Layla siguió como normalmente lo hacía, saltando entre el trabajo, su casa, amigos y la vida en general.
Ya habían transcurrido varios días del "momento" que tuvo con Daniel, ninguno de los dos había vuelto a proponer una salida, una conversación o algo por el estilo, solo se estaban dando tiempo para enfriar el asunto, de cualquier forma, ya estaba pasando el nerviosismo y la incomodidad se había ido por completo de sus pensamientos, gracias a que Layla se dijo a sí misma que aquello no significaba nada y lo repitió tantas veces que realmente lo creyó
Dada la carencia de importancia que aquel suceso representaba, ni siquiera se lo contó a Jerome, pero él la miraba de una manera que la hacía pensar que él sabía que le ocultaba algo.
Aquel día había estado haciendo varios deberes en el despacho, agradecía no tener tiempo para pensar demasiado, porque aquello de sobre pensar siempre termina mal...
De cualquier manera, tenía asuntos más importantes que Daniel y su trágica inserción en su vida, como el hecho de que por algún motivo que se negaba a indagar estaba sintiéndose brutalmente alejada de su relación con Nicholas, repasaba en su cabeza si la dinámica de lo que tenían había cambiado últimamente y eso era lo que ocasionaba su descontento, pero la verdad era que no, siempre habían sido así, pero en aquel momento no le parecía suficiente.
Necesitaba de él, necesitaba que él y sus hechos y sus palabras y su presencia reafirmasen que lo amaba, porque por aquel motivo que se negaba a aceptar, su corazón estaba caminando lejos de Nick y ella no quería que siguiera esa nueva dirección, pero necesitaba de él para mantenerlo atado al lado correcto, al lado en el que llevaba los últimos cuatro años.
—¿Vamos a comprar el almuerzo? —susurró Jerome desde su mesa, mordiendo sus uñas y sin mirar los cientos de hojas acumuladas en una montaña sobre su escritorio.
Layla negó con la cabeza en respuesta, mientras hacía apuntes en su libreta sobre casos que quería estudiar y leyes que había olvidado.
Su amigo se dirigió hacia la máquina expendedora con aire derrotado, pero ni su mueca de tristeza ni su caminar lento la hizo cambiar de opinión, en realidad, estaba deseosa de terminar lo más pronto posible sus deberes, porque en unos minutos planeaba escabullirse a la sala de descanso para recibir la llamada telefónica de Emma, quien llevaba días recordándoselo para asegurarse de que sus horarios congeniaran correctamente.
Y así lo hizo, habló casi una hora entera con su amiga y el tiempo en realidad pareció poco, Emma sonaba cansada y feliz, Layla había saludado a la pequeña hija de Emma, tenía dos años y comenzaba a balbucear y su amiga había insistido con fervor en que ya sabía decir: 'Tía Lay', pero Layla sólo escuchaba torpes ruiditos de bebé, igual reía cada vez que Emma la ponía en la bocina para convencer a Layla de aquello.
También le había hablado del hecho de que oficialmente abrirían una sucursal de 'Los pasteles de Connie' en su ciudad, Emma sonó emocionadísima al darle la noticia, pero Layla sintió una ola de pesar.
Su pasado parecía empeñado en volver y lo estaba haciendo de una forma muy repentina y rápida para la que no estaba del todo preparada.
—¿No te alegra? Creo que Connie estará de acuerdo en que sea yo quien vaya a inaugurar, así que finalmente podremos vernos de nuevo, al fin podré verlas a ambas y no solo en la postal navideña... —Emma había reído y su hija había comenzado a llorar.
Y la llamada había terminado, dejando a una consternada Layla, cuya mitad se moría por volver a comer pancakes y pastelillos de Connie junto a su hermana, mientras la otra mitad estaba rodando los ojos y tirándose del cabello, desesperada por todo lo que estaba regresando.
Y no es que Layla quisiera huir del pasado, sabía que siempre existiría y siempre estaría allí, pero Daniel Luna y su nueva amistad con él cubrían más de la dosis necesaria con la que podía lidiar.
Editado: 16.05.2021