos haciendo cambiar completamente la perspectiva que tenía de todo.
Layla bien sabía que no es correcto juzgar, menos aun cuando estaba implicada llevando a cabo su trabajo, pero desde que Marianne había dejado caer aquella noticia, ella no podía entender el desmejorado estado de Luna, como si él fuese solo una víctima del capricho de terminar de su esposa, cuando en realidad según aquella mujer él había sido más bien el causante, gracias a las expresiones, el dolor en su mirada y el frio rencor en la voz de Marianne; Daniel se estaba posicionando como el peor hombre en la tierra.
—Bueno y ¿Cómo vamos a quitarle todo? —susurró la mujer, dirigiendo sus ojos duros entre uno y otro, a la espera de una respuesta que la hiciera sonreír al menos internamente.
—Me temo que eso de “quitarle todo”… será imposible, las propiedades y la cuenta mancomunada deberán dividirse a partes iguales y cada uno podrá conservar sus bienes adquiridos antes del matrimonio, lo que se sugiere comúnmente es vender la casa que compartían y… —Jerome se vio abruptamente interrumpido por la rubia mujer frente a ellos.
—¿Y cómo se maneja la infidelidad? —Había preguntado Marianne en un tono aparentemente despreocupado, pero era evidente su necesidad de ganar.
—La infidelidad por sí misma no afecta la custodia de los hijos, la asignación de la pensión alimenticia, o lo que en este caso nos importa que es la división de la propiedad marital, pero la forma en que se fue infiel sí puede tener un efecto significativo sobre el resultado de un divorcio, pero no en cuanto a lo monetario… — respondió Jerome, tratando de no mirar hacia Layla.
—Bueno y… ¿puedo pedir indemnización por la infidelidad? —Ahí estaba de nuevo, aquella acusación que se metía cada vez mas profundo en el cerebro de Layla.
—Daño moral…—susurró Layla hacia su compañero, con semblante pensativo —No procede, aun en caso de que se confirme la infidelidad, cada persona de manera individual conserva la facultad de decidir sobre el ejercicio de su sexualidad al ser dueña de su cuerpo, por lo que la indemnización por daño moral no procedería —le dijo Layla, recitando como de memoria aquellas palabras que recordaba haber aprendido en uno de los muchos libros que descansaban en una esquina de su habitación.
—Vamos a ver, que entonces acusamos por daño psicológico o que se yo, él terminó con mi salud mental, así que al menos quiero intentarlo… Hagamos eso —había dicho ella, en un tono que les dejó claro que la negociación estaba fuera de posibilidad.
Ella parecía ser uno de esos clientes difíciles, como Jemm solía llamar a los de su tipo en forma de burla, solo que aquello no parecía una burla, en lo absoluto.
Jerome le dio una mirada airada a Layla y luego una más de compasión, como si ella tuviese que sentirse mal porque aparentemente su ex de hace años era un adúltero.
Ella no se arrepentía de ninguna manera de haberle contado esa parte de su pasado a Jerome, pero sí que odiaba las miradas que él le daba a cada instante, sabía que es parte de compartir una noticia como aquella, finalmente el hombre del que hablaban había sido el primer amor de Layla, pero su amigo necesitaba definitivamente unas clases intensivas sobre la discreción aplicada a la vida diaria.
—¿Busca acusar de adulterio? —Layla la miró asentir con seguridad. A pesar de todas las explicaciones que le habían dado de porque aquello no resultaría como quería, Marianne parecía comprometida con hacer de aquel proceso lo más difícil posible para Daniel y Layla se sorprendió a sí misma tratando de encontrar un mundo en donde él haciendo algo como aquello de lo que se le acusaba fuese una posibilidad.
—Me fue infiel con una becaria de una de sus escuelas, es dueño de tres, de las instalaciones más bien dicho, pero en una de esas escuelas también es subdirector, se encarga de las y los pasantes de educación escolar... Ahí la conoció y ella tiene veinte años... como mucho —dijo Marianne, su cabello artificialmente rubio peinado hacia atrás hacia ver la piel de su rostro demasiado tirante y su mirada demasiado firme, en el criterio de Layla, aquella mujer parecía estar diciendo la verdad o al menos algo de lo que estaba completamente convencida.
Layla había comenzado a pensar que el hombre que ella había conocido jamás haría algo así, pero entonces había aparecido la culpa, no podía evitar pensar que quizá el haber estado con ella y luego haberse enterado de que era una chica demasiado joven quizá había corrompido o trastornado de alguna manera los ideales y límites que él tenía antes de conocerla hasta convertirlo en aquel vestigio de lo que ella recordaba, aquel hombre triste, distante y adúltero que Marianne describía con un rastro de aquel rencor característico del sentimiento de abandono.
Era tonto siquiera pensar que ella podía ser la causa de su amorío con aquella joven, pero era inevitable, de cualquier manera, en cuanto se lo dijo a Jemm una vez que estuvieron solos, él la miró con cariño y compasión.
—Deja de intentar buscar ser la culpable, no tienes la culpa de nada, cada uno toma sus propias decisiones —le había dicho su amigo y eso bastó para darse cuenta de que esa debía ser la única verdad.
Editado: 16.05.2021