Un nuevo comienzo (profesor Luna ll)

Capítulo 27

 

Layla se encaminó hasta su coche, con prisa, aquella mañana había cambiado un poco su humor, estar con Jerome siempre le hacía bien, además Daniel había sido de mucha ayuda también, si es que su silencioso apoyo podía contar como algo…

Condujo directo a la preparatoria, pasando de largo el lindo edificio en el que ella y su hermana vivían, asomó la cabeza por la ventanilla como una niña pequeña, a veces aun le sorprendía que hubiesen logrado tanto, que después de tener una vida tan incompleta, hubiesen llegado hasta aquel lugar y con aquellas personas tan maravillosas.

Se dirigía a buscar a su hermana, habían acordado aquello, al menos por algunos días, mientras esperaban por si ella… por si Victoria volvía. De pronto la sola idea la hizo tensarse, sus manos agarraron el volante con fuerza… de entre todas las posibilidades abiertas que habían aparecido hace años al dejar su casa y huir a una ciudad a mas de cuatro horas de distancia, lo que menos esperaba era que llegase el día en que tuviera que enfrentarse a ella; era como el viejo monstruo que imaginamos bajo la cama cuando somos niños y que aun siendo adultos a veces nos hace sentir temor si miramos por aquella rendija en las noches. Victoria era su monstruo personal, aquello que temía, aquello que nunca enfrentó, era de lo que huía y en lo que no quería convertirse.

Aun cuando aquella pesada sensación premonitoria había estado instalada en su pecho desde el comienzo del día, había tenido la esperanza de que no fuese verdad, de que no tuviese que volver a verle y sin embargo, ahí estaba. Frente a ella, en el estacionamiento de la preparatoria, un coche negro, cuya puerta del copiloto estaba abierta y recargada en el marco una mujer cuyo rostro era muy conocido, era el protagonista de sus peores pesadillas sobre la posibilidad de nunca ser amada.

Soltó una profunda respiración, pensando en cómo enfrentaría aquello, Victoria no la había visto, parecía demasiado ocupada vigilando la salida de la escuela, la forma en que su cuerpo se erguía y sus ojos se entrecerraban buscando entre la multitud, la hizo ponerse alerta.

Tomó sus llaves, con las manos temblorosas y los ojos vidriosos, por alguna razón, saber que ella estaba en el mismo sitio, después de tantos años, se sentía peligrosamente asfixiante, no se sentía mas la mujer poderosa, de pronto volvía a ser la niña abandonada, cuya vida entera eran unos pequeños ojos verdes y unas manitas que olían a talco de bebé, de pronto una primitiva sensación la inundó, no permitiría que ella se acercase a Lía, no permitiría que volviera de la nada creyéndose dueña de un derecho que había perdido hace mucho, ya no era su madre, ya no era nada, ni en su vida, ni en su historia, ni en su avance, ella ya no tenia poder sobre sus decisiones, acciones o sentimientos…

Bajó del auto, con postura firme y el rostro sin ninguna expresión, descansó la cadera sobre el capó del auto rojo, mirándola fijamente, a la espera de que ella notara que había vuelto en vano. No podía pensar en la posibilidad de lo que habría pasado si decidía no ir a buscar a su hermana, Lía habría tenido que enfrentarla sola, nuevamente. Y enfrentar a aquella mujer era algo que ni siquiera ella había hecho aun…

Layla lo vio claramente, aquel hombre, desde el lado del conductor, como la miró desde dentro con ojos entrecerrados, reconociéndola, al final aquellas facciones heredadas serian algo de lo que nunca podría huir, él dijo algo que, por la evidente distancia, Layla no pudo oír, pero esperó, paciente y ansiosa, porque los ojos de su madre la miraran desde el lado opuesto del estacionamiento.

Y entonces pasó, Victoria miró al hombre al interior del auto, en aquel traje que Layla lo recordaba usando, pretendiendo seguir siendo el mismo señor elegante con una enorme barriga haciendo ver a su corbata demasiado corta, luego los ojos de la mujer miraron hacia ella y entonces, al ver aquellos ojos maquillados y de largas pestañas se encontró con la realidad de que ya no producía lo mismo en ella, ya no la hacia sentirse miserable o temerosa, simplemente le traía malos recuerdos, pero no más que eso.

La miró de regreso, con ojos retadores, esperando a que se acercase, pero por primera vez la vio vacilar, su postura cambió, dejó de apoyarse en la puerta del coche, carraspeó pareciendo incómoda. Victoria solo podía pensar en que volver a ver a su hija mayor le producía escalofríos, ella era lo que siempre había esperado que fuera; su hermoso rostro joven y de grandes ojos verdes la hizo sentir una tremenda añoranza y un horrendo resentimiento.

Layla emitió una involuntaria sonrisa dura, burlándose de la situación, si esa mujer esperaba poder raptar a su hermana, estaba muy equivocada, si esperaba poder encontrarla sola y desamparada, estaba totalmente loca, no eran las mismas, ya no eran unas niñas y especialmente Layla nunca lo había sido, le había tocado ser adulta desde pequeña, cuando el hambre hacia doler su barriga y prefería seguir meciendo la cuna de su hermana que ir a buscar al refrigerador algo para saciar su hambre…

—Ya podemos irnos, perdón por salir un poco tarde… estaba esperando por Marial, tenia un libro que le presté… —la voz de Lía quedó suspendida cuando siguió la mirada estática de su hermana, su cuerpo delgado se tensó al solo ver a Victoria frente a ellas.

—Entra al auto —susurró Layla con la mirada aun fríamente fijada en Victoria y ante la mirada confundida de su hermana se irguió, dejando de usar su auto como soporte.

—No… estamos juntas —la voz pequeña y temblorosa la hizo mirar a su hermana.




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