Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 16

 

Era sábado y sus horas en Marquina & Co habían terminado, después de que Jerome le dijera que saldría con el mismo chico de la última vez y luego de llamar a su hermana y recibir la noticia de que quería salir con amigas, Layla se quedó sin nada que hacer por el resto del día, pensó en ir a comprar lo que hacía falta en casa al supermercado, pero eso era una de las tareas de Lía desde que había cumplido los dieciséis, entonces era lo suficientemente mayor para encargarse de aquello, ya que Layla pasaba bastantes horas en la escuela durante los tres años que duró su máster.

Así que estaba sin planes y sólo pensó en una persona a la que podía ver, en realidad dos, pero una de esas personas no debía pasar por su mente si quería mantener su estabilidad emocional, así que acudió a la opción más sensata.

 

Layla se dirigió hacia la oficina principal en la empresa de Marketing de Nicholas, cuando llegó a su destino, entre mujeres con trajes elegantes, figuras públicas sonriendo en las paredes donde orgullosamente exponían a todos los que habían sido sus clientes alguna vez y hombres sonriendo como si necesitasen ganar la confianza de cualquier persona en caso de que resultase un potencial cliente, llegó hasta la antesala de la oficina, el asistente personal de Nicholas le sonrió apenas la vio llegar.

Aquel chico de tez clara y pequeños ojos rasgados le había confesado una vez que todos los empleados a cargo de Nicholas aseguraban que ella sería la futura Sra. Sorne, Layla había sonreído por cortesía.

Era algo que incluso la madre de Nick le había dicho algunas veces también, acompañado de insinuaciones de Lía y Jerome que la hacían incomodarse ante aquellas miradas sugerentes cada que Nicholas y ella estaban en la misma habitación, es hasta cierto punto entendible que todos pareciesen un poco ansiosos sobre aquel tema, ella tenía casi veintiocho y Nicholas estaba en los treinta y uno, así que no eran unos críos, sumado al hecho de que cuatro años de una relación relativamente estable y perfecta ante los ojos de cualquiera daban pauta a este tipo de comentarios.

 

Aun no tenía claro si le gustaría casarse, mucho menos si una vida entera al lado de Nicholas sería la vida de sus sueños, verlo poco y apoyar sus múltiples viajes era algo bueno siendo novios, porque ninguno de los dos era de grandes demostraciones cursis y románticas de amor, sabían disfrutar el tiempo que pasaban juntos y extrañarse era bueno para la relación, hacía que aquellas horas robadas fuesen más interesantes, pero quizá no sería suficiente si daban un paso más en la relación.

 

Porque en el fondo de la lista de los deseos para su vida que guardaba muy en lo profundo de su cerebro, en la que cada punto había surgido de alguna de las muchas deficiencias que su vida tuvo desde la niñez, estaba la posibilidad de un matrimonio feliz y pleno, muy en el fondo debía admitir que le gustaría pasar tardes enteras al lado de una persona, juegos de mesa, películas, pintar constelaciones, paisajes y el rostro del otro, leerse el alma, la paz al abrazarse y una guerra entre las sábanas, chistes internos, mirar atardeceres y saber que el día siguiente podrían hacer lo mismo, saber que estaría ahí al terminar el día y al comenzar el siguiente y que tendría los fines de semana y el resto de sus años también, que esa persona seria perfecta y quizá apta para ser invitado a los domingos de hermanas.

Deseaba conocer a ese alguien, perfecto para ella, perfecto para la vida que siempre quiso tener, entonces pensó en su vieja amiga Emma, estaría orgullosa si escuchara los pensamientos de Layla, pero solo eran pensamientos pasajeros, así que los dejó ir, esfumarse junto al recuerdo de su amiga y anotando mentalmente que debía llamarla pronto.

Al menos una vez al mes, hablaban un poco, al principio, cuando Layla se mudó, hablaban muy seguido, pero entonces con el paso de los años ambas comenzaron a tener otras ocupaciones, Layla se ocupaba en la universidad y Emma estaba convirtiéndose en socia de Connie, Layla comenzaba su máster y Emma se estaba casando, verdaderamente Layla hubiese amado poder acompañarla, pero regresar a la ciudad en que su madre vivía no estaba en su lista de cosas que le gustaría hacer.

 

—Bienvenida señorita Alexander —dijo el asistente de Nicholas sin dejar de sonreír.

—Hola Kenji —saludó y el pareció sonreír aún más cuando ella mencionó su nombre, feliz de que lo recordara.

En realidad, a Layla siempre le había molestado un poco esas personas que pretenden que recordar un simple nombre es difícil, porque siendo sinceros no lo es.

—¿Nicholas está ocupado?

—No, de hecho, acaba de llegar su comida, así que está libre por... —miró con prisa su agenda —veinte minutos —dijo amablemente y Layla asintió.

—Gracias

—¿La anuncio señorita? —ella negó y lo miró con las cejas elevadas.

—Llámame Layla, por favor —le pidió antes de dirigirse hacia el interior de la oficina.

Era un lugar elegante en extremo, bonito y sofisticado, detrás del escritorio de madera de ébano con una superficie recubierta por cristal se encontró con un concentrado Nicholas, movía el tenedor entre el bowl de ensalada cuando levantó la mirada y sonrió al verla, sus ojos cafés la siguieron hasta que ella estuvo a su lado.




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