Layla aún no estaba segura de la razón por la cual había vuelto a aceptar encontrarse con Daniel nuevamente, si es que aquello estaba agotando el espacio en su cerebro llenándolo de pensamientos sobre si estaba bien o mal, sin dejar lugar para la cordura y sensatez, quizá aquello era lo más probable...
O quizá eso de que siempre volvemos a donde fuimos felices es cierto, aun cuando duele y lo único que nos queda es intentar ignorar ese punzante punto de dolor.
No sabía si estaba destruyendo su estabilidad y todo por lo que había luchado, en sólo dos meses Daniel ya había puesto cabeza arriba su vida, pero su corazón le imploraba ayudarlo, acudir cuando él le pedía conversar, comenzaba a pensar que ya no se debía solamente a sentirse en deuda con él, si no a algo más...
Pero era algo que aún no podía reconocer, no estaba lista...
—¿Les han dicho algo nuevo sobre el caso? —soltó Daniel de pronto, como si aquella pregunta fuese el principal motivo de aquella reunión.
Layla lo miró, estaba sufriendo, los momentos en que Daniel parecía feliz habían sido solo efímeros, en realidad él seguía albergando aquel dolor en el fondo de su ser y entonces Layla pensó por primera vez que quizá ayudarlo estaba siendo inútil, no puedes ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.
Daniel estaba roto y sólo él podía juntar y reacomodar sus pedazos, sólo él y no Layla...
—En realidad no, Demian no ha comentado nada nuevo... —respondió ella, sabiendo que Marianne había cortado toda clase de comunicación con Daniel —¿La echas de menos? —Daniel miró fijamente su taza de café.
—No lo sé, no sé si la echo de menos a ella o sólo a mi vida con ella... —contestó con sinceridad, frente a él, la mujer de ojos verdes lo miraba atenta.
—Quizá debas ir a su trabajo o a tu casa y forzar esa conversación pendiente —sugirió ella, teniendo la certeza de que ni Daniel ni Marianne eran el tipo de persona que buscaba arreglar las cosas luego de una discusión, había llegado a la conclusión hace tiempo de que aquella pareja necesitaba clases de comunicación efectiva.
Marianne parecía de las que no dan el primer paso y Daniel estaba tan concentrado en mostrarse ofendido ante el comportamiento de su esposa y triste en su nueva vida que olvidaba que existe una manera de arreglar las cosas: hablar. Aunque si se ponía a pensar un poco en viejas experiencias con aquel hombre, la realidad era que él siempre había tenido aquella tendencia a evitar las conversaciones sobre finales.
Layla sintió un pinchazo en el pecho cuando su cerebro la hizo notar que estaba dándole consejos para arreglar su matrimonio, se había sentido como si aquello estuviese mal, pero no lo estaba... ¿Cierto?
—No creo que sea una buena idea... ella no aceptaría esa conversación, ella es... no es fácil conversar con ella —Layla lo miró.
—¿Quieres hablarme de ella? Quizá podemos encontrar juntos una manera de que ella quiera hablar contigo... —soltó y enseguida se sintió como una especie de terapeuta marital, solo le faltaban unas gafas de aumento, la libreta para garabatear fingiendo tomar notas y el sillón largo para que Daniel se recostara, como si aquello ayudase en algo...
Como si aquello ayudase a Layla en algo.
Daniel la miró, había tanta compasión en aquella mujer, estaba siendo un gran soporte en su vida, estaba siendo una gran amiga, ella no necesitaba a alguien como él con sus problemas y sus dolores, aun así, ahí estaba, siendo la nueva persona que era, llena de alegría y aquella sensación de plena seguridad, queriendo escucharlo...
Entonces Daniel le habló de Marianne, como era ella, las palabras que más usaba, que prefería el día para trabajar, pero el clima frío para vivir, le gustaban las comidas extravagantes y los restaurantes costosos, le gustaba la limpieza y el color marrón, las casas con pisos de madera y los vestidos ajustados pero solo en color gris, le contó como nunca la había visto llorar y desde el principio pareció saber lo que él necesitaba, como había decidido finalizar su matrimonio y lo poco que le había costado dejarlo marchar, como lo miró fríamente y le entregó una maleta, le contó que repudiaba la televisión y las películas y que sólo escuchaba música clásica.
—Eine kleine Nachtmusik de Mozart es su composición favorita —dijo él poniendo punto final a todo lo que sabía sobre Marianne.
Layla lo miró, él la amaba realmente o solía hacerlo, pero en realidad Layla sólo podía pensar en lo snob que era aquella mujer, enfrascada en todo ese aire construido de distinción... nadie puede odiar las películas y sólo escuchar música clásica por gusto auténtico, no cuando el mundo está lleno de tantas cosas variadas y hermosas, no cuando el arte es tan subjetivo y hasta en una canción de country, pop, blues o jazz puedes encontrar la más grande lección de vida...
Sin embargo, no pasó desapercibido para ella el hecho de que él sabía mucho a cerca de su aún esposa, sintió una pizca de molestos celos, no quería sentirse de esa manera, aborrecía sentirse así, pero no podía evitar pensar en Nicholas y su aún más lejana relación, estaba pendiendo de un hilo la estabilidad de sus sentimientos hacia él y aquella comodidad que lo sostenía estaba desapareciendo por completo...
Editado: 16.05.2021