Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 26

 

Layla se dirigió con desgano a la barra del buffet de desayunos, habían ido a parar ahí después de que Jemm se topara con el cartel que anunciaba ‘Todo lo que puedas comer' y entonces él los había obligado a entrar.

Miró hacia la mesa en la que un alegre Jerome y un Daniel silencioso y analítico la esperaban. Se tomó su tiempo eligiendo el pan más tostado y añadiendo crema de maní en la superficie, había tomado aún más tiempo eligiendo las uvas más grandes y un par de fresas brillantes y completamente rojas.

 

Su mente estaba hecha un lío, Victoria definitivamente no podía obligar a Lía a regresar con ella, pero no quería que su hermana sintiera paranoia cada vez que salía, además el solo hecho de que hiciera pasar a Lía por algo como eso; asecharla y acorralarla... no podía imaginar que habría pasado si hubiese sido ella a quien Victoria hubiese buscado. Luego de conversar, Layla y su hermanita habían decidido que si volvía a pasar la llamaría de inmediato y solicitarían la orden de restricción, esperaba que no fuese necesario, esperaba que Victoria no volviese, que no le diera por arrepentirse de haber sido una mala persona con ellas y querer arreglarlo, en verdad lo deseaba.

 

Habían dejado aquello atrás, la habían dejado libre, porque todo el tiempo que estuvieron con ella, Victoria parecía tan desdichada y harta de sus hijas...

Layla no estaba entendiendo el afán de la vida por regresarle su pasado, no estaba entendiendo nada...

Cuando volvió a la mesa, los dos la miraron con ojos taladrando en su alma, era evidente su falta de ánimo...

—¿Qué te pasa hoy? —cuestionó Jerome, su piel del color del albaricoque lo hacía lucir gracioso en su traje color mostaza.

—Nada —Layla negó con la cabeza, incapaz de expresar con palabras lo que la aquejaba y encontrando en el silencio el escondite perfecto para sus sentimientos.

—"Nada" nunca es nada —soltó Daniel Luna, imitando su voz en la primera palabra.

Layla lo miró, parecía más relajado que de costumbre, como si aquel caparazón que cargaba desde que se habían reencontrado, estuviese perdiendo su dominio sobre Daniel.

—Mi madre encontró a Lía, la siguió desde la escuela hasta una tienda en el centro a la que fue con sus amigas, Lía le dijo que no la quería cerca y... le advirtió que pondría una orden de restricción en su contra si la volvía a molestar —soltó entonces, incapaz de seguir callando y soportando aquellas miradas inquisitivas, Jerome le tomó la mano sobre la mesa en una muestra de apoyo.

Daniel sólo la miró, en su lindo disfraz de perfección, el cabello sumamente arreglado y el rostro impecable, aun tras esas capas de todo lo que era ahora, podía ver a la chica indefensa, la dudosa Layla, la que escapaba del amor y de la estabilidad. En aquellos más de cuatro meses que llevaban de reencontrarse, de “re-conocerse” (como Layla había definido a su ya no tan nueva situación), durante una de sus salidas por tragos, cuando el alcohol obligó a la sinceridad a florecer, ella le había contado sobre sus padres, su niñez y los verdaderos motivos que la habían llevado a salir de casa y llevarse a su hermana con ella, así que ahora Daniel estaba al tanto de muchas partes de su pasado que antes ignoraba por completo.

En ese instante la quiso abrazar, quiso cuidarla y decirle que podría seguir, que esa parte de su pasado no derrumbaría todo lo que había tardado tanto y le había costado mucho esfuerzo construir.

Aún eres tú, ella no te define, ella nunca podrá decidir quién eres Layla... quiso decirle, pero no pudo, simplemente la observó, presenció con miedo todos esos pensamientos y palabras que pasaron por su mente, porque sonaban muy parecidos a los del pasado, a los del tiempo en que se amaron... estaba sintiendo cosas que pensaba que ya nunca volvería a sentir por ella, pero solo le quedaba ignorar aquello, porque no podían ser reales, no... simplemente no.

—Puedo pedirle a Eva que uno de sus escoltas acompañe a Lía hasta casa, aceptará sin dudarlo cuando le diga que se trata de ti —sugirió Jerome, como si aquello fuera la mejor idea, pero Layla solo lo miró como si estuviese loco.

—Es la madre de mi ex, debe odiarme —soltó ella, con Daniel escrutándola en busca de descubrir lo que ella estaba sintiendo al mencionar a su ex.

—Ella te ama aún, además es como una tía para mí, así que... El favor puede ser para mí, no para ti, a parte me confesó que cree que el culpable fue Nicholas y no deja de molestarlo por eso —soltó con un tono cómplice, Layla miró su plato de comida y luego a su amigo.

—No creo que sea buena idea, Lía estaría incómoda, sólo... seguiremos con el plan de la orden de restricción en caso de que vuelva a pasar, ahora... cambiemos de tema —sentenció la única mujer en la mesa, llevándose una uva a la boca.

—He decidido volver a trabajar en las aulas, volveré a enseñar —soltó Daniel, una ligera sonrisa orgullosa llenó su semblante, Jerome aplaudió en respuesta mientras devoraba unas tiras de tocino.

—Te felicito, volver a hacer lo que te gusta es uno de los más grandes pasos —Layla no había pensado realmente antes de soltar aquello, se refería a los pasos en la recuperación de la depresión, pero Daniel no la tenía, o al menos no lo había aceptado en voz alta, simplemente Layla lo sospechaba. —Para volver a ser feliz... —completó de una forma tan natural que él ni siquiera se percató del desliz.




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