Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 15

 

—Es extraño que nos encontráramos de esta manera ¿no lo crees? —le dijo Daniel mirándola de frente, su postura relajada descansaba sobre el respaldo de la silla.

Las mesas rojas de aquella cafetería casi vacía hicieron pensar a Layla en que probablemente el café no sería tan bueno, como una especie de premonición inducida por estereotipos provenientes de viejas películas o series de TV.

—La vida es extraña por lo general —respondió algo distraída, mientras hojeaba el menú.

Había aceptado una vez más conversar con Daniel, a raíz de haberlo encontrado merodeando por el despacho entre aquella brumosa nube de soledad y tristeza, ella lo había mirado con ojos entrecerrados, pensando en la posibilidad de que hubiese asistido nuevamente solo para tratar de hablar con ella y en efecto lo había hecho, utilizando el que su amigo trabajase ahí como excusa para visitar el edificio.

Jerome le había recalcado el hecho de que ella no le debía nada a él, aun con todo lo que había pasado cuando ella tenía diecinueve años y pretendía ser alguien que no era, pero el factor principal radicaba en que ella no había aceptado tomar un café con Daniel solo por sentirse en deuda, culpable o cualquier cosa similar, sino que en realidad quería hacerlo, realmente quería saber lo que tenía para decir; lo que ambos tenían para decirse.

Al final su mejor amigo no estaba tan alejado de acertar en eso de que quizá podían terminar por curar los restos de aquella vieja herida.

Quizá ella podía ayudarlo en aquel momento y lo haría, como él lo había hecho hace años sin realmente saberlo, dejando de lado las partes inconclusas de su doloroso final o los viejos rencores que guardaba muy en el fondo de su corazón.

—Tienes razón —acotó Daniel con mirada pensativa.

—Lamento cambiar los planes, pero creo que pediré una malteada, así que "tomar un café y conversar" no tendrá sentido ahora... —su voz delicada y melodiosa lo hizo reír a medias.

—Bueno, que sean malteadas y conversar entonces —ella asintió, su cabello corto se movía con ella, Daniel tenía que evitar mirarla demás, porque su memoria explícita se empeñaba en traer imágenes de un cuello que solía amar, o unos ojos, o unos labios y eso lo llevaba a la necesidad de confirmar si había alguna diferencia con la actualidad, aquello no le ocasionaba remordimiento, era natural que algo así pasara, pero lo fastidiaba porque no estaba en posición de mirarla de esa manera, no estaban viviendo ocho años atrás.

Cuando Layla recibió su malteada de fresa le dio un largo sorbo, aspirando por la pajilla hasta que sus mejillas parecían globos, él trató de imitarla y fracasó rotundamente, Layla recordó cuando una malteada de fresa era el lujo favorito de ella y su hermana, cuando los días eran difíciles y los bolsillos estaban tan vacíos como las calles a las 3:00 am de un lunes.

—Ya no tuve tiempo de preguntar cómo fue que tu llegaste a esta ciudad... —soltó ella, siempre ansiosa por llenar los silencios, siempre queriendo saberlo todo de inmediato, siempre directa sin perder tiempo.

—Fue hace justamente cuatro años, después de casarme con Marianne, le ofrecieron un contrato formal en un colegio de esta ciudad, la paga era buena y para entonces yo ya era propietario de un inmueble aquí, investigamos el clima y como es normalmente cálido, decidimos simplemente mudarnos.

—Bueno, mi historia fue más divertida —dijo Layla con una mueca socarrona y él negó con la cabeza, mirándola como si fuese alguien imposible, pero con una pequeña sonrisa en el rostro —Imagínate las veces que pudimos cruzarnos antes... —continuó ella.

—Ni siquiera puedo imaginarlo... —Daniel pensó en que antes no habría podido ser de aquella forma, porque de alguna manera estaban afrontándolo positivamente, aun cuando él estaba en la peor parte de su vida.

—Daniel... —Layla lo miró, sabía que lo que estaba a punto de preguntar podría poner la situación algo incómoda, pero simplemente había sido algo que se había preguntado por tanto tiempo y ahora tenía la oportunidad de averiguarlo y Layla no desperdiciaba oportunidades nunca —¿Sufriste?... cuando pasó... lo que pasó —su mirada escapó instintivamente de la de él, encontrando en su malteada rosa un lugar para descansar.

—La verdad es que me costó demasiado superar todo lo que pasó —dijo él, sin nombrar realmente el término de su relación como lo que fue, tal como Layla había hecho primero.

—Ya

—¿Cómo fue para ti?

Layla se arrepintió de inmediato de haber sacado aquello a tema, porque realmente recordar algunas partes de su sufrimiento la hacían mirarlo y querer gritarle a la cara, gritarle por huir, por dejarla y por perdonarla de aquella manera que pareció más bien una cruel venganza y gritarse a sí misma por dejar que las cosas sucedieran de aquella manera, por haber visto a lo lejos la tormenta que se avecinaba y no haber hecho absolutamente nada para detenerla o para al menos aminorarla.

Me costó demasiado superar todo, había dicho él, pero ella había tenido que superar más específicamente una sola parte del todo:

—A mí me costó demasiado superarte... Durante años pensé que nunca encontraría a nadie como tú —lo miró unos segundos y luego de rodar los ojos odiando lo ingenuo que había sonado aquello, rectificó: —A alguien a quien amar como te amé.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.